GUERRA EN SIRIA

Drama en la frontera turco-siria

El enviado especial de EL PERIÓDICO vuelve a entrar en Siria cuando el conflicto cumple dos años

Refugiados sirios a la espera de cruzar la frontera turca.

Refugiados sirios a la espera de cruzar la frontera turca. / periodico

MARC MARGINEDAS / Bab El Haua (frontera turco-siria)

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Las generalizaciones en las que en ocasiones incurren los medios de comunicación han concedido a Turquía el papel de amigo y protector del bando rebelde en la guerra que asuela a Siria desde hace casi dos años, pero cualquier recién llegado que cruce la frontera turco-siria por el paso de Bab El Haua se verá obligado a introducir, raudo, matizaciones de peso en esas interpretaciones estereotipadas repetidas hasta la saciedad.

La imponente verja de metal que proteje el puesto policial turco está cerrada a cal y canto hasta las 10 de la mañana, pese a que, a diario, un gentío se congrega en sus alrededores en las horas previas a esa apertura, intentando hacer llegar a través de los barrotes, a unos malcarados agentes, pasaportes y otros documentos que acrediten su identidad. Pero solo cuando lo marca la hora señalada se abre un pequeño portón de la enorme jaula para que los policías vayan permitiendo, uno a uno, entre gritos, empujones y malos tratos, el paso de viajeros, muchos de ellos portadores de simples documentos semioficiales que serán aceptados o no con absoluta arbitrariedad. Las guerras generan importantes flujos humanos en las fronteras en ambos sentidos -no solo en uno-, pero el vecino turco no parece estar por la labor de facilitarlos. La entrada en Siria tampoco ofrece mejores perspectivas: un campo de desplazados compuesto por cientos de tiendas de campaña, a todas luces precario y desatendido, se ha instalado en el lado sirio.

Pese a que la guerra está a punto de cumplir 24 meses y un pedazo importante del norte del país se halla en manos de los rebeldes, los largos trayectos en coche, en los que se dan grandes rodeos para evitar las posiciones gubernamentales, están a la orden del día. El viaje desde Turquía hasta el barrio de Shaar, en Alepo, es un buen ejemplo de ello: los vehículos pueden emplear hasta tres horas en recorrer una distancia, en realidad, de unas decenas de kilómetros en línea recta, atravesando paupérrimas ciudades dormitorio por carreteras de pésimo asfalto. En ciertos tramos de la ruta que transcurren por espacios abiertos y sin urbanizar, los coches y las motocicletas deben circular con las luces de posición apagadas, y sus conductores agudizando la vista para no precipitarse hacia la cuneta.