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"A la carne le pega el jazz y al pescado, la bossa nova"

Werner Schiller se ha inventado una nueva profesión, la de 'musical chef', y se dedica a maridar gustos y sonidos que potencian el sabor

Werner Schiller, el ’musical chef’.

Werner Schiller, el ’musical chef’. / DANNY CAMINAL

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Núria Navarro
Núria Navarro

Periodista

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De padre alemán y madre mexicana, a los 15 años Werner Schiller (Barcelona, 1989) se empeñó en descubrir todos los géneros musicales del mundo, y a los 18 se pagó la Escola d'Hostaleria Hofmann vendiendo audioguías en la Sagrada Família los fines de semana. Así, fanático de la música y la gastronomía como era, un día descubrió la conexión entre ambas e inventó una nueva profesión: la de musical chef, que marida sabores y sonidos por encargo.

-¿Qué le va a la croqueta y al montadito? An a clear day you can see forever, de The Peddlers, un trío de jazz de los 60 y 70. Y una copa de cava.

-¿Al entrecot al punto? Lover man, de Stan Getz y Bill Evans. Y un vino tinto no demasiado duro. Al Rioja le sienta mejor el flamenco.

-Caray. ¿Y una lubina a baja temperatura? Corcovado, de Joao Gilberto. Al pescado le sienta bien la bossa nova.

-¿Una paella? Dígame los ingredientes.

-Si que afina... Una mar y montaña. En la vida todo es ir, de Joan Manuel Serrat. Es alegre, ligera y aporta frescura.

-¿Al gintónic? Under your cloud, de Myon and Shane, por ejemplo.

-¿Cómo llegó a este curioso maridaje? Yo trabajaba en una empresa tecnológica en el World Trade Center de Barcelona y frecuentaba el International Café. Un día les pregunté: "¿Me dejaríais amenizar la noche, gratis?"

-Una oferta irresistible. Fui con un mixer que compré y el MP3, y acabé pinchando todos los viernes al salir del trabajo. El director del Hotel Grand Marina, que frecuentaba el café, me oyó y me propuso tocar en la terraza. Han pasado tres años y soy DJ residente. También he hecho eventos para Chanel, para MotoGP...

-De momento, no ha aparecido la comida.-Ahora aparecerá. Tenía todos los géneros en la cabeza e intuí que había una conexión entre sabor y sonido. Los estudios de neuromárketing me dieron la razón.

-¿En qué, por ejemplo? El sonido de los platos de la batería tiene relación con lo ácido. Los tonos altos de un cantante, con lo dulce.

-¿Potencian el sabor? Armonizan. Mi iTunes es como una paleta de colores. Tengo unas 2.460 canciones seleccionadas, clasificadas y subdividas según criterios inspirados en la física. He elaborado siete categorías de menús, entre los que el Prestige es el personalizado. Otro, el Journey, compone un viaje a Brasil, EEUU y Cuba para acabar en flamenco.

-¿Cocina y pincha todo a la vez? De la parte culinaria se encarga Ángela Ferran, chef del restaurante El Elefante de Castelldefels. Yo selecciono las canciones más adecuadas para el establecimiento según el interiorismo, el tipo de comensal, el día y la hora, el sabor.

-El precio del servicio será altísimo. Es un servicio exclusivo. Un traje a medida pensado para proporcionar felicidad, que es lo que me gusta. Cuando toco y noto que una familia entera está con el móvil, no paro hasta conseguir que se muevan. Tengo la sensación que puedo llegar a controlar la atmósfera.

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-Una curiosidad. ¿Usted puede arruinar una cena con un tipo de música? Eso no entra en mis planes.

-Insisto. Para fastidiar una cena no hay nada mejor que el reggaeton. No combina con nada.