AUTOBIOGRAFÍA NOVELADA

Boris Izaguirre: "Prefiero retocarme que reinventarme"

El escritor y 'showman' será uno de los protagonistas de la Diada de Sant Jordi con su novela 'Tiempo de tormentas'

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Luis Miguel Marco

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La próxima Diada de Sant Jordi, Boris Izaguirre (Caracas, 1965) regresará a esa Barcelona que tantas alegrías le ha dado para reencontrarse con los lectores y darse un festín firmando su último libro 'Tiempo de tormentas' (Planeta). Él, que siempre ha dicho que los escritores son muy mentirosos, vierte una lluvia de verdad en esta autobiografía novelada. El título hace referencia a un cuadro esencial en la familia Izaguirre, pero también a un texto cuya intensidad no escampa y ayuda a entender cómo se han mojado y entrelazado la persona y el personaje mediático que construyó a base de telenovelas, fetiches, gestualidad desatada, 'marcianos' de medianoche y novelas con melodrama. Aquí van sus respuestas, como él dice: "Sin red".

-El libro comienza con el funeral de su madre en Caracas, víctima del cáncer. Y a partir de ahí, ¿toda su verdad?

-Mi madre luchó porque yo no me mintiera ni aceptara el armario como única opción. Ella insistió en que fuera libre, en que fuera yo mismo, a pesar de las consecuencias. Por eso me pareció que tenía que escribir esa relación. Porque siento que los cambios que ahora disfrutamos y por los que seguimos luchando se deben al esfuerzo y a la mente de gente como mi mamá.

"Venezuela es víctima de sí misma. El petróleo nos ha educado mal. Creemos que todo lo puede pagar, incluso nuestras equivocaciones"

-¿Y siente que, de alguna forma, ha logrado cerrar aquellos círculos que su dislexia le impedía cerrar bien? ¿Aquel vínculo que le unía a su madre, Belén Lobo, importante bailarina de clásico en Caracas? 

-No, esos círculos no, porque sigo siendo torpe. Para los dos era un recuerdo muy doloroso, algo terrible, una gran frustración. Pero nos unió. Y esa fue nuestra fuerza. No creo que mi madre esté ausente porque haya muerto. Está de alguna forma presente y eso me da mucha fuerza, mucha vida. Muchos de los recuerdos que atesoro de ella he decidido compartirlos con mis lectores. Desde luego, era importante para explicar quién soy, saber de mis padres, de lo que hicimos, de lo que peleamos, de lo que nos costó... Y de lo que me dieron.

-El capítulo en el que describe la violación que sufrió en grupo a los 13 años ha sorprendido, pero es que todo el libro puede leerse como un tratado contra la homofobia. ¿Está de acuerdo?

-Sí. Y es mucho más importante esa llamada de atención hacia la homofobia, hacia la represión, hacia lo impune que ha sido el machismo en su agresión hacia otras sexualidades que el evento aislado que me sucedió. Entiendo que de entrada acapare la atención, pero la novela continúa, creo que llega mucho más lejos. Y por eso Gerardo, que es un personaje de ficción, y su madre, Altagracia, que niegan la homosexualidad, la ocultan y mienten, son personajes que he cuidado mucho, porque son simbólicos. Son metáforas del poder y de la corrupción.

-"Vi violado mi país por el golpe de Chávez en el 92", escribe. ¿Qué futuro le aguarda a Venezuela?

-No soy brujo, por más que vaticinara que el incidente entre nuestras reinas terminaría con una foto de todas sonriendo. Venezuela es víctima de sí misma. Es un país que jamás ha entendido lo que es una responsabilidad. El petróleo nos ha educado mal. Creemos que todo lo puede pagar, incluso nuestras equivocaciones.

-En el libro cuenta su llegada a España y cómo conoce a quien hoy es su marido, Rubén Nogueira. Es ejemplar la forma en que usted buscó los focos y cómo él quiso permanecer al margen. 

-Fue lo primero que me pidió: "¡Yo no quiero ser famoso! No me expongas, no me pidas que salga en la foto", me dijo. He intentado respetarlo, porque creo que es algo muy importante en nuestra relación. Yo soy muy feliz con él. Y creo que él tambien y una de las cosas que garantiza esa felicidad es el respeto. Y ese deseo es un símbolo de ello. 

-Relata también cómo fue su relación con Terenci Moix, a quien por cierto le encantaba firmar sus libros en Sant Jordi. ¿Tuvo él mucho que ver en que usted sea hoy un escritor mucho más allá de las telenovelas?

-Terenci me enseñó que no hacía falta actuar como escritor para escribir. Lo que hacía falta era tener la curiosidad más insaciable del mundo, pero con un cierto orden. Un poco de disciplina. Y creo que el veía en mí que tenía eso dentro, la inquietud, la vocación y la predisposición a explorar casi todo. Terenci me propuso que escribiera un texto sobre superhéroes, pero también heroínas para El País Semanal. Siempre me decía: "Defiendes muy bien lo femenino, chico". Y también me dijo esa frase que aparece en 'Tiempo de tormentas': "Tienes toda la vida para ser escritor, pero solo una vez para ser una estrella".

-Junto a Javier Sardá fue el responsable de que mucha gente se fuera a dormir muy tarde y durante ocho años. Pero las mayores críticas que recibió de su paso por 'Crónicas marcianas' fueron por parte del colectivo gay. ¿Le escoció? Pero ¿no cree que se ha resarcido con creces?

- Jajajajajajaja. Es verdad, con creces, muchas creces. Pero no es verdad que me escociera. Me parecía anticuado, ñoño. Estaba una persona, que no era española, haciéndole ver a una cultura machista que lo gay era estupendo, que la diversidad convenía para el desarrollo de las sociedades. ¡Y ellos diciendo que no les representaba! Creo que fue una oportunidad perdida para trabajar en equipo.

-Escribía usted hace unos días que más que 'Tiempo de tormentas' estamos sumidos en un tiempo de esperas: ¿tendremos Gobierno en Catalunya?, ¿qué pasa con la sentencia del caso Noos

-Sí, sí, sí. Nuestra justicia es muy lenta. Y, muchas veces, nuestros gobiernos también. He estado en Miami durante estos días cruciales que vivimos, los días del máster fantasma de Cristina Cifuentes, del rifirrafe en Palma de Mallorca y de la no extradición de Carles Puigdemont a España desde Alemania. Si lo observa bien, estas tres situaciones hablan de un lenguaje de sordos y de situaciones que nunca se resuelven. La desconfianza en nuestros politicos, la imposibilidad de un dialogo Barcelona-Madrid, la necesidad de la monarquía... Son debates que, como los círculos de mi mamá y yo, nunca se cierran. 

-¿Quién saldra ganando a la larga en el duelo de reinas?

-En el fondo, muy en el fondo, la propia monarquía, que ha visto muy de cerca lo que pensamos de ella. Se han dado cuenta de que, más que una jefatura del Estado, vemos a la familia real como miembros muy destacados de nuestra industria del entretenimiento.

"Más que una jefatura del Estado, vemos a la familia real como miembros muy destacados de nuestra industria del entretenimiento"

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-Vivir ahora en Miami, trabajando para 'Telemundo', y antes en Londres, le permite observar con más perspectiva lo que pasa por aquí. ¿Se lleva bien?

-Me gusta coleccionar. Personas, ideas y también ciudades. Cuando vivía entre Barcelona y Madrid, aprendí que era la forma en que me gustaría vivir la mayor cantidad de años posibles. Fui ampliando las distancias y ahora estoy entre dos orillas de un océano que siempre me fascinó, el Atlántico. Y me sostiene esa distancia. Me hace ver mejor.

-Se ha reinventado unas cuantas veces (y retocado otras tantas). Ahora cuando se mira al espejo, ¿qué ve?

-Yo prefiero estar retocado que reinventado. Veo a un clásico, porque nací para serlo.