PLENO MONOGRÁFICO EN LA CÁMARA CATALANA

El Parlament solemniza el órdago del concierto con la abstención del PSC

JOSE RICO / FIDEL MASREAL
BARCELONA

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Embarcada en el bote salvavidas del Estado, Catalunya ejecutó ayer un triple salto (¿mortal?) hacia la plena soberanía fiscal. El oxímoron tiene su enjundia. Elpresident,Artur Mas, logró alumbrar, en la peor semana en décadas para las finanzas catalanas y con la abstención del PSC, un modelo de financiación de inspiración vasconavarra que excluye al Estado de la recaudación de los impuestos. Y lo hizo desafiando al rescate y a loshombres de negrocon un «ahora o nunca» que solemnizó el aviso a Mariano Rajoy de que tiene la última oportunidad para que Catalunya no emprenda el camino hacia alguna parte que evitó concretar. Pero no deshonró al marchamo de CiU y, tras la pulsión soberanista, se bañó en realismo y asumió que el órdago nace herido de muerte. Con el 61% del Parlament a favor, sí, pero con el 84% del Congreso en contra, y con menos fuerza que el Estatut.

Mas rodeó el debate de la pompa de los grandes momentos, apelando a la «trascendencia política» y la «carga histórica», y refutando la tesis del nuevo «capricho» catalán. Para Catalunya, dijo, el pacto fiscal no sería el fin de los males, pero sí un alivio económico de primera magnitud. Con él, sería posible reducir a la mitad el déficit fiscal y, entonces, se acabarían los recortes. Y remachó con una afirmación ambivalente: «Este debate tendrá consecuencias de calado».

No tardaron en notarse, aunque no fueron las que el Govern deseaba. Desde Madrid, el PP situó el asunto fuera de sus prioridades: «Es el momento de la consolidación fiscal, no del pacto fiscal», advirtió el vicesecretario popular Carlos Floriano. La presidenta del PPC, Alicia Sánchez-Camacho, hizo de avanzadilla de Rajoy y previno a Mas de lo que le espera: «Está ofreciendo algo que no conseguirá». Y elpresidentasintió: «Probablemente, nos dirán queno».Blanco y en botella.

LEVES RETOQUES /Las bases aprobadas en comisión apenas han sido retocadas en lo esencial. La Generalitat llevará a la Moncloa una agencia tributaria propia que se ocupe de todos los impuestos y se limite a «colaborar» con el Estado. Una adaptación del concierto fiscal cambiando el cupo por una solidaridad limitada y revisable. Mas ha optado por conservar su alianza con ICV y ERC, aferrarse a una propuesta de máximos y reservar eventuales cesiones para la negociación con Rajoy. Todo ello sabedor de que el PSC y el PPC estaban casi abocados a la abstención.

Socialistas y populares han forzado sus costuras hasta el límite para no correr riesgos. El objetivo del PSC era evitar a toda costa repetir las contradicciones del Estatut. Absteniéndose se blinda frente al más que problable rechazo del PSOE, cuya número dos, Elena Valenciano, tachó ayer de «insolidario» el pacto fiscal. Por su parte, el PPC, tras sucesivos cambios de criterio, se decidió por el papel de poli bueno y solo rechazó lo que está condenado de antemano: la agencia tributaria única.

Con su inhibición, Camacho dejó en manos de Rajoy el futuro de la financiación de Catalunya y quién sabe si el de la legislatura catalana. La negociación comenzará en otoño y su final parece escrito. No así el plan B. Acabado el pleno, Mas reunió a sus diputados, que le ovacionaron, y se vio con el líder de ERC, Oriol Junqueras, para saber si el frente por el concierto económico podía significar el principio de una gran amistad. Si no, CiU ve que todos los caminos llevan a las elecciones anticipadas.