Nueva etapa en Venezuela

Entre el héroe y el villano

La carga ideológica y la emotividad convierten un debate sobre Chávez en un consenso imposible

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Chávez, junto a sus hijas Rosa (izquierda) y Maria, en Caracas en julio del 2011.

Chávez, junto a sus hijas Rosa (izquierda) y Maria, en Caracas en julio del 2011. / REUTERS / CARLOS GARCÍA

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Joan Cañete Bayle
Joan Cañete Bayle

Subdirector de EL PERIÓDICO.

Especialista en Internacional, Transformación Digital, Política, Sociedad, Información Local, Análisis de Audiencias

Escribe desde España, Estados Unidos, Israel, Palestina, Oriente Medio

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De los ríos de tinto que se han escrito esta semana con motivo de la muerte de Hugo Chávez, fijémonos en dos artículos. Primero, en el obituario que publicó en The New Yorker el periodista estadounidense Jon Lee Anderson: «Lo que [Chávez] deja tras de sí -escribió Anderson- es un país que, en algunas cosas, nunca volverá a ser el mismo y, en otras, es la misma Venezuela de siempre: uno de los países más ricos en petróleo y, al mismo tiempo, uno de los países socialmente más desiguales del mundo». La segunda pieza es la que Pere Vilanova, catedrático de Ciencia Política de la UB, escribió en este diario reclamando un alejamiento de la «intensidad emocional» a la hora de analizar a Chávez.

Tarea harto complicada, ya que la de Chávez es la figura del consenso imposible; ese ser dos cosas al mismo tiempo al que se refiere Anderson es el rasgo político que mejor define al fallecido líder venezolano. Terreno abonado, pues, para las posturas encontradas; más aún si se le añade esa emotividad que está presente en la gran mayoría de las opiniones, interpretaciones y análisis sobre él. Si era así en vida, con más

motivo en su muerte.

Dos ejemplos -procedentes ambos de Venezuela- de las decenas de opiniones de lectores sobre Chávez que hemos recibido esta semana en EL PERIÓDICO. Joanna Saler (Caracas): «Venezuela y el mundo hemos ganado con su desaparición. Su legado es de muerte -miles de ciudadanos mueren en Venezuela por la inseguridad-, corrupción, inflación, deuda, déficit, violación de los derechos humanos y de la Constitución, persecución a los opositores, expropiaciones sin pago, violencia, mentiras, resentimiento, rencor...»

Ruth Ferrebús (Maracaibo): «Luchador incansable, su pueblo siempre fue prioridad, especialmente los menos favorecidos. Su trabajo representa la lucha por la educación, los derechos de las mujeres, la salud y la seguridad social para las personas de la tercera edad… Alcanzó a unir a muchos pueblos de la América, porque ese es el camino para ganar el respeto mundial».

EL TEMA DE LA SEMANA Con la excepción del conflicto entre palestinos e israelís (otro asunto de posturas extremas y emotividad a flor de piel), la actualidad internacional no suele ser el tema sobre el que más escriben los lectores del diario, pero a lomos de esta dualidad la muerte de Chávez ha sido el asunto más debatido esta semana. Muchos son los lectores que han expresado su admiración. «Dejando al margen el populismo, ha sido un gran líder para Venezuela y para la izquierda hispanoamericana» (Ana Maria Fabregat. Reus); «Chávez ganó una docena de elecciones y usó la democracia como medio para la mayoría menos poderosa» (Juan Francisco Lerena. Madrid); «Se acusa a Hugo Chávez de 'liberticida', 'terrorista' e incluso 'demonio'. ¿Es por haber alfabetizado a millones de niños?» (Toni Yus. Tàrrega),

También hay lectores, aunque bastante menos, que se apuntan al bando contrario. «No ha sabido utilizar la riqueza del petróleo para afianzar la democracia. Ha desunido el país y ha limitado los derechos a los que no piensan como él. Ejemplo del neocomunismo corrupto y corruptor» (Francesc Colibrí. Sitges); «Fue un dictador de la peor especie: aquel que llega al poder gracias a los votos de la gente, como Berlusconi, como Mursi» (Toni Canals. Sant Cugat); «Su revolución fue una gran idea, pero se rodeó de gente poco preparada y ávida de dinero. No supo convertir sus ideas en realidad, y hundió al país en la ruina» (Enric Martínez. Barcelona).

Conclusión: muchas opiniones, la mayoría a favor de la figura de Chávez, muy cargadas ideológicamente y muy emotivas. No es de extrañar, pues, que el diario haya recibido, en las redes sociales y a través de las cartas al director, numerosas críticas por la portada del 6 de marzo. «El caudillo se calla», fue el título. Y a muchos no les gustó: «Una falta de sensibilidad por vuestra parte» (José Gutiérrez); «Desafortunada su portada para una noticia que enluta millones de personas» (Lementov Becerra. Salou). «No alcanzo a descifrar la ironía de lo de 'Caudillo', que no es la traducción correcta de 'Comandante', como su pueblo lo designó

y lo votó» (Héctor Sixto. Gavà).

La cantidad y la vehemencia de las opiniones recibidas son un ejemplo de que, como decía Vilanova en su artículo, Chávez y el chavismo tienen una proyección internacional que no es proporcional al peso internacional de Venezuela. Por tanto, no puede negarse al Chávez político su condición de referente para la izquierda no ya en América Latina, sino en Europa, sobre todo en la Europa azotada por la crisis y castigada por la austeridad («Ojala tuviéramos un Chávez en el sur de Europa, para parar los pies a la troika. Llámenlo populismo si quieren. Mil veces antes populismo que el colonialismo y la esclavitud de los que ahora disfrutamos». Paco Priego. Barcelona).

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A esta popularidad contribuyeron su postura antiestadounidense -que se fue radicalizando a medida que se afianzaba su deriva socialista- y su papel indiscutible en la formación y llegada al poder de la nueva izquierda latinoamericana.

GUERRA FRÍA En estos dos rasgos encontramos de nuevo la dualidad irreconciliable que es la marca de la casa del legado de Chávez, que puede ser un líder anclado en la «lógica de la guerra fría» (en palabras de Jon Lee Anderson) y un caudillo latinoamericano de libro surgido del otoño del patriarca y, al mismo tiempo, el referente clave de una parte importante de la izquierda moderna en todo el mundo. «Las personas como Chávez -reflexiona la lectora Mercè Mora- nunca mueren del todo, porque siempre serán recordadas». No hay duda de que, para lo bueno y para lo malo, ese es el caso de Hugo Chávez.