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Ramon Terradellas: «En autocaravana todo tu mundo viaja contigo»

Inolvidables vacaciones tienen en este vendedor de autocaravanas de Vic su kilómetro cero

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jcarbo44054601 terradellas180704182144 / Anna Mas Talens

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Carme Escales
Carme Escales

Periodista

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Ramon Terradellas (Vic, 1955) hubiera competido en cualquier disciplina deportiva. Sus piernas decían sí a todo, atletismo, fútbol... Pero el día que se le ocurrió pedir a su padre una moto para ahorrarse cinco kilómetros a pie diarios del colegio a sus entrenos, el frenesí por la gasolina despertó en él. Como todo chaval de Vic, con una moto vieja apañada brincar sobre las dos ruedas en el campo era la felicidad. Un mecánico vio en él futuro en el trial y acertó. Sobre una Montesa, Terradellas engrosó el palmarés vigatano sobre las dos ruedas. Sobre cuatro, lleva 40 años entregando vacaciones rodadas, libres de reservas de aviones, alojamiento, y a pensión completa, libertad llaves en mano.

¿Cómo descubrió las autocaravanas?

Empecé vendiendo caravanas, en 1978. Al volver de la mili vi muy difícil vivir de mi carrera con las motos y me pareció que vender caravanas tenía futuro. Catalunya era la puerta de entrada de muchas cosas. Lo fue de las tiendas de camping también. En casa alquilábamos un apartamento en La Escala y vimos llegar a franceses, holandeses y belgas que al acabar sus vacaciones vendían su tienda de campaña aquí. Con el tiempo supimos que en su país abrían un parte de robo y cobraban el seguro. Cada verano igual.

¿Lo hicieron también con las caravanas?

No, pero gracias a ellos las descubrimos. La mayoría de las que se importaban venían sin nevera y yo me vi capaz de proveerlas de nevera y radio. A mediados de los 80 en todo el corredor mediterráneo se abrieron fábricas. Yo empecé con tres caravanas de dos marcas en el párking de la empresa de mi padre. Y un día vino un pintor de Mataró con una autocaravana, quería cambiarla por una caravana.

¿Por qué?

Había recorrido el mundo con ella, la había comprado en Francia, para ir en busca de paisajes para pintar, pero empezó a perder la vista y tenía miedo a conducir y prefirió plantar una caravana en un camping de Tona. Apenas se veían autocaravanas aquí y nos la quedamos mi mujer y yo. Fuimos con ella un fin de semana a Sant Pau de Seguries y vimos todas sus posibilidades. Aquella autonomía era libertad. Estuvimos en un camping pero usamos solo los servicios de la autocaravana. Sentimos que aquello era el futuro de las vacaciones. En seguida pedí la distribución de la firma alemana Hymer, todavía hoy líder mundial.

¿Cuál fue su primer gran viaje con una?

Fuimos a Cabo Norte, en el verano del 89.

Hoy, con GPS y una autocaravana, no hay fin del mundo, ni retrasos de vuelos...

Todo tu mundo viaja contigo, tu cama, tu ropa, tus olores, nunca añoras tu hogar, y eso da mucha tranquilidad.

A quien tenga ganas de descubrir la autocaravana, aprovechando el Saló del Caravaning –del 12 al 21 de octubre en el recinto Gran Vía de Fira de Barcelona–, ¿qué escapadas les diría para imaginar su disfrute?

El desierto. De hecho, cuando vi que con la crisis muchos se desprendieron de su autocaravana, me propuse hacer algo más que venderlas. Organicé viajes al desierto en Marruecos, fines de año en Libia, con clientes y sus autocaravanas hasta allí donde la naturaleza es tan brutal como lo es el desierto con sus colores, contrastes, la tranquilidad de pasar 6 o 7 días sin ver a nadie, noches estrelladas..., y llegas con la autocaravana hasta el pie de las dunas. Les enseñé a disfrutar de experiencias como esas.

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