GENTE CORRIENTE

María Islam Sirajul: «Una casa es un nido y eso me ha faltado mucho»

Con 15 años dejó su casa para evitar que la casaran y, tras pasar por tres centros de acogida, ahora estudia en la universidad

zentauroepp42081312 maria sijaul  contra  contraportada180216180339

zentauroepp42081312 maria sijaul contra contraportada180216180339 / ALBERT BERTRAN

3
Se lee en minutos
Gemma Tramullas
Gemma Tramullas

Periodista

ver +

La jornada de María (Bangladés, 1998) arranca a las cinco y media de la mañana y termina a las tantas, sobre todo en época de exámenes. A las seis y media entra a trabajar, después hace prácticas de coche y por la tarde estudia en la universidad. Esta joven abierta, inquieta y luchadora nació en Bangladés y siendo un bebé su familia se instaló en Badalona. Pronto descubrió que no respondía a lo que su familia esperaba de ella.

–Era muy niña y ya se pirraba por ir al cole. Muchos niños lloran porque no quieren ir al cole, en cambio yo lloraba cuando llegaba el fin de semana y no podía ir. 

–Pero en la ESO empezó a faltar a clase. Mis padres tenían dos tiendas y yo iba a trabajar allí después del instituto, pero cuando hacía tercero ellos viajaron a Bangladés y mi hermana mayor y yo tuvimos que hacernos cargo del negocio. Tenía 14 años, sabía que no tenía edad de trabajar pero no quería decepcionar a mis padres. Me quedaron seis asignaturas para septiembre pero me las saqué porque soñaba con ir a la universidad.

–Su padre tenía otros planes. Descubrió que mi hermana tenía novio y se enfadó muchísimo. Nos quería llevar a Bangladés para casarla a ella y comprometernos a mí y a otra hermana pequeña. Estábamos muertas de miedo.

–Y decidió pedir ayuda. Le envié un correo a un profesor y la policía vino a buscarme a la tienda. Fui a declarar con lo puesto y ese día ya no dormí en casa. A mi hermana pequeña y a mí nos llevaron a un centro de acogida. Esa primera noche me la pasé tumbada en la cama mirando al techo y pensando: «¿Pero qué me ha pasado?». Me sentía muy culpable. 

–Nunca más volvió a vivir en su casa. No. Pasamos por tres centros de acogida y desde los 18 años estoy en un piso de autonomía para jóvenes extutelados. Al final todos buscamos una estabilidad; una casa es un nido a donde volver cuando estás mal, y a mí eso me ha faltado muchísimo.

–Lo que no cambia es su afán de estudio. Siempre he tenido claro que quería hacer bachillerato, ir a la universidad, hacer un máster y un Erasmus. Me decían que no podría sacarme el bachillerato, pero soy muy cabezona. Acabé haciendo el social y trabajando en la biblioteca del instituto.

–Su ejemplo rompe prejuicios. Me da rabia que la gente piense que como tienes problemas en la vida no te sacarás los estudios. No quiero ayuda, quiero tener las mismas oportunidades que los demás. 

–Estudia segundo de Relaciones Laborales en la Universitat Pompeu Fabra. Me enamoré de esta carrera porque me interesa el mundo de la empresa y también los derechos laborales, que tanto se vulneran. Si la gente estuviera más contenta, las empresas serían más eficientes.

–Tiene una beca salario de la universidad. Tenía que cumplir muchos requisitos para que me la dieran y aprobarlo todo. Cuando salió la resolución lloré de alegría, fue unos de los mejores días de mi vida.

Noticias relacionadas

–¿Su experiencia en el negocio familiar influyó en su elección de los estudios? Podría ser porque entonces ya intuía que aquello no era un tema de cultura ni de religión; nos estaban explotando. Yo nunca haría trabajar a un hijo hasta la madrugada cuando al día siguiente tiene cole.

–¿Qué siente cuando mira atrás? Hay días malos en los que pienso que ojalá todo hubiera sido más fácil y pudiera seguir en mi casa con mi rutina y mis amigos. Por un lado me siento mal porque he dejado de lado a personas que me importan –aunque yo a ellos no– y por otro sé que tenía que irme para estar bien y poder construir mi propio nido.