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"No fui una heroína; hice lo que tocaba entonces"

Carmen Romero es una de las protagonistas de 'El Cinturón Rojo', un documental histórico sobre la lucha obreraen el Baix Llobregat

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zentauroepp37516327 cornella de llobregat baix llobregat 02 03 2017 cont170305213131 / JOAN PUIG

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Olga Merino
Olga Merino

Periodista y escritora

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El documental 'El Cinturón Rojo', dirigido por Luis Campo Vidal, analiza la lucha en la periferia barcelonesa en los últimos años del franquismo a través de 30 de sus protagonistas, entre ellos Carmen Romero López (Peñarroya–Pueblonuevo, Córdoba, 1952). Su testimonio supone un homenaje a la mujer trabajadora.

–Nos instalamos en Sant Ildefons en febrero de 1963, en los bloques azules; yo tenía 10 años cuando llegué a la «ciudad satélite» de Cornellà. A mi padre, entonces con 33 años, le habían detectado silicosis y se colocó pintando hoteles y apartamentos en la Costa Brava. Mi madre fregaba escaleras.

–¿Cómo le nace la conciencia social? Por la situación que se vivía en ese momento. Había tantas injusticias que tenías mucho campo: pedir un ambulatorio, un mercado o la canalización de las calles.

–Las chicas lo tenían más difícil, supongo. Al principio, no había posibilidad de que pudiésemos estudiar bachillerato aquí, en Cornellà; solo podían hacerlo los chicos. A los 15 años, me habría gustado ser un hombre porque ellos tenían más libertad.

–Ya. El control social, familiar y religioso era muy fuerte. Teníamos que llegar a casa a las nueve de la noche, como máximo. Cuando íbamos de excursión, mis padres no me dejaban pasar la noche fuera, aunque nos acompañaran curas como Joan García–Nieto.

–Los curas rojos. García-Nieto, Isidoro, Miquel Martí… Eran sacerdotes que desarrollaban su acción pastoral dentro del movimiento obrero. Yo adquiero conciencia política a través de las comunidades cristianas de base.  

–Tiraba octavillas de madrugada. A eso de las cinco de la mañana, a la hora en que comenzaban a entrar en las fábricas. Me afilié al PSUC en 1973.

–¿Y en casa, qué decían? No sabían nada. Solo cuando se enteran, me explican que mi abuelo y un tío habían sido fusilados. Antes, silencio total.

–Trabajó en la Elsa, la fábrica de vidrio. Hacíamos vasos, copas, los envases del yogur Danone, las botellas de Anís del Mono... Mi puesto, como secretaria de personal y de nóminas, me permitía moverme muy bien por la fábrica para introducir octavillas o propaganda.

–Las condiciones de trabajo eran duras. Durísimas. Por las elevadas temperaturas y por los turnos: los hornos no podían apagarse. Allí se organizó la primera huelga general del Baix Llobregat, en 1974.

–Como mujer, ¿era usted la excepción? En casi todas las empresas había una sección entera femenina, para trabajos más delicados, y a veces nosotras éramos más activas, más inquietas que ellos.

–¿…? Se consideraba que el del hombre era el sueldo principal de la casa y un trabajo para toda la vida, mientras que muchas mujeres lo dejaban al casarse. Aun así, éramos fundamentales organizando las cajas de resistencia cuando había huelgas.  

–A todo esto, usted también estudiaba. Completé la carrera de Filología Hispánica. Luego, entré a trabajar en el primer ambulatorio de Cornellà y después fui profesora en el IES Ferrer i Guàrdia.

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–Más la casa y los hijos. ¿Habré tenido dos vidas? [Ríe]… Desde las seis de la mañana, ya estaba en danza. Como muchas. No he sido ninguna heroína; hice lo que tocaba entonces.       

['El Cinturón Rojo' se proyecta este martes, a las 20.00 horas, en Cinemes Girona (Girona, 175), coincidiendo con su salida en formato de libro, editado por Sagesse].