Colegio sin pupitres

El edificio de Els Encants de Barcelona, adaptado a las necesidades pedagógicas de la escuela, es un ejemplo de cómo las administraciones pueden ayudar a los centros innovadores

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MARÍA JESÚS IBÁÑEZ / BARCELONA

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Pequeños ramitos de albahaca, cultivados en el huerto del colegio y preparados con mimo por los alumnos, son el regalo de recuerdo para los asistentes a la inauguración que prepara la escuela Els Encants, en el distrito de Sant Martí de Barcelona. El centro, estrenado el pasado septiembre, es en cierto modo un colegio hecho a medida: no hay aulas con pupitres alineados y una pizarra al fondo, sino amplias salas, paredes acristaladas y corredores multiusos por los que se mueven estudiantes y profesores. Todo tiene un aire dinámico y cada espacio (aquí les llaman ambientes) exhibe una especie de orden tácito, con su correspondiente cartel. Aún huele a la madera de los muebles nuevos y de los materiales de trabajo. No es cierto que no haya libros. Los hay. Por todas partes. Y tampoco que los alumnos no tengan que escribir redacciones. Las hacen. Hoy por la mañana, por ejemplo, los medianos (de entre 6 y 8 años) han ido a visitar el bosque inundado de Cosmocaixa, y ahora, ya por la tarde, andan todos liados redactando un pequeño texto en el que explican qué les ha gustado más. Lo que pasa es que cada cual se sienta a escribir en el lugar que le resulta más cómodo.

“Esta escuela es un ejemplo de cómo las administraciones pueden apoyar el desarrollo de la escuela avanzada”, explica Eduard Vallory, director del programa Escola Nova 21. El centro, creado en el 2009, ha estado hasta este curso instalado en módulos prefabricados y, cuando por fin el Ayuntamiento de Barcelona se puso hace un par de años a construir una sede definitiva, se tuvieron en cuenta las particularidades pedagógicas y las necesidades educativas del centro.

SENTIDO COMÚN

“En realidad, lo que estamos haciendo es aplicar el sentido común”, sonríe Agnès Barba, directora de Els Encants. “La escuela es un cúmulo de trozos de vida, un lugar donde el niño ha de tener momentos de trabajo en equipo, para los que debe aprender a pactar y a llegar a convenios con los compañeros, pero también de trabajo en solitario, porque eso también se lo pedirá la vida”, cuenta.

Se trata, en definitiva, “de prepararlos para que sean lo suficientemente flexibles y adaptables”, agrega. El mismo colegio se encuentra en ese proceso, admite la directora. “Estamos desarrollando nuestros propios materiales. Para los mayores, por ejemplo, hemos creado unas cajas temáticas en las que se plantean actividades que los alumnos van cumplimentando a su ritmo. Empezamos el curso sin ninguna y ahora, entre profesores y estudiantes, contamos ya con más de 40 cajas”, señala.