Gente corriente

Quim Fuster: "Hay quien corre. Yo prefiero hacer el loco en el teatro"

A los 15 años un profesor le descubrió el teatro. Y no lo ha dejado a pesar de tener dos carnicerías.

Quim Fuster, en su carnicería-charcutería de la avenida de la República Argentina.

Quim Fuster, en su carnicería-charcutería de la avenida de la República Argentina. / JORDI COTRINA

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Óscar Hernández
Óscar Hernández

Periodista

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Quim Fuster Gallardo (Barcelona, 1963) se enfrenta con pasión a su público desde dos frentes bien distintos, pero con algunas cosas en común. Desde el mostrador de sus dos carnicerías-charcuterías y también sobre el escenario del teatro de El Cercle de Gràcia. Es comerciante  y actor de teatro amateur, pero también director, técnico, escenógrafo y hasta autor de una obra. Y ha hecho sus pinitos en el cine.

¿Comerciante y actor?

La tienda me permite una cierta creatividad, como el teatro, y eso me gusta. Aunque es una creatividad lógica, coherente, como por ejemplo pensar un determinado tipo nuevo de hamburguesa. Y también cuando atiendes al público a veces tienes que hacer un poco de teatro porque a lo mejor tú no tienes el día o es el cliente el que no está bien. Aunque yo prefiero la creatividad del teatro porque es más loca, más libre.

Y todo empezó...

La culpa fue de un profesor de literatura que en bachillerato nos hacía leer obras de teatro en clase. Un día me pidió que montara una, porque además teníamos un buen teatro en el colegio, Salesians de Sarrià. Tenía unos 15 años y ya no he parado.

Ahora sigue en El Cercle de Gràcia.

Allí hacemos de todo. Calculo que he participado en unas 40 obras. Somos una gran familia que ensayamos unas 10 horas a la semana y tardamos unos seis meses en preparar cada obra. A veces somos 40 personas en un mismo montaje, como 'Miss Saigón' que estrenaremos a finales de año.

¿Cómo consigue compaginar sus jornadas en dos tiendas con los ensayos?

Es que el teatro es mi gimnasia mental. Hay gente que cuando acaba de trabajar se va a correr. Yo prefiero ir a hacer el loco, ser otra persona. El teatro además me permite sacar las cosas que llevo dentro. Es como una sesión de psiquiatría. Me tumbo en el diván y no tengo que pagar.

Si sus compañeros son como usted, los ensayos deben acabar en terapia de grupo.

Es que cuando llegas allí, a los ensayos, la gente se siente más libre. No está encorsetada como en el trabajo. Hay cosas que nunca contarías en una oficina, pero las explicas allí, las compartes con los demás actores.

Me está tentando. ¿Puedo apuntarme en El Cercle? ¿Qué requisitos piden?

Muchísima gente quiere hacer teatro. Hay 'overbooking'. Tenemos que tirar primero de los que ya llevan toda la vida allí. A todos los candidatos les pedimos ganas, seriedad y, sobre todo, compromiso. No puedes fallar.

Cuénteme un momentazo en el escenario.

Cuándo dicen ‘Apaguen los móviles’ y se produce el silencio.

Muchos no hacen caso.

Porque siempre hay alguien que se piensa que lo tiene apagado o en silencio hasta que suena. Eso es algo que nos desconcentra y enfada. A veces, intentamos improvisar y meter el incidente en el contexto de la obra.

Usted también ha catado el cine.

He hecho de extra en cuatro películas. Una de ellas fue 'Barcelona', con Mira Sorvino, en 1994. Otra, 'Clara Campoamor', con un poco más de papel. Y esta última fue gracias a una clienta, Míriam Porté, productora, a la que reconocí en la televisión en unos premios Goya. Se lo dije en la tienda y nos pusimos a hablar de cine.

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Y la relación fructifica.

Como vi que la productora de Míriam estaba especializada en un cine que cuenta historias de mujeres anónimas, pero importantes, le pedí que hiciera una película sobre la maternidad de Elna, donde se ayudaba a embarazadas refugiadas en el sur de Francia. Y así nació 'La llum d’Elna', que ganó este año el Gaudí a la mejor película para televisión.