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Núria Marquès: "Mi madre ya me metió en el agua con 9 meses"

Con 19 años, esta nadadora paralímpica no deja de ganar medallas de oro y plata de natación

Núria Marquès, en la piscina del CAR de Sant Cugat, donde entrena cada día. 

Núria Marquès, en la piscina del CAR de Sant Cugat, donde entrena cada día.  / ALVARO MONGE

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Óscar Hernández
Óscar Hernández

Periodista

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Campeona. Luchadora. Optimista. Derrochadora de esfuerzo e ilusión. Siempre positiva. Incansable. Así es Núria Marquès  Soto (Barcelona, 1999), la mejor nadadora discapacitada, aunque este último adjetivo es absurdo. Y simpática. No deja de sonreír mientras recuerda su palmarés, aunque le cuesta precisar entre tanta medalla. Ahí va una mínima nuestra de su grandiosidad en la piscina: en los Juegos Paralímpicos de Brasil (2016)c onsiguió la medalla de oro en 400 metros libres y la de plata en 100 espalda.  Y en diciembre pasado volvió a triunfar en los Mundiales de México. La semana que viene se va a Dublín a buscar  más medallas en los Europeos de natación adaptada.

 

¿Cómo se llega a medallista paralímpica? 

Fue muy duro.Ese año hacía además bachillerato científico. La mitad del día estudiaba y la otra mitad entrenaba, como ahora. Llegué a Río y competí el primer día.Salí a darlo todo, después de un año entrenando. Gané el oro por solo dos centésimas. Fue increíble.No podía dormir de la emoción.  Con mi entrenador nos pusimos a llorar.

A la vuelta la recibieron con honores.

Me pedían autógrafos. Tuve que dejar el móvil.No paraban de felicitarme. Pero lo mejor fue cuando volví a mi pueblo, Castellví de Rosanes (Baix Llobregat),donde me llevaron a la plaza y vi en un vídeo cómo los vecinos habían seguido los Juegos de Río.

Empezó a nadar bien pequeñita.

Con 9  meses mi madre ya me metió en el agua y a los 3 años hice mi primer cursillo de natación. A mis padres los médicos les aconsejaron que nadara. El fémur izquierdo no me crecía y a los 8 años me amputaron el pie. Ahora toda la familia nos hemos enganchado a la natación. Hasta mi hermano hace waterpolo.

La discapacidad entonces no limita.

A mí la discapacidad me ha dado todo lo que tengo. Sin ella no habría llegado a unos Juegos. También me ha dado otras muchas cosas: amigos, buenos resultados en natación, experiencias... Y ver que una persona con discapacidad puede hacer de todo. He esquiado y he hecho vela.Si quieres, puedes. Aunque también es verdad que es diferente nacer así que de adulto sufras un accidente.

Y el deporte ayuda. 

Es una de las vías para superar la discapacidad. Hacer deporte ayuda a todo. A aprender valores, a crecer como persona, a ser constante. Yo tengo claro que si algún día dejo la natación de élite, seguiré nadando.

¿A qué piensa dedicarse?

Estoy estudiando Fisioterapia en la Universitat Autònoma de Barcelona (UAB). Pensé en estudiar Inef para ser entrenadora. Pero he visto que la figura del fisio es muy importante. Se comparten muchas cosas con él. A mí me aporta mucho. Un traumatólogo no tiene tanto contacto con el paciente como un fisioterapeuta. Además, con la fisioterapia podré dedicarme profesionalmente a algo que tiene salidas fuera del deporte, por si me canso de este mundo. Y  tengo la facultad cerca de donde entreno.

 

Su fisio está en el Centre d’Alt Rendiment (CAR) de Sant Cugat. ¿Cuánto entrena?

Seis horas al día. Dos por la mañana, dos al mediodía y dos par la tarde.Hay dos días a la semana que menos. Y el domingo, no.

¿Un entrenador tiene que ser duro?

Siempre debe dar toques de atención por si tienes un bajón. Te mantiene a raya cuando tienes un mal día. También te anima. Si no quieres entrenar, sí que te mete caña. Durante el entrenamiento, ayuda a hacer las cosas bien. Y fuera del agua te apoya. Aunque si no llegas al tiempo también te riñe. Te hace ver que no te puedes quedar en tu zona de confort. Y eso va muy bien.

En el agua, cuando compite en una prueba importante, en unos Juegos, ¿qué piensa?

En ir fuerte, en darlo todo, en sacar toda la fuerza.Tienes muchas sensaciones. En el entrenamiento es diferente, piensas más en la técnica, en cómo poner las manos o el pie.

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Sus padres siempre han estado ahí.

Siempre se lo agradeceré. Son lo que me llevan a entrenar cada día, a todas horas.Los que siempre me  animan a seguir.