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Elena Musa: "La educación es tan vital como alimentarse"

Hija de palestinos, entró en campos de refugiados de Jordania para hacer su trabajo de bachillerato

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zentauroepp43759253 barcelona 14 06 2018 elena musa filla de refugiats palestin180615164925 / ÁLVARO MONGE

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Gemma Tramullas
Gemma Tramullas

Periodista

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¿Qué hace una alumna del instituto Santa Eulàlia de L’Hospitalet de Llobregat en uno de los campos de refugiados más hostiles y opacos de Jordania? Tras mil peripecias, en verano de 2017 Elena Musa Khreishah (L’Hospitalet, 2000) entró en el campo de Al Zaatari para investigar la situación de la educación de los refugiados sirios como parte de su trabajo de final de bachillerato, titulado 'Human Rights: Fiction or Reality? (Derechos humanos: ¿ficción o realidad?)'. Su precoz compromiso, que le ha reportado el Premi Recerca per la Pau que convoca la Universitat de Barcelona, también le ha abierto las puertas de la prestigiosa universidad Queen Mary de Londres, donde el próximo curso estudiará Derecho.

Ser hija de refugiados palestinos marca. 

Decidí estudiar Derecho porque soy muy consciente de lo que ha pasado mi familia.

¿Qué les pasó?

Tras la guerra de 1967 mi padre huyó a Jordania. Pese a la miseria, fue a la escuela y pudo estudiar una carrera en Estados Unidos. Abrió una empresa en Kuwait, pero tras la invasión de 1990 lo perdió todo y emigró a L’Hospitalet, donde se instaló con mi madre, que también era refugiada en Jordania.

 

¿Cuándo fue consciente de sus raíces?

Hace cuatro años empecé a hacer preguntas y a leer sobre Palestina. Sin haber estado allí, me siento muy conectada. Cuando oigo que ha habido muertos siento una angustia que me ahoga. Esta doble identidad palestina y europea me ha hecho muy adaptable. Mi casa es donde vive la gente que quiero; es una patria emocional. Ser palestino es eso.

¿Cómo logró entrar en Al Zaatari?

Estuve dos meses en Jordania, donde tengo una extensa familia, y todos mis parientes movilizaron a sus contactos. Cuando solo faltaban tres días para volver a España, logré el permiso para entrar. Sin mi familia nunca lo hubiera conseguido.

¿Qué impresión le causó el campo?

Hice dos visitas. La primera vez me perdí buscando el edificio de dirección y estaba tan tensa que no me fijé mucho. Estoy un poco decepcionada conmigo misma por eso.

Es comprensible.

Al Zaatari se abrió hace 4 años en el desierto. 78.000 personas viven en barracones y hay mucha criminalidad. La segunda vez que entré me acompañaron unos policías que me metían mucha prisa. Quería saber cuántas escuelas hay, cuántos alumnos son por aula, qué recursos tienen... En una hora visité escuelas, hice fotos y vídeos (sin que me vieran) y hablé con mucha gente.

¿Qué resultados obtuvo?

En los campos sirios, un 38% de los menores no estudian, porque la escuela está muy lejos de sus casas y no hay transporte. A veces les falta documentación y eso les impide acudir a la escuela oficial. Por eso tienen mucha importancia las escuelas no formales, que llevan Save the Children o Unicef. En invierno hace mucho frío y en verano mucho calor y no hay electricidad.

También estuvo en un campo palestino.

Visité el campo de refugiados de Al Baqa’a, que existe desde 1968. Allí hay pocas escuelas, están muy viejas y hay más de 50 alumnos por aula. La crisis de refugiados de Siria es brutal pero la de los palestinos es igual de brutal y está olvidada. Unicef está construyendo escuelas en los campos sirios, pero en los palestinos todo sigue igual. 

En los campos la urgencia es sobrevivir.

Cuando hay una crisis de refugiados se destina mucho dinero a alimentación y vivienda, pero la educación es tan vital como alimentarse. Mi padre pudo tener una vida mucho mejor porque pudo estudiar en Jordania. El derecho a la educación es el que te permite ejercer todos los demás derechos. 

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¿Qué nota le han puesto del trabajo?

Un 10, pero yo no buscaba la nota. Mi objetivo era contar algo que no se sabe, dar una imagen real de la situación de la educación, sin paternalismos, y que la gente lo leyera y fuera más consciente.