Gente corriente

Miquel Mora: «El tiempo por sí solo no cura absolutamente nada»

Dirige Ca n'Eva, un espacio donde el dolory el duelo se transforman en amor por la vida

fcasals41122221 barcelona   barcelones    29 11 2017     contra    entrevist171201161514

fcasals41122221 barcelona barcelones 29 11 2017 contra entrevist171201161514 / JOAN PUIG

3
Se lee en minutos
Gemma Tramullas
Gemma Tramullas

Periodista

ver +

La fundación Acompanya-Ca n’Eva lleva el nombre de la hija mediana de Miquel Mora (Maó, 1959), que falleció en el 2003. Más allá de un grupo de duelo, este espacio ofrece herramientas para canalizar el dolor por la muerte de un ser querido, o por cualquier otra causa, a través de la búsqueda del sentido profundo de la vida. Para ello cuenta con una residencia en Matadepera y un Centro de Escucha en Barcelona gestionados por una familia compuesta de profesionales y voluntarios (www.somcaneva.org).

–Usted siempre ha tenido la muerte muy presente. Quedé huérfano de madre a los 7 meses y mi infancia en Menorca estuvo marcada por un ambiente muy próximo a la muerte. Estudié magisterio y me formé en el ámbito de la espiritualidad, el acompañamiento, la psicología y la bioética pero sin tener claro a dónde me llevaría.

–El fallecimiento de su hija Eva significó un cambio de ciclo vital. Le diagnosticaron un osteosarcoma en wl 2001 y murió un año y medio después, con 18 años. Entonces se produjo una espiral de cambio en mi vida. Dejé atrás 24 años de dedicación a la enseñanza y en el 2005 abrimos la fundación Acompanya-Ca n’Eva. 

–Casi nadie está preparado para la muerte y menos la de un hijo. Recuerdo que cuando nos dieron el diagnóstico las enfermeras me ofrecieron una tila. Yo no necesitaba una tila...

–¿Qué necesitaba en aquel momento? No lo sé, porque estás en blanco, pero sí sé que necesitamos amor a nuestro alrededor. Lo primero es una mano amiga y amorosa. Yo he tenido la inmensa suerte de que en los momentos complicados de mi vida ha habido joyas de personas a mi lado que no me han dejado caer. Lo segundo es asegurarse de que la persona sufra lo mínimo.

–Durante años ha sido usted quien ha acompañado a otras personas en los hospitales. La bioética es una asignatura optativa, una maría, en la carrera de medicina. Craso error. Los médicos no entienden cómo se sienten las personas ante el final de la vida y no saben cómo comunicarles que se preparen. Nosotros ofrecemos amor y esperanza. Yo no sé qué sentido tiene todo esto, pero confío en la vida y, pese al dolor, intento abordar la situación desde la naturalidad.

–¿Cómo? Cuando mi hija estaba en el hospital solíamos bajar a la cafetería a hablar de proyectos de futuro, aunque yo sabía que ella no los vería. Hay que situar la enfermedad en el día a día e intentar vivirlo con la máxima normalidad y sobre todo evitar transmitir lo tristes y mal que estamos. Si quieres mucho a la otra persona, difícilmente pondrás tu dolor por delante del suyo. 

–¿Qué imagen de su hija Eva le viene más a menudo a la cabeza? Una imagen muy amorosa. Ella temía a la noche, porque inconscientemente se identifica con el final, y solíamos hacernos una pizza y sentarnos delante de la tele con una manta. Murió en casa, conmigo, con sus hermanas, mi mujer y mi padre. Escuchaba a su cantante favorito, Álex Ubago, cuando se fue, con mucha naturalidad.

Noticias relacionadas

–Todo el mundo debería tener derecho a conservar un recuerdo así. Si me dijeran cuál ha sido hasta hoy la época más feliz de mi vida diría que fue el periodo en el que pude acompañar a mi hija a morir.

–Se dice que el tiempo lo cura todo. El tiempo por sí solo no cura absolutamente nada. En Ca n’Eva tenemos muchas herramientas: charlas, libros, salidas, formaciones, silencios, meditaciones y tiempo para ayudar a que cada uno elabore su duelo. Si lo elaboramos bien, salimos más preparados para la vida y tenemos más carga positiva para servir a la sociedad.