Alkimia, en la mano

PAU ARENÓS

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En el nuevo Alkimia, inaugurado esta semana en el complejo  de la Moritz, Jordi Vilà y Sònia Profitós planean una cocina barcelonesa  y catalana (con los inevitables y fructíferos contagios). 

Desde hace tres lustros discuto con Jordi sobre los chefs sin paisaje, los urbanitas, y de cómo construir una culinaria personal sobre/desde el asfalto. Y en eso está, añadiendo el concepto 'cocina de mano', que ya explotó en el 2008 con aquella inolvidable Gamba en la Mano, crustáceo capturado frente a las arenas de la Barceloneta. Tenemos, pues, los cabos anudados: proximidad, naturalidad y franqueza.

¿Qué representará Alkimia en esta metrópoli que parece el casco de un barco bautizado con cava, con estrenos un día sí y un día también?

Pues será un peso pesado porque Jordi es un cocinero peleón, resistente y ganador.

En una primera y superficial aproximación a esta casa (con los viejos techos burgueses de la familia Moritz restaurados y una decoración orgánica de Chu Oroz) me quedo con los tomates marinados y curados; la coca con buey de mar y geleé con rabo de buey y el ravioli de 'capipota'.

Bien: definamos ya qué es cocina barcelonesa.