EL RADAR

Supermanzana de la discordia

El nuevo proyecto urbanístico desate un agitado debate entre los vecinos

Muchos usuarios del vehículo privado se sienten estigmatizados por el Ayuntamiento

Ambiente en la ’superilla’ del Poblenou.

Ambiente en la ’superilla’ del Poblenou. / JULIO CARBÓ

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Joan Cañete Bayle
Joan Cañete Bayle

Subdirector de EL PERIÓDICO.

Especialista en Internacional, Transformación Digital, Política, Sociedad, Información Local, Análisis de Audiencias

Escribe desde España, Estados Unidos, Israel, Palestina, Oriente Medio

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En el barrio de Poblenou no sería exagerado decir que no se habla de otra cosa: la supermanzana de la discordia. Y pronto, a medida que uno de los proyectos urbanísticos estrella de Barcelona en Comú se vaya extendiendo por la ciudad, será uno de los grandes temas de conversación entre los barceloneses. Un debate, muy a menudo una discusión, a dos velocidades: sus efectos a pie de calle en cada barrio y su filosofía general, que los conductores resumen en que les están dificultando la vida para que se vean forzados a abandonar el coche. 

La primera supermanzana se instaló a principios de mes en una de las zonas más industriales de Poblenou, entre las calles de Badajoz, Pallars, Llacuna y Tànger ("La excusa oficial es liberar de coches la zona. ¿Perdón? ¿Nadie ha visto que allí solo hay oficinas y que a las 18.00 horas aquello es un desierto?", escribe Roger Miralles, un vecino contrario al proyecto). Los elogios a la idea hablan de recuperación de la vía pública para transeúntes y ciclistas y la mejora de la calidad de vida del barrio. Pero en las cartas que hemos recibido en Entre Todos abundan las críticas, concentradas sobre todo en: cortes de circulación, pérdida de aparcamiento, el traslado de las paradas de autobús y un proceso participativo/informativo con los vecinos que deja mucho que desear. Y se denuncian también desajustes que delatan un desconocimiento del barrio cuanto menos preocupante.

BUENA IDEA, MALA APLICACIÓN

"El modelo de supermanzanas persigue unos objetivos compartidos por todos, pero una puesta en marcha más que mejorable, y una mala elección del emplazamiento para hacer la prueba piloto está generando un rechazo bastante generalizado y dando cada día una serie de imágenes y anécdotas que amenazan con estigmatizar definitivamente ante la opinión publica la idea", avisa Josep Munt, arquitecto, "vecino del barrio de toda la vida, hijo, nieto, bisnieto y padre de 'poblenovins'". Entre los pecados de la 'supermanzana' que cita Munt, al margen de los ya conocidos, añade otro de índole histórica: "Lo que más perplejidad ha generado sea la creación de 4 nuevas 'placitas', obtenidas por la metamorfosis de cuatro cruces de asfalto, justamente donde llevan años esperando que se ejecuten las plazas y equipamientos ya previstos por el planeamiento. Para ello se ha cerrado de nuevo la circulación lineal de las calles interiores, lo cual fue toda una conquista cuando se logró que se abrieran".

Ángel Gordo, vecino de la calle Tánger, denuncia en su carta otro desajuste grave. "Hace 14 años que vivo en la calle Tànger de Poblenou. Era un lugar tranquilo donde disfrutábamos de nuestras terrazas, dormíamos hasta despertar con el ruido de gaviotas y gorriones. En seis meses todo ha cambiado: inmenso tráfico, la polución en aumento, una calle de 20 metros de ancho que soporta seis líneas autobús, bomberos... Y todo debido a la supermanzana, porque han desviado el tráfico rodado por la calles adyacentes, de manera que han salido perjudicados los vecinos de estas vías, los mismos que hasta ahora teníamos calidad de vida".

SIN ALTERNATIVA AL COCHE

Y es que si se dificulta la circulación de los coches sin aumentar la alternativa en transporte público, el tráfico rodado busca otras salidas. "Invito a Janet Sanz [Teniente de alcalde de Ecología, Urbanismo y Movilidad de Barcelona] a pasear por la zona de la calle Badajoz con Diagonal cualquier día laborable, no necesariamente en hora punta: un semáforo que está el cuádruple de tiempo en rojo que en verde, de forma que solo pueden pasar un puñado de vehículos cada vez, provoca colas interminables, concentrando todo el ruido y la contaminación que están retirando de la supermanzana", escribe Alberto Garrido, quien da el salto de lo particular a lo general: "Janet Sanz, en su artículo 'Recuperemos las calles', habla de un urbanismo feminizado y al servicio de niños y mayores. Yo soy un varón de 28 años que realiza más de 30 viajes en transporte privado a la semana, y sin embargo, voté a Barcelona en Comú. Ahora sé que no estoy entre sus prioridades".

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Y es que los conductores de vehículo privado se sienten estigmatizados y perseguidos por el Ayuntamiento, no solo por la 'supermanzana', sino por decisiones como la que obligó  a pagar la zona azul el pasado mes de agosto. Resulta evidente que los niveles de contaminación de Barcelona son altísimos, y que los nuevos vientos en urbanismo acaban con lo que hasta hace poco era el reinado indiscutible de las cuatro ruedas. Pero estar en contra del signo de los tiempos no intimida a los automovilistas, que reivindican que también son barceloneses, que pagan impuesto de circulación, pasan la ITV de los vehículos y, sobre todo, que utilizar el coche no es un lujo. "Los conductores no somos seres dañinos", recordaba a Ada Colau Manuel Moreno a cuenta del pago de la zona azul. "No culpen a la gente cuando la venta de coches baje, la producción disminuya, se despida a personal y cierren talleres al no tener que realizar revisiones o reparaciones. Piensen y analicen adónde nos quieren llevar: a comprar un coche y que nos olvidemos de él, eso sí, pagando como ahora", escribe Ricard Guillamón, de Badalona.

El cabreo suele hacer más ruido que la aquiescencia, así que aún es pronto para saber si las supermanzanas convencen o no a los barceloneses. Pero que los conductores necesitan algo más que medidas coercitivas para abandonar el coche resulta una evidencia. Las supermanzanas necesitan complementarse con un equilibrio entre el palo y la zanahoria.