COn mucho gusto . CUADERNO DE GASTRONOMÍA Y VINOS

De pascuas y vigilias

Parece que las monas coronadas por figuras de alambre y peluche las inventaron en la Confitería Massana de Barcelona. Eran contrapunto a las clásicas de pan y huevos.

Las monas figurativas, como las de Escribà, se imponen en las pastelerías.

Las monas figurativas, como las de Escribà, se imponen en las pastelerías.

MIQUEL SEN

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Entre las revistas en las que se conservan consejos y recetas de la Barcelona de los años 40, de siniestra memoria, guardo una de título significativo: Biblioteca menage para la mujer y el hogar, en la que el director, don Gonzalo Boch Bierge, adicto al régimen -el de Franco, por supuesto-, se extraña del olvido a cargo de las amas de casa de todo el recetario de pascuas y vigilias.

Ahora, a cualquiera que se le pregunte por estas dos últimas palabras, le haremos la faena de enviarlo a Google. En cambio, si mencionamos las palabras huevos y monas, las respuestas serán tan potentes que invitan a crear una polémica más o menos falsa, como tantas discusiones gastronómicas.

De entrada, me inclino por aquellos que están contra las monas figurativas. He asistido a la destrucción sistemática de la melena de Schuster, me he comido un muslo de Maradona, incluso he llegado a la provocación de arrancarle la camiseta de chocolate azulgrana a Cruyff. Por lo tanto, no quiero seguir la tradición de monas figurativas que inició, según parece, la Confitería Massana, que estaba  situada en la calle de Ferran.

Mi bando no es nada agresivo, pero no deja de apoyar al club de los clásicos modernos, seguidores del modelo mona de pan con huevo o, sencillamente, por el huevo decorado tal como lo plantean los genios del chocolate con sede en Barcelona Oriol Balaguer, Enric Rovira y Mey Hoffman. Xavier Barriga, en Turris, mantiene la base tradicional, pero a diferencia del año anterior, sustituye el huevo de gallina por uno de chocolate.

La vigilia de Pascua, el paso de la noche a la luz, el viejo concepto de consagración de la primavera, es algo dulce, comestible gracias a unos volúmenes mágicos que Jorge Wagensberg ha descrito poéticamente, amparándose en los inmensos huevos dalinianos, o en las formas tan precisas de unos de oca. Una sola célula que lo contiene todo. Evidentemente no voy a amargar la Pascua a los niños, que tienen derecho a comerse la realidad, aunque esta tenga un punto fallero, un caloret a lo Rita Barberá. Además lo mismo la polémica no cuaja y tendremos que seguir comprando las dos versiones. Tampoco será un drama.