EL RADAR

Un paseo por el lado 'offshore' de la vida

Los papeles de Panamá aturden casi más que indignan: son una constatación a lo grande lo que ya se intuía, lo que algunos llaman la guerra de los ricos contra los pobres

Unos activistas protestan ante la Comisión Europea por los papeles de Panamá.

Unos activistas protestan ante la Comisión Europea por los papeles de Panamá. / YVES HERMAN (REUTERS)

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Joan Cañete Bayle
Joan Cañete Bayle

Subdirector de EL PERIÓDICO.

Especialista en Internacional, Transformación Digital, Política, Sociedad, Información Local, Análisis de Audiencias

Escribe desde España, Estados Unidos, Israel, Palestina, Oriente Medio

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Añadida a la comprensible indignación, las revelaciones de los papeles de Panamá han  creado en la conversación pública un sentimiento parecido a la resignación, un "vaya sorpresa, que los ricos hagan lo que sea para ser más ricos", un "qué revelación, que solo los asalariados paguen impuestos". Hemos recibido en Entre Todos muchas aportaciones al respecto, y el cabreo no es comparable en intensidad, por ejemplo, al que años atrás desataron revelaciones de corrupción como los papeles de Bárcenas o las cuentas del clan Pujol, por citar dos casos.

Lo que desvelan los papeles de Panamá y otros casos que se han conocido esta semana es tan organizado, tan transversal (desde la realeza hasta los estadios de fútbol, desde los salones del Nobel a los platós de Malasaña, desde expresidentes del Gobierno hasta ministros que ya no lo son) que abruma al asalariado que en plena campaña de Hacienda la máxima ingeniería que puede hacer es decidir qué día acepta el borrador de la declaración de renta. Es como si ante la magnitud de la estafa no mereciera la pena ni cabrearse.

En lo más crudo de la crisis (esa de la que se está saliendo a base de empleo precario), cuando afloraban escándalos de corrupción, cuando se denunciaba el derroche sin fin desde la administración pública y cuando se desvelaban prácticas miserables como la de las preferentes, se irguió una suerte de contra-argumento para echar agua al fuego de la indignación contra la crisis que era una estafa. Ese argumento tomó muchas formas: "Esto pasa porque muchos estiraron más el brazo que la manga"; "Si hay un corrupto es que hay un corruptor"; "Moralmente es lo mismo el político corrupto que el que paga facturas sin IVA"; "si el asalariado no defrauda al fisco es porque no puede".

DEMAGOGIA

Si se respondía a ello con las consecuencias de la crisis (desahucios, abuelos estafados con las preferentes, los efectos de los recortes...) solía surgir una palabra: demagogia. Demagogos eran los indignados en sus plazas, las enfermeras y los médicos y los profesores en sus huelgas, los desempleados de larga duración que se "aprovechaban" de la pirmi... Y demagogos eran los que hablaban del 99% y del 1%, los que argumentaban (y aún hoy defienden) que lo que pasó, que lo que está pasando, no es una crisis, sino una guerra de los ricos contra los pobres, un saqueo a gran escala sistémico en tanto en cuanto  se ha dado en decenas de países sin apenas diferencias. Una guerra en la que la clase media se vio obligada a engrosar la fila de los pobres a fuerza de despidos, hipotecas impagadas, cláusulas suelo abusivas y recorte del Estado del bienestar. Mientras, del otro lado, corrían el cava y los bonos millonarios, las tarjetas black, los 3%, los maleteros cargados de fajos de billetes y los SMS de apoyo. Vamos, lo que viene a ser un paseo por el lado offshore de la vida.

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Hacienda me exige 1.300 euros cuando yo gano 1.000 al mes con dos trabajos, se titula la carta de Eva Peña que se ha hecho viral esta semana en la que ha dimitido el ministro José Manuel Soria. Una demagogia intolerable. "Durante cinco años ahorré para comprar un piso con mi pareja. Cuando por fin nos compramos el piso vino Hacienda a sacudirnos, y claro, ese año trabajé en dos lugares. Fue un duro verano a 60 horas. Con tan solo una renta anual de 14.000 euros vino Haciendo pidiendo más de lo que cobro en un mes", escribió  Montse Recio, de Barcelona. Otra demagoga, sin duda.

Como todos aquellos que nos escriben denunciando las listas de espera en la sanidad, el estado de las Urgencias, los recortes de líneas en educación, los sueldos precarios, las escasas perspectivas de futuro de los jóvenes... Demagogos todos, gente que no se ve lo macro obcecados en lo micro, ingenuos, naífs. La gente seria, ya se sabe, se va a Panamá.