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Leticia Mercedes: «Todo es poco para agradecer la curación del cáncer»

El domingo el zumba llama a danzar por el cáncer de mama, en Banyeres del Penedès. Lo lidera ella.

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zentauroepp40216052 leticia mercedes contra contraportada170927172835 / PAU MARTI MORENO

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Carme Escales
Carme Escales

Periodista

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En su Santo Domingo natal, esta instructora de zumba ya se quería dedicar a la danza. Pero, como ella explica, «allí hay mucho talento artístico, pero no se explota profesionalmente». Leticia Mercedes Calderón, más conocida como Leticia Mercal, se licenció en márketing, se casó con un catalán y vino a vivir a Catalunya. Tuvieron dos hijos. Se volcó en ellos «tanto, que desapareció mi vida social», dice. Solo iba al gimnasio. Hacía 'spinning', hasta que se cruzó con el instructor de zumba, la danza que la reconectó con sus raíces. El domingo, una 'master class' suya recogerá fondos para investigar el cáncer de mama en el Hospital del Vall d’Hebron.

 

–¿Motiva más bailar para una causa así?

–Mucho más. Moviliza a mucha más gente, a quienes ya bailan zumba, y a sus amigos y familiares. Esperamos alcanzar los 500 asistentes y superar los 3.900 euros que recaudamos en la segunda 'master class' que hicimos también en el Penedès por la misma causa.

  –Cáncer de mama. ¿Por qué recogen fondos, en concreto, para esa enfermedad?

–Porque yo, como tantas otras personas, lo he vivido muy de cerca. Hace dos años, a mi madre le detectaron un tumor en el pecho izquierdo. Ella se aferró al tratamiento y a Dios. Y, afortunadamente, lo ha superado. 

  –¿Está en Catalunya ella?

–Sí, en primavera acabó el tratamiento.  Está aún bajo revisión. Pero ha salido a pegar carteles de la 'master class' del domingo –a las 6 de la tarde en la pista deportiva de Banyeres del Penedès–. Y me ayuda a buscar fondos.

 

–¿Cómo se vive una sesión benéfica?

–No tiene nada que ver con una 'master' normal, se respira una energía especial. Y vienen referentes mundiales del zumba, como la italiana Diana Serena, que vive en Canarias. Bailamos como lo hacemos en clase, pero sucede algo muy diferente. Hay un respeto al evento, un sentimiento de compromiso, es para no olvidar. La gente saca del bolsillo, y de manera anónima, aportaciones extra. Al final ves gente llorar porque todo ha salido bien.

 

–Se mueven emociones que van más allá de la situación de cada uno.

–Sí, el cáncer nos toca a todos, directa o indirectamente, a todos nos puede llegar, y todos tenemos la misma esperanza. Y aquí gozamos de médicos y medicamentos tan económicos... En mi país es una millonada. Para mí es un triunfo que mi madre esté viva. Todo lo que puedes dar de vuelta en agradecimiento es poco. Porque todo es poco para dar gracias a curar el cáncer. Por eso impulsamos la investigación médica.

 

–Cuánta vida detrás de un simple baile.

–A mí el zumba me cayó del cielo. Cuando me crucé con el instructor de zumba, conecté con mi cultura, vi el cielo. Aunque él es venezolano, pero todo el continente vive la danza de manera similar. La llevamos en la sangre. Antes de caminar, bailamos. Mi abuelo paterno ganaba premios bailando. Y el zumba es mágico.

 

–¿Qué sabe del origen de este baile?

–Fue un colombiano, Beto Pérez, quien hace unos diez años lo popularizó. Es una disciplina registrada con su método en 185 países, en 160.000 lugares. Pero el zumba no es más que los ritmos latinoamericanos tradicionales. En mi país lo llaman musicoterapia. Y si en tantos países diferentes del mundo se baila, algo tiene. Hoy es ya una actividad viral. Sobre todo, libera y desinhibe mucho. Yo a mis alumnas –hay también hombres, pero el 90% son mujeres– las hago chillar. Al principio les da vergüenza, pero salen flotando.

 

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–Mueven el cuerpo y las emociones.

–Exacto. A mí, el zumba y mis alumnas  me cambiaron la vida, es una linda experiencia. Con la maternidad, muchas mujeres dejamos de existir. Lo que tengo ahora no tiene precio. No solo marcas la clase, se crea un vínculo emocional con el grupo.