LOS CIUDADANOS

"Ya me gustaría tener un póster de un político en mi habitación"

La desafección hace mella en los nuevos votantes, pero no eluden la autocrítica

Los participantes en el encuentro, en el Cafè del Centre, en el Eixample de Barcelona.

Los participantes en el encuentro, en el Cafè del Centre, en el Eixample de Barcelona.

J. S.
BARCELONA

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Hubo estopa para los políticos, claro que sí, en el encuentro de nuevos votantes con EL PERIÓDICO. Se veía venir. La desafección campa por sus respetos, y los jóvenes no suelen ser de andar con paños calientes precisamente. Pero lo que quizá no era tan previsible es que no por ello dejaran de ser profundamente autocríticos con la actitud de la sociedad en general y de su generación en particular ante la política, lo público y el poder. Ni que tampoco se recrearan en lamentos por los nubarrones que se atisban en su futuro, sino todo lo contrario, que lucieran un vigoroso optimismo y unas enormes ganas de comerse el mundo. Pese a todo.

«Además de la económica, hay una crisis de confianza en los políticos, sin duda», abre fuego Judit Pastor. «La verdad es que yo me siento más representado por políticos y autores críticos del pasado, como Marx, Valle-Inclán o Larra, que por los actuales -suelta Àlex Álvarez-. Leídos hoy, los de hace 200 años siguen dando que pensar. En cambio, los políticos de ahora hablan y nadie les escucha». Para Albert Montilla, sí hay políticos que podrían representarles, «pero nunca llegan a mandar. Es muy difícil llegar al poder manteniendo la pureza, porque siempre hay intereses, grupos de presión», sostiene. Y remata: «Ojalá pudiera tener el póster de algún político en mi habitación».

EL PODER DE LA GENTE / Pero no basta con la indignación, replica Judit: «Las utopías se construyen cada día. La gente tiene en realidad mucho poder y es su voluntad la que fuerza los cambios a lo largo de la historia, muy a pesar de los que mandan. Son procesos de abajo arriba, no de arriba abajo».

Y ojo, que ahí viene la autocrítica: «A los jóvenes nos falta a menudo la chispa de querer saber más, de no conformarnos con lo que tenemos, de ser curiosos», afirma Arnau Rebollo ante el asentimiento general. Olga López se apunta: «No se nos informa, pero tampoco hacemos mucho para informarnos. Somos un poco pasotas, y no nos lo podemos permitir. Hemos de elegir a quien nos representa; si no, después no podemos quejarnos. Nuestro futuro está en sus manos».

En realidad, el futuro de estos jóvenes ya está aquí. Y no parece que vaya a ser como lo esperaban, ni como las generaciones anteriores hubiéramos querido que lo tuvieran. Pero estos chicos están más que dispuestos a dar batalla, como proclama Albert con entusiasmo: «Soy muy optimista. Me han insistido tanto con lo de la crisis y la oscuridad que ahora veo el futuro como la oportunidad de escribir una aventura de la que voy a ser el protagonista. Queremos destacar, movernos. Nos hemos puesto las pilas y estamos pensando a muchas revoluciones. La situación no es tan dramática... o sí, pero no podemos rendirnos. Aunque nos cierren una puerta, aunque nos cierren mil más, no hay que parar». Una declaración de principios en toda regla.

MAL NEGOCIO / «Sí, todo se ve muy negro, pero las crisis son también un momento de cambio, de oportunidad, y hay que empezar a pequeña escala, por nosotros mismos», coincide, también enérgica, Judit. «Este verano necesito trabajar, y llevo meses tirando currículos -añade-. Te sientes como una inútil. De vez en cuando te llaman para una entrevista, pero al final, nada. Pues mira, habrá que espabilarse. Si hace falta, cogeré la mochila y me buscaré la vida en otro sitio». Mal negocio para el país, sin embargo, si la salida es irse. «Cualquier cosa antes que resignarse», replica.

Olga aboga por el esfuerzo y por «fijarse en los errores que se están cometiendo ahora y no repetirlos». «Vienen unos años duros, pero tenemos ilusión. Trataremos de hacer las cosas lo mejor posible y, sobre todo, de no perder de vista a los demás, de apoyarnos los unos a los otros, Con el yo, mí, me, conmigo no se va a ninguna parte», concluye Simona Castejón. Amén.