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Artur Amich:«Si la dopamina baja de golpe, me puedo quedar clavado en medio de un paso de peatones»

Después de 26 años de auditar cuentas, Artur Amich tomó a los 47 años las riendas de otra gran misión: vivir el párkinson y descubrirlo

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zentauroepp38097027 castelldefels 18 04 2017 contra artur amich te parkinson i h170419183606 / PAU MARTÍ

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Carme Escales
Carme Escales

Periodista

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'Párkinson, ¿y ahora qué?' Es la cuestión que aterriza en la vida de las personas frente a la confirmación de un diagnóstico como el de la enfermedad de Artur Amich (Barcelona, 1966). La pregunta, en ese nuevo punto de partida vital titula, además, el libro que recoge vivencias y reflexiones de este auditor de cuentas al que, en enero del 2014, cuando tenía 47 años, le diagnosticaron párkinson. Todo el empeño, fervor, responsabilidad y tenacidad que había puesto en su carrera profesional, hacen diana ahora en cada incógnita de su vida como paciente. Lo aprendido lo comparte, en un blog y en el libro.

–Cogió la baja y se puso a trabajar, mucho. Sí, yo no puedo estar sin hacer nada. Y, de hecho, no me resulta nada fácil dedicarme a mí mismo, por eso mi enfermedad empezó a tener sentido cuando compartí lo que he ido descubriendo, desde el proceder de los médicos al darte el diagnóstico y todas las dudas que te surgen, hasta indagar sobre los avances de la investigación y el papel tan importante que tienen en ella las asociaciones de enfermos de párkinson, pasando por las etapas de evolución de la enfermedad.

–Su libro, 'Párkinson, ¿y ahora qué?' (Ed. Gent i Terra) ¿relata o también aconseja? Hay muchos consejos en él, sin querer ser ningún método, ni guía. No es un libro médico, ni pretende prescribir, pero en base a lo que yo he ido y voy viviendo, porque sigo escribiendo mi blog [el libro recopila contenidos que Amich dejó ir en www.conviviendoconelparkinson.com] comparto información a quien lo tenga o no.

–¿Médicos también? Sí, eso es muy importante. Los médicos deben saber entrar en las enfermedades, no solo investigando en el laboratorio, sino también a través de la mirada del paciente, de su vivencia como enfermos y protagonistas en esa enfermedad. Los síntomas, tanto como la manera de vivir el párkinson, cómo nos afecta emocionalmente, también deben tenerse en cuenta a la hora de facilitar un buen manual de instrucciones a quien sea diagnosticado.

–¿Usted tuvo ese manual? No, y considero que en el momento del diagnóstico, algo que te cambia la vida para siempre, el 'pack' de información debería ser más extenso. Pero me hago a la idea de que hay pocos neurólogos para tantos pacientes, no hay tiempo para la verdadera comunicación entre médico y paciente.

–Este viernes, precisamente, hablará de ello ante profesionales de la salud, en la Facultad de Medicina del Hospital Clínic. Sí, desde el Hospital Universitari del Clínic, igual que desde la Associació Catalana per al Parkinson (www.catparkinson.org), me están apoyando a difundir el libro. Y el próximo martes, día 25, también lo daremos a  conocer en el Col·legi de Censors Jurats de Comtes de Catalunya, un acto abierto a todo el mundo (www.auditorscensors.com).

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–Su libro puede ser referente para otros pacientes y aportar luz, también, a la comunidad médica. ¿De dónde recibe usted luz sobre la enfermedad de Parkinson? Sobre todo, observándome, y todo aquello que me sucede según lo que haga cada día, según mi dieta, ejercicio, estrés... La clave es organizar lo que tengo que hacer en función de lo que sé que me puede ocurrir. Si la dopamina [un neurotransmisor del sistema nervioso] baja de golpe, me puedo quedar clavado en medio de un paso de peatones o en la caja del supermercado, provocando cola por mi lentitud al pagar. 

–¿Indaga qué se hace en otros países? Sí, la fundación de Michael J. Fox (www.michaeljfox.org) es un gran referente mundial. Aporta muchísimo dinero a la investigación, que es la esperanza. A mí me gustaría hacer algo potente, querría dejar un gran legado social, el máximo que pueda. De momento, he donado mi cerebro y tejidos nerviosos a la ciencia.