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Mita Oliver: «Los objetos hablan más de la sociedad que las personas»

Sus fotos de objetos recuperados de la calle hablan de una sociedad que no admite la pérdida

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zentauroepp40620113 barcelona 20 10 2017 mita oliver ve na del camp d en grasso171027140553 / ALVARO MONGE

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Gemma Tramullas
Gemma Tramullas

Periodista

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Durante 30 años, Mita Oliver (Barcelona, 1963) se ha dedicado al sector audiovisual, siempre en la penumbra de la sala de montaje de cine o detrás de la cámara de vídeo. Ahora presenta el proyecto La ciudad ambulante, que reúne fotografías de carros con objetos recuperados y un vídeo sobre el día a día de una pareja que trabaja en la calle. Inspirado en el documental Los espigadores y la espigadora, de Agnès Varda, su trabajo estará en la librería La Caníbal de  Barcelona hasta el 11 de noviembre. 

–¿Qué la llevó a iniciar este proyecto?

–Lo empecé hace tres años a raíz de una reflexión personal sobre la pérdida. Perdí una hermana, a mi padre y a varias personas que para mí eran importantes, y fui más consciente de que estamos expuestos a perderlo todo en cualquier momento.

–Vivimos ajenos a nuestra vulnerabilidad.

–Veía a toda esa gente empujando carros con objetos por la calle y pensaba: «¿Por qué nadie les mira? ¿Por qué nadie les habla?». Este silencio chocaba con el mundo feliz pero ficticio del móvil y de las redes sociales.  

–¿Cómo fue el primer contacto?

–Quería acercarme a preguntar quién eran y qué profesión tenían estas personas antes de trabajar en la calle, pero quería hacerlo sin invadir su espacio personal.

–Por eso utilizó el móvil, tanto para hacer las fotos como para grabar el vídeo.

–El móvil me daba inmediatez y me camuflaba. Además, podía darle una utilidad que habitualmente no tiene: la de escuchar. 

–Solo fotografía objetos. ¿Por qué?

–Los objetos hablan más de la sociedad que las personas. Un carro del súper es un objeto creado para consumir, pero en la calle se convierte en un símbolo de precariedad que nadie quiere ver. Además, quería evitar el componente sentimental que implica fotografiar personas. Renuncié a imágenes muy golosas para quedarme con la esencia.

–Tampoco cuenta las historias personales que hay detrás de las fotos.

–Podía haberlo hecho, porque ellos me las contaron, pero prefiero que cada uno reconstruya el relato a través de los objetos.    

–Durante un año siguió a Mónica y a José por las calles de Barcelona.

–Hablé con 32 personas, pero con ellos dos establecí un vínculo más fácilmente. Me hablaban de cosas cotidianas para mí: películas, libros... Se me cerraba el estómago viendo que compartíamos referentes.

–Les acompañó en su ruta diaria.

–Arrancan por la mañana recogiendo cartones en Poblenou, hacia las seis los llevan a una empresa (que les paga los viernes) y luego salen a buscar chatarra. Trabajan duro y les hacemos un mobbing constante desviando la mirada. Ese desprecio les duele. 

–Tras compartir esa realidad y plasmarla, ¿qué sensación le queda?

–Somos amigos y es frustrante ver que siguen en la calle después de tres años. Más allá de lo anímico, no les puedo ayudar en nada porque salir de este círculo es casi imposible. Esperaba que a través del proyecto su historia se conocería [Olga Merino les entrevistó para la sección Barceloneando] y les saldría trabajo, pero no ha sido así.

–¿Decepcionada?

–Más bien me siento impotente. Son personas luchadoras, responsables, buenas y no tienen ninguna oportunidad porque nadie confía en ellos. Yo me he desanimado, pero ellos siguen saliendo cada día a trabajar sin desanimarse. Es admirable.  

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–¿Cómo financió el proyecto?

–Es un proyecto sin ánimo de lucro. Busqué patrocinador para imprimir las fotos pero no lo encontré y tuve que pedir un microcrédito. He imprimido unas postales y la gente puede aportar lo que quiera.