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«Hacer el tránsito es como lanzarse al vacío»

Activista trans, Dorian hace pedagogía sobre las identidades no binarias. Investiga la relación entre género y lenguaje

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Olga Merino
Olga Merino

Periodista y escritora

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Hace apenas unos meses, decidió desvelar su identidad trans y pasar a ser conocida como Dorian (Tarragona, 1998). Estudia Traducción e Interpretación, con japonés e inglés, en la Universitat Autònoma.

–¿Cómo debo dirigirme a usted? De tú y en femenino.

–¿Dorian? ¿Por qué? Lo elegí porque es un nombre neutro y porque me recuerda a El retrato de Dorian Gray, de Oscar Wilde. Me gusta jugar con la idea de la eterna juventud: como no tengo barba y mi cara es infantil, parece que me esté volviendo joven desde que hice el clic del cambio.

–¿Puede explicar el género no binario? No soy ni hombre ni mujer, sino otra cosa. Yo me identifico como género no binario, y somos bastantes. Un reciente estudio en EEUU demuestra que un tercio de la comunidad trans se considera no binaria.

–Ajá. Algunos no lo comprenden, pero yo tampoco entiendo el chino ni lo hablo y no por ello dudo de su existencia. Que no lo entiendan no les legitima para faltarme al respeto 

–¿Cómo se articula eso en la vida diaria? Es bastante complicado porque la gente tiende a leerte de una forma o de otra. Cuando entro en un bar, parecen más interesados en preguntarme «qué eres» en lugar de  «qué quieres tomar».

–¿Qué es lo más difícil de gestionar? Hacer el tránsito es como lanzarse al vacío; no sabes si hay salida, si vas a tener un entorno que te apoye. A veces, nos usan como fetiche mediático. Pero las mujeres trans lo tienen mucho más difícil.

–Yo le leo como chico. No sé si debo. [Se ríe] Es difícil no encasillar de forma no binaria a la gente, pero se puede desaprender. Mi apariencia física es masculina, aunque me identifico más con los valores femeninos: reivindico la sensibilidad, soy protectora y procuro no ser agresiva.

–Ya. A mí me leen como lesbiana muy masculina o bien como hombre gay, pese a que no oculto mis pechos. Y le aseguro que el trato como varón es muy diferente.

–Explique, por favor. Como hombre me siento más segura en el espacio público. Y noto que me interrumpen menos en las conversaciones.

–¿Cuándo empezó el cuestionamiento? Durante la infancia no me lo planteé para nada y me sentía cómoda como mujer, aunque era bastante antidiademas.

 

–¿Sufrió acoso en la escuela? En absoluto. Fue una infancia bastante tranquila; tuve suerte en ese aspecto.

–¿Cómo se lo tomaron en casa? Al principio, les costó, porque vengo de una familia muy tradicional. 

–¿Se lleva peor en las zonas rurales? Tiene sus ventajas. Aunque la mentalidad suele ser más conservadora y faltan espacios LGTB, te sientes más segura que en el espacio anónimo de la ciudad; la gente se lo piensa dos veces antes de agredirte.

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–¿Se ha sentido sola? Es un camino que debes hacer solo. No he sentido abandono, pero sí la falta de alguien al lado que esté pasando por el mismo proceso… Algunas de mis amigas de la infancia, las menos, han cortado completamente el contacto conmigo.

–¿Le molesta que la haya entrevistado? Se me hace raro, porque considero que mi vida no es tan interesante, pero al mismo tiempo me siento con cierta responsabilidad moral, sin que suene pedante. Me he visto con tal falta de referentes que me parece necesario ir abriendo camino.