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Jorge Cueto: «Las personas que pasan por la cárcel no son basura»

Tras pasar por la cárcel en México, este financiero de éxito lo dejó todo para ayudar a los presos

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Gemma Tramullas
Gemma Tramullas

Periodista

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Tras el escaparate de la nueva tienda de la plaza del Pi donde se venden bolsos y complementos hechos de cuero tatuado con una espectacular iconografía mexicana late la accidentada biografía de Jorge Cueto-Felgueroso (Gijón, 1967). Este empresario afincado en México eligió Barcelona para abrir la primera tienda europea de Prison Art, la marca de objetos de lujo hechos por presos.  

–Usted sabe lo que es empezar de cero. Mi padre tenía una fábrica metalúrgica en Asturias que quebró con la crisis de los años 70 y perdió su patrimonio. Yo tenía 15 años cuando fuimos a México a empezar de cero.

–Y no le fue mal. Estudié ciencias actuariales y llegué a ser un financiero de éxito, hasta que un cliente demandó a los empleados de una compañía para la que había trabajado. En el 2012 me detuvieron y me llevaron al penal de Puente Grande, en Guadalajara (Jalisco).

–¿Qué se encontró allí? Es un complejo penitenciario de 12.000 personas con varias cárceles, entre ellas la de máxima seguridad de donde escapó El Chapo [el conocido narcotraficante]. El penal lo controla el cártel Jalisco Nueva Generación y allá dentro todo es un negocio:  pagas por la comida, la ropa, las medicinas...

–Tardó 11 meses en probar su inocencia. Estando en la cárcel me di cuenta de que muchos muchachos entraban por delitos muy menores, tenían que pagar por todo y cuando salían nadie les daba trabajo. Podían entrar por robar un pan y al salir acababan contratados por el cártel como sicarios.

–Conocer su situación le llevó a ayudarles. Cuando estás adentro ves tantas cosas… Si no lo hubiera vivido no lo hubiera hecho, créame. Diseñé un programa de autoempleo para capacitar a esos chicos en algo que les gustara y que estuviera bien pagado. El proyecto se basa en fomentar su autoestima, que crean en sí mismos y se sientan valiosos para que no vuelvan a delinquir.

–¿Cómo surgió la idea de tatuar el cuero? Coincidí con un chico que estaba haciendo tatuajes y otro que pintaba sobre cuero. Probamos a tatuar sobre la piel y quedó muy bonito. Luego fui con un indio navajo que hacía artesanía cosida a mano y armamos el primer bolso. Mientras estuve preso tuve a 30 jóvenes trabajando conmigo.

–Al principio usted les pagaba el trabajo. Hicimos 400 bolsos, que se acumulaban en mi oficina de la ciudad porque no habíamos vendido ni uno. Al salir de la cárcel abrí una tienda en San Miguel de Allende y creé la fundación Proyecto de Arte Carcelario. No aceptamos donativos ni subvenciones y todo se financia con la venta de los productos. Es un motivo de autoorgullo y demuestra que se pueden generar empresas con un objetivo totalmente social.

–¿A cuántas personas emplea Prison Art? Tenemos 220 trabajadores en la cárcel y 40 que ya están libres. Todos ganan muy bien, pero tienen que estar limpios de adicciones, ir a rehabilitación y entregar el 50% de sus ingresos a un familiar.

–Tienen ocho tiendas en México y sus bolsos de lujo acaban de aterrizar en Barcelona. ¿Quiere competir con Louis Vuitton? Queremos demostrar a la sociedad que las personas que han estado en la cárcel no son basura, que si les damos tiempo y recursos pueden hacer productos maravillosos y de muchísima calidad. 

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–¿Qué fue de aquel chico que llegó a México con una mano delante y otra detrás? Es como si hubiera vivido muchas vidas en una. Empecé de cero y llegué a tener fábricas, empresas y ocho coches a la vez. Pero lo vendí todo y ahora me dedico a Prison Art. La vida te lleva por donde ella quiere y te acaba poniendo en tu lugar. Lo importante es que nunca te des por vencido.