Anna Sanitjas: "El incendio de 1994 marcó mi relación con el paisaje"

Es la decana de los ingenieros forestales de Catalunya. Una mujer, que conste. No la hagan enfadar este verano.

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zentauroepp44170807 contraportada anna sanitjas ingeniera forestal montseny c180706133838 / Núria Mir Buxalleu

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Núria Navarro
Núria Navarro

Periodista

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Hay belleza en pertenecer a un paisaje y dedicar la vida a protegerlo como si fuera una criatura antigua y sabia. Anna Sanitjas (Vic, 1978) creció en una masía de Sant Feliu de Buixalleu, un pueblo pequeño del Baix Montseny. Y no solo se convirtió en ingeniera forestal del parque natural. También es la decana del Col.legi d’Enginyers de Forests de Catalunya.

¿Cuántas camisas a cuadros hay en su armario?

[Ríe] Ni una.

Es un sector masculinizado.

En parte, acepté ser decana para que se visualice el trabajo de las ingenieras forestales. Somos el 30% y todas hemos saltado algunas barreras.

¿Vive en el bosque?

Vivo en Arbúcies. Pero de niña abría la puerta del 'mas' y ahí estaba.

Eso marcó su futuro...

Lo marcó el incendio de 1994 [el aire cálido y seco del norte de África causó dos devestadoras oleadas de fuego aquel verano]. Yo tenía 16 años. Las llamas llegaron a 25 metros de casa. Se me quedaron gravados la sensación de impotencia, pero también el valor de la acción colectiva para sofocarlo, y para luego talar y replantar árboles.

Hayedo del Montseny, en otoño. / JORDI BAS

¿El Montseny es un ser delicado?

Es un macizo vivo. Su equilibrio depende de los 1.500 mujeres y hombres que viven y trabajan en el parque. El paisaje en mosaico –bosque, campo, huerta– ha ido decreciendo y la gestión forestal trata de impedir que desaparezca. Cuando se abandona un bosque mediterráneo, crece sotobosque, aumenta la densidad de árboles y se vuelve más vulnerable a incendios, sequía y plagas.

¿La peor plaga es el dominguero?

Estar a menos de una hora de ciudades como Barcelona o Girona hace que la afluencia esté entre los 800.000 y el millón de visitantes al año, que se concentran, sobre todo, en tiempo de setas y nevadas. La clave es dar herramientas para que puedan disfrutar sin masificación.

"El equilibrio del Montseny depende de las mujeres y los hombres que viven y trabajan en el parque"

¿Usted lo disfruta?

De muchas maneras. Cuando entras en un bosque de grandes árboles te invade una sensación de calma y te permite valorar lo que es importante. Pero también lo disfruto calentándome con leña de encina en la chimenea o comiendo con amigos sobre una mesa maciza de roble.   

¿Y en qué consisten sus cuidados?

En la adaptación al cambio climático, en buscar nuevos modelos de gestión para que resista la sequía, en inventariar bosques de árboles con más de 100 años...

¿Nota el cambio climático?

Sí. Hay cambios en la distribución de las especies forestales. Las hayas colonizan cotas más altas, donde había prados, y en su lugar se instalan las encinas, que resisten mejor el calor. Eso se traduce en una menor productividad: hay menos gente que trabaja la tierra porque la rentabilidad es muy baja.

Se ocupa por todos ellos y, además, de una familia numerosa.

Tengo tres hijas, Núria, Laia y Aina, de 10, 8 y 6 años. Mi pareja, que también es forestal, y yo queremos transmitirles la responsabilidad que tenemos de mantener el paisaje.

¿Tiene un trozo muy suyo?

Los hayedos del Matagalls. Allí siento que formo parte de un ciclo mucho más grande.  

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