LA BODA DEL AÑO

Kate Middleton, la gran incógnita de Buckingham

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Guillermo y Kate Middleton, en la fotografía oficial de su compromiso en la que posan de manera formal.

Guillermo y Kate Middleton, en la fotografía oficial de su compromiso en la que posan de manera formal. / JRH

BEGOÑA ARCE

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Treinta años después de la boda deCarlosyDiana, Guillermo, el primogénito de aquella incompatible pareja, va a casarse con la señoritaCatherine Middleton. A comienzos del siglo XXI, la monarquía británica sigue el ejemplo de otras casas reales europeas y admite en su seno a una futura reina sin una gota de sangre azul en las venas. La hija de un piloto y una azafata -que se han hecho millonarios con una empresa que comercializa artículos para fiestas- será en su momento Catalina VI, la primera reina de la historia de Inglaterra que tiene una carrera universitaria.

En la universidad de Saint Andrews surgió precisamente el idilio entre el futuro heredero y la estudiante guapa y desenvuelta, educada desde la cuna para subir los peldaños de la escala social. El noviazgo ha durado ocho largos años. Kate ha hecho durante ese tiempo un recorrido sin cometer errores. Ni un mal gesto, ni un desplante, ni un resbalón inoportuno a la salida de la discoteca. Ese control y esa compostura, sumados a una paciencia infinita, se han visto recompensados finalmente con la propuesta matrimonial de su príncipe.

¿Habrán hecho esta vez los Windsor la elección correcta? ¿O el plan resultará otro fiasco, como ocurrió con Diana?«Kate es alguien que tiene mucha confianza en sí misma, y eso le va a servir para encajar mejor en la familia real», afirma Ingrid Seward, directora de la revista Majesty Magazine.

Sin carrera profesional

«Lo interesante sobre Kate Middleton es que es la primera vez que un heredero al trono se casa con alguien completamente fuera de las filas de la realeza», apunta Peter Kellner, comentarista político y presidente de la agencia de sondeos YouGov.«Es un ejemplo de cómo la monarquía británica quiere tener satisfechos a los clientes. Saben que han de abrirse socialmente y Kate Middleton es un ejemplo de esa apertura».

La novia, sin embargo, es una incógnita. Después de tantos años en el punto de mira del público, solo hay de ella una sucesión de imágenes en eventos deportivos, bodas aristocráticas, salidas nocturnas y muchas, muchísimas vacaciones de lujo, en lugares como Kenia, los Alpes, o las islas Mosquito. A los 29 años, Kate nunca se ha interesado en una carrera profesional. La discreción, el aguante, la buena fotogenia y la sonrisa radiante e impoluta han sido sus armas para alcanzar su único plan de futuro: casarse con Guillermo. En ese empeño, sin haber tanteado siquiera otras alternativas, se ha empleado a fondo.«La pregunta es si detrás de la expectante sonrisa hay algo más que una vida vacía», se planteaba recientemente la escritora y periodista Lynne Truss.

A favor de los novios está el afecto que existe entre ambos. Su cariño es evidente. También está claro que se sienten a gusto el uno al lado del otro. Pero, al verlos juntos, esa domesticidad propia de quienes han convivido ya largo tiempo les hace parecer más mayores de lo que son y les resta cierta frescura.«Ella se viste como una persona 10 años mayor», apunta la especialista en moda de un gran diario. En Kate la monarquía británica ha podido encontrar, sin embargo, una magnolia de acero. «Mi impresión es que tiene el carácter y la resistencia para sobrellevar lo que implica una vida ¿la suya y la de sus hijos, si los tiene¿ que estará permanentemente bajo la mirada pública», señala Kellner. «Diana, en cambio, terminó siendo una víctima de todo eso y tuvo muchísimos problemas para sobrellevarlo».

La familia real detesta la prensa, pero la necesita. La relación se ha calmado desde el accidente mortal de Diana, perseguida hasta el último aliento por los paparazis. A pesar del escándalo de los teléfonos pinchados por The News of The World, el nivel de intrusión en la vida privada de los miembros de la realeza ha bajado drásticamente. Kate Middleton denunció al Daily Mirror por una foto publicada en el tabloide en el año 2007. El diario le presentó sus excusas. Un refuerzo de la legislación sobre el respeto a la vida privada ha cambiado las normas del juego.

A cambio de entrevistas y material de la pareja, la prensa se ha comprometido a no publicar fotos de la vida diaria de Guillermo y Kate.«Hay personas en su entorno que comprenden las necesidades de los medios y del público», señala el consejero de incontables famosos Max Clifford, quien entiende que estos«pactos entre caballeros» son la vía para que la monarquía siga existiendo y siendo popular.

Una popularidad a escala internacional. La ceremonia, el próximo 29 de abril en la abadía de Westminster, de quien se convertirá en el rey de Inglaterra, cuando le llegue el turno de subir al trono, será un espectáculo con 2.000 millones de espectadores en todo el mundo. Incluso los que no quieran saber nada del enlace terminarán con la foto de los recién casados, besándose en el balcón del Palacio de Buckingham, grabada en la retina.«Es una noticia increíblemente emocionante», declaraba, eufórico, el primer ministro David Cameron, delante de la puerta de Downing Street el pasado 16 de noviembre, minutos después de hacerse público el anuncio oficial del enlace.

Un respiro en la crisis económica

El Gobierno confía en que los festejos sean un respiro, en tiempos de zozobra y crisis económica. Pero aunque las tiaras, las carrozas y fanfarrias serán las mismas que hace tres décadas, muchas cosas han cambiado en Gran Bretaña. El fervor que despertó la virginal Diana camino del altar no se repetirá en esta ocasión. La aparente pasión de las audiencias en Estados Unidos, Australia o Canadá contrasta con cierta indiferencia de buena parte de los británicos.«Hay interés, pero no entusiasmo», reconoce Rachel Johnson, hermana del alcalde de Londres, Boris Johnson y directora de The Lady, la revista femenina más antigua del Reino Unido. «A la prensa internacional que ha venido a verme estos días le interesa mucho la comparación entre Kate Middleton y Diana-explica-. Los extranjeros ven en Kate una buena historia. Una chica de clase media que lleva años esperando a su príncipe y va a producir el futuro heredero». Y sigue: «Pero para el público británico es diferente. Estamos cansados de celebridades y Diana hizo de sí misma la mayor celebridad del mundo».

Aparente frialdad de los ciudadanos británicos

«Me importa un bledo la boda real», dice una taza de gran éxito que forma parte de la interminable lista de objetos a la venta con motivo del enlace. En un sondeo de la agencia ICM realizado en las últimas semanas, el 78% de los consultados se declaraba «bastante indiferente» (46%) o«no interesado en absoluto» (32%), cuando le preguntaban por la boda, mientras que solo el 3% se confesaba «muy entusiasmado» y un 18%«bastante entusiasmado». «Gracias por el día libre», dice otro sarcástico mensaje en un plato de recuerdo, aludiendo al día extra festivo, parte de un largo puente, que muchos aprovecharán para dejar el país y prolongar las vacaciones de Pascua.

Los republicanos han tratado de sacar partido de esa aparente frialdad ciudadana, pero sin gran éxito. A pesar de las tragedias y las crisis puntuales de la corona, el número de los que desean abolir la monarquía permanece estable a lo largo de los años, sin superar el 30% . Graham Smith, del grupo Republic, se ha quejado de la excesiva cobertura que la BBC y otros medios dedican a las nupcias. Smith se reunió con varios responsables de la cadena pública y ha sido invitado a entrevistas y debates. «La monarquía es un signo de nostalgia imperial», afirma otro militante republicano, Peter Tatchell. «Es incompatible con la democracia, por el hecho de ser hereditaria y de que no se pueda reemplazar al monarca, independientemente de todo lo mal que se comporte».

La incorporación de Kate Middleton no obliga a realizar ningún cambio constitucional. La elegida cumple con los requisitos que rigen los matrimonios reales. La boda puede ser, sin embargo, el momento para abolir, según consideran juristas e historiadores, algunas normas anacrónicas. Una de ellas es la que impide, a quien vaya a ocupar el trono, casarse con una católica. Otra es la preeminencia del varón en la línea sucesoria.«Y sería bueno -señala Kellner- que se cambiara antes de que tengan hijos, porque después sería más difícil».