debate europeísta

La hibernación del euro

Enrico Letta, izquierda, con Joan Josep Brugera, en el Cercle d'Economia.

Enrico Letta, izquierda, con Joan Josep Brugera, en el Cercle d'Economia. / periodico

Josep-Maria Ureta / Barcelona

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La intensa agenda de coloquios del Cercle d’Economia a veces depara la oportunidad de contrastar opiniones en pocos días. Ha sucedido las últimas semanas a cuenta de las elecciones generales en Alemania del 24 de septiembre. Un acto anterior y otro posterior a esta fecha en el Cercle han permitido conocer, con ponentes de primerísimo nivel, la pervivencia de las distintas visiones del futuro de la UE y su mascarón de proa, el euro.

    Recuento. El viernes, 22 de septiembre, sesión conjunta del Cercle con el Cidob y EuropeG para aportar visión optimista (Después de la crisis, un avance en la zona euro, era el título) tras los indicios racionales de que lo peor de la crisis financiera iniciada el verano del 2007 en zona dólar, está a punto de obtener el alta médica, con revisiones periódicas. El ponente, nada menos que Enrico Letta, exprimer ministro italiano y europeísta con el pedigrí de presidir el Instituto Jacques Delors (el último europeísta francés, el siglo pasado). 

    Segunda parte, con todo el mérito: la Cámara de Comercio Alemana cumple cien años de presencia en España y lo conmemora en el Cercle (El futuro de la Unión Europea). Indiscutible la aportación e influencia alemana en la estructura económica catalana. Otra sesión el día 27 de septiembre, con un ponente del máximo nivel, Clemens Fuest, presidente del IFO-Institut. El cargo puede sonar a cosa común, pero no es así: el IFO, con sede en Munich, es el centro de pensamiento más influyente en Alemania, lo que equivale a ser determinante también en el debate de las ideas sobre la Europa económica y política, por este orden.

    Letta advertía que las elecciones alemanas del 24 de septiembre iban a marcar el futuro de la UE al menos hasta el 2020, combinada con el previo final de mandato de personajes tan relevantes como Mario Draghi (el expremier italiano lo definió casi como el auténtico refundador  salvífico de la UE) y Jean-Claude Juncker, el actual equilibrista al timón del entramado burocrático de Bruselas.

    Letta dibujó escenarios postelectorales en Alemania. La ganadora Merkel debería elegir entre mantener la coalición con los socialistas o recuperar la alianza con los liberales a los que debería sumar a los Verdes, según la aritmética parlamentaria. En esto están esta semana. Pero el discurso de Letta, en términos de que son decisiones exigibles y necesarias era que todo lo que se haga a partir de ahora ha de ser la consolidación del euro, es decir, que se creen de una vez los instrumentos que lo han de mantener como la mejor idea de los fundadores de la UE a mediados del siglo pasado. 

    La expresión visible es que haya un Fondo Monetario Europeo, es decir, que se cree un instrumento monetario supraestatal europeo que, con dotación suficiente, pueda ser el que hace y deshace en las economías de 512 millones de ciudadanos. Y quien mande ahí, debería tener como interlocutor un ministro europeo de Economía y Finanzas poderoso, es decir, capaz de tratar de tú a tú, y por encima, con los ministros de la eurozona. ¿Por qué? Porque hay suficiente consenso que adoptar el euro fue precipitado porque se pensaba que todo el año sería verano, pero después llega el invierno y los microbios se expanden.

El núcleo cumple

Y en esto llega Fuest, recién designado el economista más influyente de Alemania, y saca una sucesión de gráficos que devuelven a los presentes al escenario del rigor, la exigencia y la doctrina de que si hay euro es porque el nucleo central (Alemania, Benelux, Austria, Finlandia) cumple mejor. O sea, otra vez, Norte/Sur, ignorando en exceso que el euro, pese a todo, ha acercado a ambos cuando la política va por encima de la economía.

    Por lo demás, Fuest puso el dedo en la llaga, un principio que ningún economista versado va a negar: no se puede compartir moneda y divergir en productividad los países que la integran. Se creía que la moneda única iba a forzar esa convergencia y ha sido todo lo contrario. Que se pretenda ahora que la solución a la crisis del euro es que la deuda pública de los países sea común, es decir, deuda europea (y ahí hay que incorporar la idea del Fondo Monetario Europeo como autoridad supervisora). “Nadie lo quiere, no ocurrirá”, sentenció Fuest. No es que llegue el invierno del euro, es que Alemania quiere hibernarlo. Y lo hará, con razones sólidas.  H