'Breaking Bad', el final de una extrañísima historia de amor

La serie del momento emite su último capítulo en EEUU con un cierre sin espacio para la ambigüedad

Bryan Cranston, en una escena de 'Breaking Bad'.

Bryan Cranston, en una escena de 'Breaking Bad'. / CL**NY**

RICARDO MIR DE FRANCIA / Washington

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Decía Bryan Cranston durante la última entrega de los Emmys que 'Breaking Bad' no hubiera aguantado más de dos temporadas de no ser por Netflix, la videoteca de pago 'on-line' donde la serie de Vince Gilligan fue adquiriendo estatus de culto y superando las discretas audiencias de sus inicios en televisión. La serie del momento, aupada por la crítica al olimpo de la televisión junto a 'The Wire', 'Los Soprano' o 'Mad Men', ha llegado este domingo a su conclusión en Estados Unidos con la emisión del último y definitivo capítulo de la quinta temporada. Setenta y cinco minutos (con anuncios) de acción trepidante donde se despejan las grandes incógnitas que quedaban abiertas en un final sin espacio para la ambigüedad.

Es difícil odiar a Walter White, el brillante profesor de química interpretado magistralmente por Cranston que lleva una vida anodina de estrecheces y frustraciones junto a su familia. El diagnóstico de un cáncer terminal y un tratamiento que no puede pagar le llevan a transformarse en un barón de la droga, un 'picasso' de la metanfetamina. Ese es el inicio de la metamorfosis que acabará convirtiéndole en un criminal cínico, amoral y manipulador de proporciones épicas. Solo que sus motivos son nobles y terriblemente humanos.

Mr. White, como lo llama Jesse Pinkman (Aaron Paul), su socio en el laboratorio, un yonkie pasajero y torturado por esa misma conciencia que le falta a su maestro y a la postre enemigo, quiere redimirse dejándole una fortuna a su familia. Porque la suya, al final, no es más que una gran historia de amor.

Parábola sin moralina

Pero también una parábola sin moralina de la seducción del poder y las consecuencias catastróficas de la megalomanía. White descubre por el camino que no hay nadie tan bueno como él fabricando Blue Meth. Y el don nadie apocado, el ciudadano invisible, se dedicará a cultivar primero y disfrutar más tarde su leyenda como Heisenberg eliminando a cualquiera que le haga sombra aunque esté arruinando la vida de los suyos.

Estas dos identidades, la del depredador que mata para alimentar a su familia y la del hombre que finalmente ha encontrado la forma de trascender y ser alguien, convergen en el final de 'Breaking Bad'. A Gilligan y los seis guionistas que trabajaron en este último capítulo de la serie de AMCpremiada como la mejor serie dramática en la reciente gala de los Emmys, habrá que agradecerles seguramente que no hayan optado por un cierre con fundido en negro como en 'Los Soprano'. No era esta una historia para un final abierto. Y aquí el círculo se cierra despejando las inquietudes del espectador. Tras decidirse a abandonar la clandestinidad de su vida en los bosques de New Hampshire, Walter White deja finalmente de mentirse a sí mismo y mentirle a los suyos. Ha encontrado su verdad y está listo para el último ajuste de cuentas.

A lo grande, claro, como solo cabría esperar de un cabrón despiadado como Heisenberg. Después de varias temporadas en permanente deriva, hay algo de paz para Mr. White, en un desenlace agridulce pero balsámico.