Drama al volante

Esto es lo que pasa cuando confías en el GPS

Un tuitero narra su experiencia al volante cuando confía en la tecnología: calles empinadas, carreteras inexistentes...

GPS

GPS / periodico

María Aragón

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

"Ha llegado a su destino", dice una voz mecánica. ¿Y dónde está el destino, que yo lo vea? Reconócelo, hasta que no estás en el sitio, tu desconfianza hacia el GPS es máxima. Te lo dice la experiencia. La de meterte por secarrales, por zonas donde no hay vida, por carreteras cortadas o que directamente no existen. "Tome la primera salida en la rotonda". ¿Pero qué rotonda, si estoy en una autopista?

Afortunadamente, traemos buenas noticias: no eres la única persona que lo sufre. El tuitero @fuckowski da fe de ello, contando alguna que otra experiencia al volante. Hacer un viaje y depender del GPS a veces es más estresante que el pasaje del terror del parque de atracciones.

Partiendo de estas dificultades, el tuitero narra el día que volviendo a casa, se pasó la calle de entrada. Llevaban poco tiempo en la zona, así que no conocía muy bien las calles. Confió plenamente en el aparato para recalcular la ruta, pero eso es de primero de GPS, lo de no fiarse nada del aparato en estos casos. Y claro, acabó en una cuesta empinada con coches a los dos lados. Empezaba una película de terror. El silencio se apodera de todo.

Piensa que su coche no va a caber. Todo se estrecha, incluso su camisa. La única manera que tiene de salir de ahí es dar marcha atrás cuesta abajo. Y eso le da pánico.

Erre que erre, más cabezón que la tecnología. Y efectivamente no cabía.

Se cree que está en Baltimore o en el rodaje de The Wire.

Uno de ellos le da el ok por el retrovisor. Ya puede ir para atrás. Despacito, pero se come dos retrovisores más. La pintura de los coches ya ni es pintura. Aquí es cuando tienes que ir de humilde y pedir perdón y hacer creer que realmente pensabas que cabías, cuando lo tenías claro desde el primer momento.

Uno de los chungos se sube al coche, pega dos volantazos, mete en el culo en el portal y le da la vuelta al coche. Mira por el retrovisor. Suena la música de Expediente X.

Pero la experiencia no queda ahí. Hubo otro día en el que intervino una rotonda. Estas ya te las conoces. El GPS se frota las manos en estos momentos. La tercera salida estaba cortada por obras, así que coge la cuarta y confía en recalcular la ruta. 15 minutos más.

En mitad de la polvareda aparecen caballos al galope. Siente que ha encontrado un portal al Luisiana de 1845. A lo lejos, chabolas, y ni rastro de la rotonda. Está perdido en la nada.

El GPS de nunca acabar.

TEMAS