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Miguel Moreno: «Dalí me hizo un dibujo porque lo traté como a uno más»

Fue en el 72 a casa del genio a poner un toldo y acabó animando una de sus fiestas privadas

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zentauroepp41839757 miguel moreno contra contraportada180204162246 / JOAN PUIG

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Manuel Arenas
Manuel Arenas

Redactor y coordinador del equipo de información del área metropolitana de Barcelona

Especialista en historias locales, audiencias e información del área metropolitana de Barcelona y reporterismo social

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"Tienes que ir a Cadaqués a ponerle un toldo a Salvador Dalí". Así se lo dijeron en la tienda de toldos donde trabajaba en 1972 a Miguel Moreno (Torreblascopedro, Jaén, 1944). Mientras le instalaba el toldo al genio, Miguel empezó a silbar y tocar pasodobles emulando una trompetilla con la boca, algo que siempre hacía en los bares de su ciudad, Santa Coloma de Gramenet. El gracejo descomunal de este andaluz encandiló a Dalí, que le acabó pidiendo que animara una de sus fiestas y le regaló un dibujo hecho a boli como agradecimiento.

-Le está poniendo el toldo a Dalí, y... Mientras lo instalaba, me puse a silbar. Y llega él. “¡Buenos días!”, me dice. “¡Buenos días!”. “Oiga, ¿usted es andaluz?”. Digo: “Sí, ¡soy de Jaén y a mucha honra!”. Dice: “¡Vale, vale, vale!” (ríe). Seguí con el trabajo y veo que se medio esconde.

-¿Qué tramaba? Al rato vuelve: "Oye, ten cuidado no vayas a caerte a la piscina, eh". "Qué piscina?". "¡Esta!". "Esto es una piscina? Si es peor que el canal que tengo yo en el pueblo!". El tío pensaría: "Me cago en diez con este tío…".

-Vaya cachondeo. Empiezo otra vez con mi musiquilla. Vuelve: "Oiga, le quiero pedir un favor. Tengo hoy una fiesta con amigos: ¿usted me la podría alegrar con su musiquilla?".

-Y aceptó. Le dije: "Mire, sí, le voy a alegrar la fiesta, hombre. Prepáreme un bidón de gasoil y un saco de yeso". Se quedó pensativo, pero me dijo: "Ahí lo tendrás".

-¿Cómo fue la fiesta? Había unas 200 personas, casi todas extranjeras. Puse el saco en la parte rota del bidón para que sonara bien; le pedí a Dalí un peine, cogí una quiniela y me lié a tocar: el pasodoble de ‘El Cordobés’, el ‘Congratulations’…todo el mundo bailando.

-¿Qué hacía Dalí? Se sentó al lado mío, como si fuera el que me pone las partituras, y tras cada canción me echaba una copita de champán. A veces se levantaba a advertir a quien él sospechaba que podía robarle algo.

-¿Qué pasó cuando acabó de tocar? Pidió un papel y me hizo un dibujo. Le dije: "Bueno, ¿y esto qué leches es?" (ríe). “Es un ángel tocando con un peine”. "Vale, vale". Estuve tres días con la obra del toldo: me enseñó su casa e incluso me ofreció la llave por si necesitaba algo.

-Menuda anécdota. Me enseñó el vasito donde guardaba los bigotes postizos. Luego llego aquí y leo que un millonario pagó 30 millones de pesetas por la prolongación del bigote (ríe). ¡Será posible! Por la porquería del bigote ese que lo tuve yo en la mano!

-¿Por qué cree que le trató tan bien? Porque se dio cuenta de que a mí no me importaba nada de lo que tenía. Estaba acostumbrado a que la gente le hiciera reverencias, y yo lo traté como a uno más. Tuve el privilegio de estar con él, pero también él de estar conmigo, porque en la fiesta el tío disfrutó que no veas.

-¿Cómo era Dalí en privado? Un tío cojonudo y muy normal. Y te lo digo de corazón: cuando vi con mis ojos la maravilla que estaba dibujando ese hombre, unos ángeles que vienen del cielo…ahí dije: “Ojalá que esta persona no se muera nunca”.

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-¿Autentificó el dibujo? Sí, me ofrecieron por él 300.000 pesetas a finales de los 70, pero dije que no, que a mí el dinero, aunque no tenía mucho, me daba igual, pero el recuerdo de mi amigo me lo quedaba.

-¿Supo algo más de él? Me dijo que me enviaría su libro a casa, pero no lo hizo y tampoco me preocupé. Quien lo trate de loco está muy equivocado. Ese hombre era más formal que nosotros. Y se ve que le gustaban las personas que lo trataban de tú a tú: lo noté cuando le dije que lo que tenía en casa no era una piscina.