Visto en Twitter

La ridícula escena para tratar de aparcar en la costa en verano con un final inesperado

Pitos, insultos y poca paciencia para acabar perdiendo el sitio por el que todos apostaban

Aparcar

Aparcar / Pixabay

María Aragón

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Agosto en una ciudad costera. Aparcar es casi una odisea. Apenas hay aparcamientos en kilómetros a la redonda, y encontrar un hueco es casi como ver un unicornio o agua en el desierto. Es ver a alguien con las llaves en la mano y las pupilas de los ojos se dilatan. 

La emoción de aparcar donde parece imposible es una sensación única. Y eso le pasó a los protagonistas de esta historia vista en Twitter, que al ver a una pareja de ancianos disponerse a sacar su coche del aparcamiento sintieron un alivio difícil de narrar.

Pero el giro de los acontecimientos y el final de este relato solo dejan lugar a los hechos, el ridículo de las situaciones alrededor de estos tensos momentos

Así lo narró el tuitero Paco Oliva, con un hilo que comienza en el duelo de estos coches para estacionar.

Paco narra cómo el hombre se dirige a su monovolumen con pinta de salir pronto, así que el Clío pega el frenazo, pone el intermitente y se muestra atento a cualquier gesto. El señor responde que sí con la cabeza.

¡Premio! Ha encontrado la aguja en el pajar. Pero pasan dos minutos, y dos minutos son mucho tiempo cuando hay otros coches buscando la misma maniobra, así que empiezan los nervios.

La mujer se va a su asiento y el hombre va a arrancar cuando suena otro claxon. Arranca el coche, se encienden las luces, pero se apaga y vuelve a calarse. El del Clío ya está nervioso y el resto de conductores sacan los brazos por las ventanas. 

La paciencia se agota. El coche vuelve a arrancar y da marcha atrás muy despacio entre pitidos de quienes esperan. Hay muy poco espacio entre los coches, es difícil la maniobra.

El del Clío está cansado ante el escándalo que hay formado detrás de él. Mira una última vez con cabreo y se marcha. Al siguiente de la fila le ha salido la jugada perfecta.

O eso parecía. Ahora el Ford Ka es el blanco de las iras traseras. 

El señor no consigue sacar el coche, la pitada es atronadora, y el privilegiado número 2 no tiene más remedio que pegar el acelerón e irse. Y llega un tercero.

Pone el reaggeton a todo volumen para hacer ver que no le importan los pitos, que él no tiene prisa. Ve a la señora volver con una caja que sitúa en el maletero. Por fin parece que arrancan. No se cree que tenga tan buena suerte. 

Pero no contaba con el giro inesperado de esta historia

El coche de delante, el que por fin va a aclarar la solución, se va a convertir en el villano número uno.

Pitidos, gritos e insultos se suceden. El conductor de ese coche sonríe. Es el triunfador. Y el triunfador resultó ser él, el narrador.