MURALES ESPECTACULARES

Las abuelas gallegas se suben por las paredes

El artista Joseba Muruzábal homenajea a las supermujeres del entorno rural de Galicia en medianeras de edificios

'Balbina, a muller microondas' que hace levitar un pollo y lo asa con la mirada, en un edificio de Cambre.

'Balbina, a muller microondas' que hace levitar un pollo y lo asa con la mirada, en un edificio de Cambre. / periodico

Eloy Carrasco

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A lo largo de los 180 kilómetros de la carretera N-550, que cruza Galicia de arriba abajo, desde A Coruña hasta Tui, llaman la atención cosas como el deslavazado urbanismo de muchos pueblos y aldeas que hay al paso; casas desperdigadas, muestras de bricolaje con soluciones imaginativas convertidas ya en un subgénero, las "chapuzas galegas"... y mujeres mayores dando el callo. Es habitual verlas, suelen ser ancianas, en plena faena: cavando en una huerta, transportando un haz de leña, arreando unas vacas... Esas mujeres fueron la inspiración de Joseba Muruzábal, un artista de 33 años que ha sembrado sus pinturas colosales por esos pueblos de Dios. De repente emergen unas gigantescas heroínas de avanzada edad, abuelas gallegas con superpoderes que se suben por las paredes, inmortalizadas a todo color en medianeras de edificios, en Ordes, en Cambre, en Carballo, en Muxía, en Santiago.

'Fenómenos do rural' se llama la serie de obras que retratan a esas señoras con mandilón a cuadros, el que para Joseba, que firma sus obras como Yoseba MP, debería ser el uniforme nacional gallego. "El objetivo de estas imágenes -explica  el artista- es dar testimonio del trabajo que estas mujeres desempeñan en sus hogares y la relevancia que eso tiene en su entorno". "El minifundio gallego es cosa de ellas y eso determina que desarrollen una mentalidad de trabajo y una fuerza para ejecutarlo fuera de lo normal", añade Yoseba MP, que recuerda que en esa comunidad "cuatro de cada cinco centenarios son mujeres". 

"Galicia tiró de la economía de subsistencia para soportar la pobreza y la falta de industria, en la posguerra, en el franquismo y en la transición. Esas mujeres son supermujeres porque están enganchadas al campo, a lo que siempre hicieron. Desbordan energía". Cada modelo que utiliza tiene su historia. Por ejemplo, A Greleira de 50 pies: "Se le llama la ruta del grelo a un tramo de la carretera anterior a la entrada en Ordes. Las mujeres venden sus grelos en pequeños puestos cerca de la carretera o en la puerta de sus casas. Lola, que así se llama la modelo, es la abuela de una amiga de Cambre. Sujetando un manojo de grelos en cada mano, hice la versión gallega de 'El ataque de la mujer de 50 pies', una película de serie B de los años 50". "Los grelos de Ordes son mucho más potentes que las espinacas de Popeye", ironiza. 

Los poderes de las abuelas

En Cambre, el pueblo natal de Yoseba MP, está 'Balbina, a muller microondas'; hace levitar un pollo y le da un asado exprés con ondas de calor que le salen de los ojos. Ahí contó con la ayuda de la AMPA del colegio del pueblo, los niños se implicaron a fondo. "Me gustó explicarles los poderes de sus abuelas, despertar la fascinación de los más pequeños por ellas era algo que no estaba previsto".

Fina de Carballo, es 'A muller Nitromón', en alusión a la variedad autóctona de patata que se da en esa tierra y al abono que utilizó su modelo, Elisa, transformada en 'Obelisa'. "Quería una mujer de complexión fuerte, quería cambiar el menhir de Obelix por una patata gigante". Otra de las retratadas es Claudina, percebera de Muxía desde los 15 años hasta los 65, siempre escapando de la espuma de las mortales olas, a veces por los pelos.

La mayor de las modelos con que ha trabajado es 'Carmen da depuradora, Lady Falcón'. "Tiene 95 años de buen humor. Su marido -relata el pintor- trabajaba en la depuradora de agua del pueblo. Hasta entonces, mucha poebreza. Ahora es viuda desde hace 20 años y como homenaje la pinté subida a un depósito de agua como el que hay en muchas casas de Galicia, esas bolas bicolor".

Para trabajar sus monumentales murales, lo primero es hablar con las paisanas, que le cuenten sus historias, les deja que se extiendan para captar la idea que plasmará. Luego viene la sesión de fotos. La obra en sí tarda entre siete y nueve días en estar lista. Lo hace con pintura plástica, rodillo y brocha. Lo más caro, explica, es alquilar la grúa para encaramarse 10 o 15 metros. Aunque hay distintos grados de implicación, no suele tener problemas con los ayuntamientos, ni con los vecinos. "Les suele gustar, es algo que representa a todos los gallegos, eso hace que el espectador empatice fácilmente con la obra, y más aún cuando conoce a la modelo". Sigue buscando voluntarias, pero espera al verano: "Pintar en invierno es un infierno, y en Galicia más. Siempre llega el momento en que la lluvia te chorrea a gusto el mural".

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