Gente corriente

«La tecnología puede llegar a robarnos libertad»

Joan Mendoza, filósofo habituado a trabajar con científicos, reivindica hablar menos de nanorobots y más de los valores que nos guían.

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lpedragosa38558201 joan mendoza contra contraportada170526172716 / JORDI COTRINA

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Gemma Tramullas
Gemma Tramullas

Periodista

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A escala nanoscópica (1 nanómetro equivale a 0,000001 milímetros), la materia no solo ofrece claves para fabricar nuevos materiales sino también imágenes de gran belleza. Entre estos paisajes microscópicos transcurre la jornada de Joan Mendoza (Barcelona, 1967), técnico microscopista de los Centros Científicos y Tecnológicos de la Universitat de Barcelona (CCiTUB). Licenciado en Filosofía, Mendoza reflexiona sobre las implicaciones éticas de la nanotecnología en el proyecto NanoEduca y NanoDivulga, que coordina Jordi Díaz. Su próxima charla será el 12 de junio a las 19 horas en la biblioteca Camp de l'Arpa de Barcelona.

-¿Qué hace un filósofo trabajando entre físicos, geólogos, químicos e ingenieros? Entré en el CCiTUB hace casi 30 años como fotógrafo, para trabajar en el laboratorio donde se revelaban las imágenes que salían de los microscopios, y cuando la fotografía analógica entró en desuso me reconvertí en el manejo y el conocimiento de las nuevas técnicas de microscopía. Me insistían en que estudiara una carrera científica, pero mi vocación siempre ha sido la filosofía.

-Usted ha escrito que «la tecnología hace la vida más segura y más fácil». ¿Seguro? Ortega y Gasset decía que el hombre, la técnica y el bienestar son sinónimos. La tecnología nos posibilita el ser humanos porque nos ha liberado de nuestras necesidades más primarias y nos ha permitido dedicarnos a pensar en nosotros mismos y en el mundo. En este sentido, la tecnología es parte del hombre; otra cosa es que su complejidad nos acabe deslumbrando y nos haga olvidar que somos humanos.

-¿Quién dirige a quién, nosotros a la tecnología o ella a nosotros? En algún aspecto la tecnología nos dirige, porque identificamos el progreso solo con el progreso científico-tecnológico. La tecnología está muy bien, pero tiene que tener su lugar, si no puede llegar a robarnos libertad en la medida en que no nos deja ver o pensar otros ámbitos que también son muy humanos. Pensar en ellos nos ayudaría a hacer una tecnología más humana.

-¿Por ejemplo? La vida cotidiana. A veces la abstracción tecnológica se contradice con las cosas sencillas del día a día, con la vida concreta, real y auténtica. Si no nos pensamos desde esta sencillez y radicalidad (en el sentido de raíz) dejamos de pensar en nosotros, en qué proyecto tenemos como humanos, qué problemas queremos solucionar y qué valores nos guían. No toda la tecnología es buena y los límites los ponemos nosotros.

-Esto no se enseña en las facultades. No, porque hay una creencia falsa de que la ciencia es neutra. No es habitual que en las facultades de ciencias se planteen otras visiones del conocimiento y en ciertos ámbitos científicos incluso se tiende a desprestigiar otras disciplinas. Y a la inversa, en el ámbito humanístico esto de la ciencia parece cosa de...

-...frikis? Hay como una repulsión entre los dos ámbitos y esto dificulta mucho el diálogo y la incorporación de asignaturas de reflexión sobre la propia ciencia.

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-¿Acabaremos destruyendo el mundo? Cuando se abordan las implicaciones de los avances científico-tecnológicos se tiende a ir al extremo. En el caso de la nanotecnología, se habla mucho del transhumanismo, de nanorobots que pueden descontrolarse y de la alteración del orden natural de la materia. Quizá esto sea lo más llamativo para los medios de comunicación...

-Vaya, ya nos la hemos vuelto a cargar. ... pero hay problemas más urgentes: ¿cómo gestionamos los recursos destinados a la tecnología? ¿En manos de quién está el conocimiento? ¿Quién se beneficia de él? Esto es más urgente que los nanorobots.