Jordi Montlló: "No tiene que haber ningún pesebre que sea igual a otro"

Motivado por su recuerdo infantil, ha escrito una tesis de 600 páginas sobre la Fira de Santa Llúcia

Jordi Montlló, autor de una tesis doctoral sobre la Fira de Santa Llúcia.

Jordi Montlló, autor de una tesis doctoral sobre la Fira de Santa Llúcia. / ANNA MAS TALENS

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Gemma Tramullas
Gemma Tramullas

Periodista

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Ahora que el inicio del ciclo navideño no lo marca la Purísima sino el Black Friday, parece un buen momento para revisar tradiciones como la Fira de Santa Llúcia, el mercado de figuras de pesebre y elementos navideños de la avenida de la Catedral de Barcelona. Motivado por sus recuerdos infantiles, Jordi Montlló (Premià de Mar, 1966) ha dedicado su tesis doctoral a hacer un análisis antropológico de la popular feria para explicar su situación actual y sus perspectivas de futuro.

-La de Santa Llúcia es la primera feria documentada de pesebres. Como feria de pesebres sí, aunque en Europa hay documentados mercados de Navidad desde el siglo XVI.  La primera mención a la Fira de Santa Llúcia la hace el barón de Maldà en su dietario el 13 de diciembre de 1786 y habla de «la concurrida feria de pesebres».

- Por lo que se ve, entonces ya era muy popular. ¿A cuánta gente atrae ahora? Curiosamente, en 231 años nadie ha hecho un recuento de visitantes. Tampoco hay casi documentación que permita hacer una comparación con el pasado. Los periódicos de la época solo hablaban de Santa Llúcia cuando había robos u otro tipo de anécdotas, sobre todo climatológicas. 

-Hay que ver cómo son estos periodistas... [ríe] Ahora solo hablan de los caganers.

- Cuente usted algo jugoso. En la posguerra, el sector que vendía elementos vegetales –musgo, corcho y ramas de eucalipto, pino y acebo– era muy numeroso porque era fácil ganarse cuatro pesetas. La gente iba a la montaña con una pala y un hatillo y luego extendía el pañuelo en las escaleras de la catedral para vender lo recogido. Fueron los primeros manteros.

-¿Cuál es su primer recuerdo de la Fira? En los años 60 había más de 400 puestos que se extendían por los callejones desde lo que ahora es la avenida de la Catedral. Venía cada año con mis padres, y aún conservo figuras que compramos en los años 70 al padre de alguno de los actuales comerciantes. La mayoría eran de plástico, porque eran más baratas que las de barro.

- Pronto empezó a ganar concursos. Gané tres veces seguidas el primer premio de pesebres de mi pueblo y con el dinero compré mis propias figuras de barro. Luego fui jurado y colaboré con la asociación pesebrista, pero no nos entendíamos y hace 20 años fundé con otras dos personas el colectivo El Bou i la Mula, dedicado a investigar y divulgar el pesebrismo. 

-¿Puedo hacer el pesebre si no creo? Claro. La mayoría de tradiciones populares tienen una raíz religiosa que ha evolucionado. ¿O es que no se pueden llevar gigantes porque antes iban todos a la procesión del Corpus? Con los pesebres aún no hemos dado ese paso, pero sería deseable.

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- El mensaje religioso del pesebre es más explícito. El pesebre siempre ha sido vivo, dinámico y plural. No tiene por qué reproducir lo que dice la catequesis, sino que puede adaptar el nacimiento de Jesús al entorno de cada persona y plasmar mensajes muy contemporáneos. No tiene que haber ningún pesebre que sea igual a otro. Hay que celebrar que el de la plaza de Sant Jaume conviva con otros más clásicos como los del Museu Marès o la parroquia de Belén.

- Volviendo a la Fira de Santa Llúcia, ¿qué futuro le augura? El jueves día 14 doy una conferencia en la Casa dels Entremesos titulada De un pasado brillante a un futuro incierto. Ahora mismo en la Fira hay 285 puestos, pero eso no es una garantía. Una de sus esencias es la tradición de las familias de artesanos, pero cada vez quedan menos que hagan sus propias figuras, y muchos las compran a mayoristas. Si todos acaban vendiendo lo mismo o las mismas figuras se encuentran más baratas en otro sitio, la gente dejará de ir.