Gente corriente

Jaume Jané i Grau: "La escuela me enseñó a actuar con el corazón"

Es fruto de un breve pero fascinante periodo en el que las escuelas fueron fábricas de personas buenas y libres.

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zentauroepp42865586 barcelona 10 04 2018 jaume jan nascut al 1927 s un dels 180417193016 / ÁLVARO MONGE

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Gemma Tramullas
Gemma Tramullas

Periodista

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En el proceso de pensar la escuela del siglo XXI se ha hablado mucho de evaluaciones académicas tipo informe PISA y de modelos educativos como el finlandés, pero menos veces se acude a referentes históricos propios. Jaume Jané i Grau (Barcelona, 1927) es uno de los pocos testimonios vivos de una experiencia pedagógica excepcional que protagonizaron las 11 escuelas del Patronat Escolar de Barcelona durante la II República.  

–Usted llamó a EL PERIÓDICO tras leer una contraportada sobre el papel de los cuáqueros  Sí, porque lo que vi escrito era exactamente lo que yo había vivido. Íbamos a la escuela sin desayunar y allí nos daban cada día un vaso de leche y un trozo de pan que tenía muy buen sabor. Pero hasta que leí la entrevista no supe que, si comíamos, era gracias a los cuáqueros.

–Alimentaron a toda una generación de escolares durante el invierno de 1938. Mi hermano y yo nos guardamos el pan dos días para dárselo a nuestros padres el domingo. Supongo que fue una forma de demostrarles nuestro amor y ellos lo agradecieron con lágrimas porque nos faltaba de todo.

–Usted estudió en el Grup Escolar Lluís Vives de Sants, que se inauguró en 1931. Ahora se llama Col.legi d’Educació Infantil i Primària Lluís Vives. Mi vida está marcada por aquella escuela, allí me enseñaron a pensar y a actuar con el corazón. Quizá esto mismo era lo que guiaba a  los cuáqueros.

–Y todo este tiempo ha guardado como un tesoro un documento escolar de la época. Se trata del primer número (y el último) de la revista Vives, que salió de la imprenta escolar en mayo de 1936. El contenido refleja las sucesivas etapas educativas a través de escritos y dibujos de los alumnos.

–Veo que usted firma un breve escrito. Fueron mis primeras y únicas declaraciones [ríe]. También hay fotografías del corral, del huerto y de todas las clases que hacíamos experimentando al aire libre. 

–Aprender así es emocionante. Yo no quería perderme ni un día de escuela. Al llegar el verano, nos llevábamos los tiestos de flores a casa para cuidarlas.

–Son detalles muy reveladores. Es una buena filosofía de vida, ¿verdad?: el cuidado de los seres vivos y el máximo respeto a las personas.

–La igualdad era otro pilar de la escuela. Niños y niñas compartíamos servicios. Nos enseñaron a levantar la tapa del váter y a dejarlo después como estaba, y en el patio teníamos que dejar jugar a básquet a las niñas que quisieran. Todos hacíamos de todo, desde cocina hasta ballet, y veíamos películas como El acorazado Potemkin

–Eran muy avanzados.  Desde párvulos hasta los cursos superiores, nos formábamos en todas las disciplinas artísticas posibles: dibujo, pintura, cerámica, música... 

–Materias que forman la sensibilidad y que ahora están poco valoradas. Las clases eran casi todas en catalán y no había lugar para la religión ni para la propaganda. En plena guerra, nunca nos hablaron de enemigos ni fomentaron el odio hacia nadie. 

–Aquellos profesores fueron ejecutados o forzados al exilio. Eran personas excepcionales, pero cuando volvimos a la escuela después de la guerra ya no estaban. En su lugar, había una cruz y un retrato de Franco.

–Cuánto tiempo perdido, señor Jané. Quiero regalarle la revista, así podrá leerla sosegadamente y comprender el alcance de aquel modelo de enseñanza.

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–Pero...

–Por favor, acéptela. Es la primera vez que alguien me escucha hablando de esto.