La pregunta, una chapuza

MIQUEL ICETA

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Mi opinión sobre la consulta es de sobras conocida y coincide con la posición del PSC: solo habrá consulta legal si hay acuerdo entre gobiernos, y las consultas ilegales, como toda iniciativa unilateral, no llevan a ningún sitio. Mis preferencias son también conocidas: ni quiero seguir así (es decir, sin enmendar el desgarro de la sentencia del TC, sin que se reconozca la singularidad nacional catalana y sin un pacto fiscal justo) ni quiero romper con el resto de España. Para ello se debe impulsar una reforma constitucional federal que sea sometida al voto de los catalanes y del conjunto de los españoles.

Dicho esto, y estando convencido de que la consulta acordada por el president Mas con cuatro grupos parlamentarios no va a celebrarse, y de que la petición de la transferencia a la Generalitat de la competencia de convocar referéndums va a ser rechazada, porque el Congreso de los Diputados no va a acceder a una demanda cuyo objetivo es cuestionar los artículos 1.2 y 2 de la Constitución española, no creo que sea una pérdida de tiempo analizar la pregunta que pretende someterse a referéndum.

La 'pregunta encadenada', así la describió Oriol Junqueras, no es clara e inclusiva, como dijo Artur Mas, sino más bien confusa y fraudulenta, como escribió Joaquim Coll, por las siguientes razones:

1. La primera pregunta no es "clara, sucinta e inequívoca", como exigen el sentido común y la vigente ley catalana de consultas populares por vía de referéndum. Preguntar sobre la voluntad de que Catalunya sea un "Estado" sin explicitar qué tipo de Estado se pretende construir no es suficientemente claro. Y no hace falta más prueba de que la pregunta no es inequívoca que el hecho de que sus autores se han visto en la necesidad de formular además otra.

2. El hecho de que sólo pueda responderse a la segunda pregunta si se ha votado 'sí' a la primera, condiciona el voto de los ciudadanos. Podría haber personas que acaben votando 'sí' a la primera pregunta aunque no estén de acuerdo con ella, para poder votar 'no' a la segunda. Creo que eso ya descalifica por si solo el sistema de 'pregunta encadenada' que, con razón, no se ha producido en ninguna parte del mundo.

3. Una consulta no es una encuesta. Privar del derecho al voto a quienes no hayan votado 'sí' a la primera pregunta, es atentar contra su derecho democrático a la participación, pues en un referéndum está llamado a pronunciarse todo el cuerpo electoral y no solo una porción del mismo.

Se menciona el reciente referéndum de Puerto Rico en el que, ciertamente, se formulaban dos preguntas, omitiendo a menudo que todos los ciudadanos podían responder a las dos. Y por cierto, en la segunda pregunta se contemplaban tres opciones, mecanismo idóneo para dar cabida a las 'terceras vías'. Me sorprenden quienes dicen que en la 'pregunta encadenada' cabe el Estado federal aunque no sea mencionado. Permítanme una ironía: más claridad imposible.

Por último, resulta inaudito que quienes han acordado la 'pregunta encadenada' defiendan opiniones distintas por lo que se refiere al recuento. Para unos, basta con una victoria del ‘sí’ en la primera y la segunda preguntas, aunque en la segunda la participación sea forzosamente inferior a la registrada en la primera, porque los que hayan votado ‘no’ a la primera quedan excluidos. Así, teóricamente bastaría con un voto afirmativo a la segunda pregunta del 26% del total de votantes para que gane el ‘sí’ a la independencia. Mientras que para otros, la victoria de la independencia requeriría un voto afirmativo a la segunda pregunta del 50%+1 del total de votantes, cosa más razonable.

Es posible que los propios autores de la propuesta, conscientes de que no tiene ninguna posibilidad de verificarse en la práctica, no se hayan esmerado mucho en el empeño. Pero eso es un flaco favor a la causa que dicen defender.