Largo Plazo

El rostro de los mercados

OLGA GRAU

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El mercado es un concepto abstracto sin rostro del que se habla sin cesar desde hace tres años que empezó la crisis pero al que difícilmente nadie le sabe poner nombre y apellidos. Todos hemos oído al presidente del GobiernoJosé Luis Rodríguez Zapaterodecir que la reforma de las pensiones se debe acometer con la máxima celeridad para satisfacer el apetito de los mercados, de la misma manera que se aprobó por decreto la reforma laboral. También la Generalitat catalana colocó la deuda pública entre los propios ciudadanos, porque los mercados están cerrados para las comunidades autónomas.

La crisis de Irlanda se ha precipitado porque el tigre celta con pies de barro perdió la confianza de los mercados, lo mismo que había ocurrido con Grecia el pasado mes de mayo. El mercado es temeroso, exigente, desconfiado y peligroso.

Hace unas semanas, un alto cargo de un Gobierno autonómico intentaba explicar de una forma sencilla en una reunión qué es esto de los mercados. Para ser más didáctico ante un público neófito, puso el ejemplo de un país, un banco o una comunidad autónoma que deba captar dinero para financiarse. Una de las primeras cosas que debe hacer el responsable de las finanzas de esa institución, según relataba el político, es coger la maleta e irse de visita a EEUU, Japón o Gran Bretaña. Es allí donde se encuentran las sedes de los principales fondos de inversión internacionales que compran deuda de países o de bancos. Todos los gobiernos tienen que captar dinero externo para financiar sus inversiones y también sus gastos. Pero ahora, que los ingresos han caído por la crisis, es más urgente colocar deuda.

Normalmente, el responsable de inversiones de esos fondos es un ejecutivo de no más de 40 años, educado en universidades de prestigio con especialidad en finanzas y con una idea vaga del país o región de la que le están hablando. Se debe ir a estas reuniones, que se llamanroad show, tranquilo y pertrechado de un buen fajo de papeles en los que se detalle quién es uno, los presupuestos y las previsiones de crecimiento del país. Se hacen reuniones de grupo de todos los representantes de los fondos con el equipo que viene a vender su país para captar dinero.

Cada uno de esos directivos puede tener en su mano un volumen de 30.000 millones de euros que debe invertir para obtener rentabilidad para sus clientes, es decir, para que ese dinero aumente y no disminuya. Son fondos que proceden a su vez de las pensiones privadas de cientos de empresas estadounidenses o japonesas o de pequeños inversores particulares. Los huevos no se ponen todos en una misma cesta y se destina el dinero a distintos productos, para reducir el riesgo de error. Ese señor, que de un plumazo decide si da crédito a un país o no, es el mercado.