Gente corriente

Josep Maria Hosta: "La cooperación en sí misma no soluciona nada"

Este activista recuerda cuando Catalunya era un hervidero de solidaridad con Centroamérica.

zentauroepp43277053 barcelona  barcelon s  11 05 2018  sociedad  contraportada  180511164124

zentauroepp43277053 barcelona barcelon s 11 05 2018 sociedad contraportada 180511164124 / DANNY CAMINAL

2
Se lee en minutos
Gemma Tramullas
Gemma Tramullas

Periodista

ver +

Entre finales de 1970 y los años 80, Barcelona parecía la capital de Centroamérica: centenares de personas viajaban a Nicaragua –y en menor medida a El Salvador y Guatemala– en apoyo a los nacientes procesos revolucionarios, había manifestaciones en las calles y solo en Catalunya nacieron 60 comités de solidaridad con la revolución sandinista. Aquella efervescencia fue recogida en gran parte por la oenegé Entrepobles/Entrepueblos, que este sábado por la tarde celebra 30 años en el Ateneu Popular 9 Barris. Josep Maria Hosta (Barcelona, 1953) participó en su gestación.

–¿Qué hacía usted cuando en 1979 triunfó el sandinismo? Desde los 16 años militaba en una organización clandestina de estudiantes y en aquella época, como ahora, era activista de barrio en Sant Genís dels Agudells. 

–Aquella revolución sedujo a muchos. Era un proyecto de igualdad muy ilusionante, democrático y humanista. Nuestra generación estaba frustrada; pensábamos que después del franquismo vendría la revolución y no lo conseguimos. En cambio allí estaban haciendo una auténtica revolución. Había que apoyarles y aprender de ellos.

–Usted fue a Cuba, Nicaragua y El Salvador. La experiencia de El Salvador fue la más parecida a la revolución socialista en la que yo creía. Allí viví en comunidades rurales y en campamentos de la guerrilla del FMLN [Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional] y vi cómo una experiencia comunitaria puede transformar todo un país.

–En 1988 los comités de solidaridad con estos movimientos confluyeron en Entrepobles. Teníamos una base de apoyo social muy amplia en todo el Estado español y sobre todo en Catalunya. Sin embargo, recaudábamos cuatro pesetas y en cambio había oenegés que solo rellenando un formulario recibían subvenciones brutales. Tras un año de discusiones, se decidió crear la oenegé Entrepobles.

–¿Recibir subvenciones no condicionaba el tipo de proyectos que apoyaban? No, el objetivo es hacer lo máximo para conseguir subvenciones mientras estas no nos condicionen, y siempre hemos trabajado con organizaciones populares, nunca con gobiernos. En 2009 teníamos un presupuesto de 4,5 millones y ahora son 2,2.

–Los recortes, claro. Fue un golpe duro que nos obligó a volver a los orígenes y apoyar proyectos más pequeños de derechos humanos y soberanía alimentaria, de cooperativas y colectivos de campesinos y mujeres que luchan por sus tierras y contra el patriarcado.

–¿Qué diferencia el estilo de cooperación de Entrepobles? Nuestros proyectos tienen que estar enmarcados en un proyecto más amplio de emancipación de los pueblos. Denunciamos la cooperación basada en campañas lacrimógenas; no se trata de dar pena ni de hacer caridad.  La cooperación en sí misma no soluciona nada, lo que hay que hacer es ir hacia el cambio del orden económico internacional. 

Noticias relacionadas

–¿Qué es para usted la solidaridad? En el fondo es algo muy egoista porque en definitiva lo hacemos por nosotros mismos. Centroamérica era un punto caliente, concentraba todas las contradicciones, y el poder establecido no podía permitir semejante experimento. La dinámica mundial dependía de cómo se decantaran los acontecimientos allí. 

–La revolución no prosperó y la represión está a la orden del día en Centroamérica. Es decepcionante, sí. En los últimos 3.000 años, desde la revolución de Espartaco, se han perdido 99 de cada 100 batallas pero aún así la humanidad ha avanzado mucho. Hace 2.000 años éramos esclavos y hace 1.000, siervos de la gleba.