Manual para que su hijo lea

Club de lectura de alumnos del colegio Carlit en la librería La Caixa d'Eines de BCN.

Club de lectura de alumnos del colegio Carlit en la librería La Caixa d'Eines de BCN.

MARÍA JESÚS IBÁÑEZ / BARCELONA

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Cuenta Mariona Prats el caso de una niña que se aficionó a los libros cuando su madre le regaló una linterna. «Puedes usarla para leer a escondidas entre las sábanas, como si estuvieras de acampada», sugirió la madre. Y la niña lo hizo. Primero, empujada por el placer de estar haciendo algo secreto. Luego, porque le cogió gusto a la lectura.

«Lo importante, en definitiva, es que lean, aunque sea siempre sobre el mismo tema, aunque se sepan ya la trama de memoria», insiste Prats. Y explica ahora el caso del niño que solo leía historias de animales... O más concretamente, de dinosaurios. «Los padres me lo explicaron casi preocupados porque veían que se estaba convirtiendo en algo obsesivo», indica esta maestra, especialista en bibliotecas escolares y fomento de la lectura. «Les dije que le dejaran hacer», comenta.

Tras la etapa de aprendizaje inicial, habitualmente entre los cuatro y los siete años, en que los estudiantes adquieren la mecánica de la lectura, «es incluso recomendable que el niño relea luego los libros que más le han gustado», agrega una técnica del plan de impulso a la lectura, que en Catalunya siguen más de 850 colegios e institutos. Con la relectura de un texto ya conocido, el menor «consolida la comprensión del contenido y gana confianza y autoestima, porque ve que ya entiende lo que lee», agrega esta experta.

El momento decisivo para crear niños lectores es entre los siete y los nueve años. «Es la edad en la que hay que incidir en el hábito de la lectura, igual que se trabajan otros hábitos como el alimentario», defiende Mònica Pereña, subdirectora general de Llengua i Plurilingüisme de la Generalitat. «El niño que entre los siete y los nueve años lee por iniciativa propia, tal vez pierda la afición en la adolescencia, pero muy seguramente la recuperará cuando sea ya un adulto», agrega Marta Prims, librera y coordinadora de talleres de lectura infantil y juvenil en su tienda de La Caixa d'Eines de Barcelona.

La crisis llega cuando terminan la primaria y pasan al instituto, coinciden los expertos. «Muchas veces, y así lo reconocen los propios chicos, es porque tienen tanta carga académica que no encuentran tiempo ya para leer», indica Prims. «Conozco muchos casos de niños que fueron grandes lectores infantiles y que en la adolescencia reducen sus lecturas a la mitad», señala.

EL MOMENTO CRÍTICO

«La adolescencia es, sin duda, la edad más crítica... Y la de mayor complejidad en la trayectoria de un lector», confirma Àlex Cosials, coordinador del programa Lexcit de la fundación Jaume Bofill. El foco hay que concentrarlo, opina Cosials, en «el preadolescente», es decir, en el menor de entre 10 y 13 años, porque es en esta etapa cuando los libros tienen que competir por abrirse un hueco en un mundo «en el que los jóvenes tienen más oportunidades de ocio que nunca».

En el instituto, además, se introducen en el temario escolar las lecturas clásicas, que muchas veces ejercen un efecto disuasorio, de rechazo. «La lectura literaria es un auténtico reto para el profesorado de secundaria, desde luego», admite la subdirectora general de Llengua. «Pero, realmente, la única oportunidad que tendrán muchos jóvenes de acercarse a textos como 'La Celestina' o las obras de Mercè Rodoreda será a través de la escuela», agrega Cosials. Por eso la mediación de los profesores es tan determinante, «ya que han de conseguir que lecturas canónicas se conviertan en experiencias vivenciales», recomienda.

¿Y lo logran? «Hombre, vistos los resultados en comprensión lectora que ofrecen PISA y las pruebas de competencias básicas en niños de 15 años, yo diría que no, que la mayoría de los docentes no lo terminan de conseguir», responde el técnico de la fundación Bofill, especializada en el análisis del sistema educativo. En todo caso -y aquí vuelven a coincidir otra vez los expertos-, si alguien tiene verdadero poder para que un adolescente no deje de leer, «son sus iguales, sus compañeros de colegio».

¿QUÉ PUEDEN HACER LOS PADRES?

Ante un auditorio formado por una treintena de padres de niños de segundo a cuarto de primaria, a la pedagoga Mariona Prats le han encomendado la comprometida misión de aconsejar a los adultos para que consigan que sus hijos lean. Prats plantea casos, escucha preguntas y resuelve dudas. «Vuestros hijos -insiste- tienen la edad óptima. Es ahora cuando empiezan a comprender lo que leen y, aunque quizás todavía no disfrutan de la lectura, es importante que les guste lo que leen». Por eso, Prats recomienda que un adulto dedique atención al niño mientras este lee, «que el pequeño tenga al lado a alguien que le responda a las preguntas que vayan surgiendo».

Es a esta edad, prosigue, cuando se asientan las bases. «Evidentemente, siempre se producen excepciones, pero el niño al que le gusta leer a los siete, ocho o nueve años, muy posiblemente seguirá leyendo el resto de su vida», sentencia la docente, que participa en el programa Suport a la Lectura del Ayuntamiento de Barcelona.

«¿Y cómo consigo que mi hija coja un libro cuando tanto la televisión como internet le explican historias mucho más atractivas para ella? Y encima sin esfuerzo», clama un padre. «Si no hay dibujos, no hay manera», apunta otro. «Los niños de hoy son hijos de la inmediatez, de lo que se digiere rápido y sin demasiado esfuerzo, por eso es importante convertir la lectura en algo que sorprende o que funciona como premio. Nunca ha de ser percibido por el niño como un enemigo», les responde Prats.

A veces -quién sabe-, el rival más próximo puede actuar como aliado. Es el caso, por ejemplo, de la 'niña-princesa' que sustituyó a Hello Kitty por Violetta, y que, para sorpresa de sus padres, solo empezó a leer cuando cayó en sus manos un 'Diario de Greg'. El libro, todavía muy de moda entre los chicos de 9 a 11 años, narra las desventuras de un pringado de instituto. La 'princesa' lo tomó prestado de su hermana mayor, con quien lleva toda la vida en eterna competición. Y aún sigue leyendo.