Aniversario de Fukushima

Japón, al ralentí

ADRIÁN FONCILLAS

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Japón llega agotado al aniversario de Fukushima, con la mente tan castigada como el bolsillo. La crisis de la central devolvió los viejos fantasmas nucleares y el tsunami dejó, además de 20.000 muertos, la mayor factura de reconstrucción de la historia. Japón debate un año después si puede salir del hoyo renunciando a la energía nuclear.

Los japoneses tienen motivos de orgullo. Los centros de acogida han sido relevados por casas prefabricadas donde hoy viven 325.000 evacuados de las zonas devastadas por el tsunami y de los pueblos situados en el radio de 20 kilómetros de exclusión de la central. Los ruinas se limpiaron rápidamente y ya se han levantado algunas infraestructuras. Pero el camino se antoja largo.

SECUELAS PSICOLÓGICAS / Un reciente estudio revelaba que el 40% de las víctimas del tsunami arrastraba secuelas psicológicas. «Es muy difícil que reconstruyan su vida porque se sienten muy solos y excluidos de la sociedad. La desgracia se cebó en los sectores sociales más débiles: los ancianos y los niños», explica Manabu Kuroda, sociólogo de la Universidad Ritsumeikan.

El tsunami llegó cuando Japón acumulaba dos décadas con la economía gripada. Los vicios estructurales como la deuda gigantersca, el envejecimiento demográfico y la inestabilidad política se han agravado desde entonces. El PIB se ha contraído un 2,3% y la deuda pública ha pasado del 200% al 235%, que empequeñece incluso a la griega (cercana al 170 %). Los cortes de energía y las inundaciones en Tailandia, donde muchas empresas japonesas tienen sus fábricas, agravaron el cuadro. Toyota ha pasado de ser el primer fabricante de coches al tercero. Otros gigantes como Sony y Panasonic han doblado sus pronósticos de pérdidas de este año.

PRIMER DÉFICIT / Japón ha registrado su primer déficit comercial en 30 años debido a los máximos históricos del yen y a las importaciones de hidrocarburos para paliar la parada nuclear. Buena parte de los problemas convergen en la falta de energía y muchos se preguntan si Japón se puede permitir renunciar a los reactores nucleares.

Japón sacaba de ellos el tercio de su energía. Hoy solo funcionan 2 de los 54. El déficit se ha paliado parcialmente con importaciones, recortes energéticos, exprimiendo a las viejas centrales termoeléctricas y con la ejemplar solidaridad japonesa: empresas y particulares se han esforzado en el ahorro energético. Pero no es suficiente y se esperan importantes déficits energéticos en verano. Tokio estudia subir el impuesto de la luz un 10% . Si Japón reemplazara por completo su energía nuclear por la termoeléctrica, los costes por su generación aumentarían a 30.000 millones de euros anuales.

La situación interna empuja a las compañías a mirar fuera. El pasado año gastaron 52.000 millones de dólares en adquisiciones en el extranjero. Es un récord histórico que se batirá pronto. Una encuesta revelaba que el 70 % de las empresas serán incapaces de repercutir la subida de la factura de la luz en los precios de los productos. Otra, que el 60 % reduciría o eliminaría la producción en el país si los cortes eléctricos se alargaran dos años más, lo que anticipa un panorama de paro.

UNA DIMISIÓN / Naoto Kan, el exprimer ministro, dimitió expresando la necesidad nacional de enterrar la energía nuclear. Su sustituto, Yoshihiko Noda, ha sido más tibio y defiende la reapertura de algunos reactores en cuanto se demuestre su seguridad. Un editorial del diario Yomiuri Shimbun le urgía a vencer las reticencias de la población y de los entes locales y sentenciaba que sin energía nuclear sería imposible salir de la recesión.

«Los reactores solo deben reabrir cuando la gente esté convencida de que son seguros, no se puede decidir en base a criterios económicos. La seguridad es lo primero», juzga por email Takatoshi Ito, catedrático de Economía de la Universidad de Tokio.