Gente corriente

Marc Rodrigo: "Caminar es uno de los pocos actos de libertad que nos quedan"

Una crisis vital le empujó a caminar y tras dos años deambulando por senderos solitarios halló su propia ruta

Marc Rodrigo, en una pausa en las montañas de El Masnou.

Marc Rodrigo, en una pausa en las montañas de El Masnou. / JORDI COTRINA

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Gemma Tramullas
Gemma Tramullas

Periodista

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Deambulamos por los bosques de pinos del Parc de la Serrada Litoral donde Marc Rodrigo (Barcelona, 1976) buscó amparo cuando se sintió asfixiado por una crisis vital. Estos caminos se convirtieron en un inesperado local de ensayo al aire libre de donde ha brotado ‘Saunterer’, una 'performance' itinerante que convierte el malestar personal en una acción política.

¿Cuándo siente la necesidad de ponerse a caminar?

Hace dos años pasé por una mala temporada. No estaba contento con nada. Había estudiado Filosofía y me empeñé en ser clown, pero no me atrevía a dejar mi trabajo para dedicarme a lo que me gustaba. Estaba encallado en lo personal y en lo artístico.

Una crisis vital.

Sí, estaba harto de mí mismo, odiaba mi vida. Caminar se convirtió en una necesidad; caminar en el sentido de desaparecer, como una huida de mí mismo y del mundo que me rodeaba, pero también como una manera de encontrarme.

Eso es el 'sauntering', el deambular sin rumbo fijo que reivindicaba Thoureau.

Me quedo con la definición de 'saunterer' como el peregrino que en la Edad Media pedía dinero para ir a tierra santa. Para Thoreau, cada caminata era como una cruzada en la que un ermitaño interior nos anima a emprender la marcha para recuperar esta tierra de los infieles. ¿Y quiénes eran los infieles? Pues los grandes capitalistas que destrozaban la naturaleza y la vida de la gente.

¿Qué ocurrió cuando se puso en camino?

Al tomar distancia, empecé a ver las cosas más claras y con menos preocupación. Empezaba el camino ilusionado y cuando llegaba a algún lugar me sentía bien y eso me dio fuerzas. Tenía que hacer algo y terminarlo.

En abril del 2017 dejó el trabajo.

Empecé a ensayar para crear algo nuevo, pero solo me salía lo de caminar. Entonces leí ‘Hijos de la noche’ de Santiago López Petit, que había sido mi profe en la facultad, y vi que había un montón de conexiones con lo que yo quería hacer. Y le escribí.

¿Qué tipo de conexiones?

En el sentido de llevar el malestar personal a lo político. Petit dice que hoy en día la vida es nuestra cruzada, nuestro campo de batalla. La realidad ya se confunde con el capitalismo y las personas nos hemos convertido en una marca que tenemos que mostrar y vender.

Es agotador. Quizá por eso tanta gente se ha puesto a caminar.

Hay un malestar colectivo muy fuerte que se queda en lo personal pero no lo llevamos a lo político. Mi obra es muy política, en el sentido de que hablo del caminar como uno de los pocos actos de resistencia y de libertad que nos quedan. Es una manera de sabotear este mundo ultracapitalista.

¿Caminar? ¿Un sabotaje?

No pretendo ir de Che Guevara, pero de alguna manera es una manera de interrumpir el sentido del mundo. Es un acto simple en un mundo que parece que tiene que ser complicado y también tiene un ritmo distinto al frenesí en el que vivimos; implica poner el cuerpo; no es productivo ni rentable; favorece el punto de vista crítico y los procesos de liberación interior frente al 'yo-marca' y, además, fomenta los vínculos con las personas.

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El domingo 21 presenta 'Saunterer' en el Festival Escena Poblenou. No le está yendo mal.

Al principio mandé la obra a varios festivales y no me la cogieron en ninguno. Me había endeudado para hacerla y pensaba que me la iba a comer, pero un día salí a caminar y me llamaron para decirme que me habían cogido para el Grec. La estrené y de ahí fui a la Fira de Tàrrega. Hasta que no odias tu vida no vas a cambiarla, dice Petit. Parece que por fin, yo he encontrado mi camino.