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Reforma fiscal, la tercera abdicación

JESÚS RIVASÉS

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Primero, don Juan Carlos abdicó la Corona. Segundo, la selección española de fútbol, con Del Bosque y todas sus estrellas, abdicó el liderazgo del fútbol mundial en Brasil. Tercero, y último, por ahora: el Ministerio de Hacienda, que encabeza Cristóbal Montoro, y con él todo el Gobierno de Mariano Rajoy, también ha abdicado la anunciada, esperada y deseada reforma fiscal, que se queda en otro remiendo de una larga historia que se pierde casi en los albores de la democracia. Abdicar tiene otras dos acepciones, además de la renuncia de un rey: «Renunciar a derechos, ventajas y opiniones» y, aunque más en desuso «Privar a alguien de un estado favorable, de derechos, de facultades». Válidas para la Roja y para Hacienda.

El remiendo fiscal alumbrado por Montoro y su equipo va en la buena dirección, es cierto, porque es mejor que nada, pero sabe a muy poco y no es otro zurcido en la ajada vestimenta fiscal española, que mantiene sus carencias, contradicciones e injusticias. El problema del fisco español es que en el 2013 el conjunto de la administraciones públicas gastó 458.827 millones de euros y apenas ingresó 386.250 millones. Y eso en un país en que los tipos impositivos de IRPF y de sociedades, y en ciertos casos de IVA, son de los más elevados de Europa. Sin embargo, la recaudación es de las más bajas, lo que hace que la presión fiscal media también sea baja. Esto oculta la realidad de que los españoles que pagan impuestos pagan más que en otros países, aunque hay muchos españoles -personas y empresas- que eluden el fisco con extraordinaria facilidad.

El remiendocuya letra pequeña conocida ayer añade poco a lo ya sabido excepto la impopular tributación de las indemnizaciones por despido, es positivo, pero comete el pecado de intentar cuadrar el círculo. Reduce los impuestos a los asalariados, que son los que pagan, pero el objetivo de esa bajada se limita a dejar las cosas como estaban antes de que el PP llegara al poder. Beneficia a las rentas bajas y a los muy pocos -asalariados de lujo- que admiten ganar más de 300.000 euros. Los demás, clase media, pagará menos impuestos, pero más que el 2011. Además, el proyecto tilda de ricos a todos los que ganen más de 60.000 euros brutos al año, es decir, 31.800 euros netos o 2.271,42 euros brutos por 14 pagas. Muchos lo querrían, pero quienes estén en esa situación no pueden ser considerados ricos.

Por último, el zurcido fiscal no quiere saber nada de los módulos, que se mantienen por mucho fraude que oculten; hace un guiño a los autónomos, que votan como todos; y sigue sin quedar claro el mapa de desgravaciones de las empresas, otro gran coladero fiscal. En resumen, remiendo que no reforma, pero algo es algo y más vale pájaro en mano. Y como los remiendos anteriores, durará hasta que llegue un Gobierno de otro signo o no cuadren las cuentas.