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El día después y la reforma

JESÚS RIVASÉS

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La próxima reforma fiscal que alumbrará Cristóbal Montoro será, con toda probabilidad, la última gran reforma que abordará el Gobierno del PP en esta legislatura. Si una olimpiada es el periodo de tiempo que transcurre entre dos Juegos Olímpicos, la primera legislatura de Mariano Rajoy quizá se mida como el tiempo que hubo entre la reforma laboral y la fiscal. El muy complejo resultado de las elecciones europeas en España avala la hipótesis de que la declarada vocación reformadora del equipo gubernamental no irá mucho más allá, especialmente en el terreno económico.

Rajoy, tras el veredicto de las urnas, sigue convencido de que la economía -la salida de la crisis- le dará el pasaporte para renovar su contrato de alquiler en la Moncloa. El PP se ha dejado hasta ahora un buen montón de votos por el camino que podrían haberse quedado en casa, y que podrían volver al redil si la mejoría económica se empieza a palpar en la calle. Por ahora, para demasiados todo se reduce a unos indicadores macroeconómicos más positivos e incluso a que las agencias de rating -de calificación- hayan mejorado sus opiniones sobre España.

El presidente y su equipo económico, desde Montoro a Guindos, pero sin olvidar a Báñez y a Soria, manejan datos que les permiten abrigar un cierto optimismo. Lo avalan algunos expertos, como Ángel Laborda, director de coyuntura de la Fundación de las Cajas de Ahorros, que entiende que «la recuperación de la demanda interna supera incluso las perspectivas más optimistas».

El valor de las importaciones subió un 5,4% en el primer trimestre del año y además los productos importados son, en su mayoría, bienes de equipo -maquinaría de todo tipo que adquieren las empresas-  y bienes de consumo no alimenticio, desde equipamiento del hogar, productos informáticos de uso doméstico y sobre todo automóviles. El consumo empieza a reaccionar. Está lejos de la eclosión, pero es un buen principio y el Gobierno espera que junto con un aumento del empleo cambie la percepción de la situación antes de las siguientes elecciones.

La parte negativa es que, por culpa de esa mejora del consumo y del aumento de las importaciones, el déficit comercial, que se había reducido espectacularmente tras las alegrías de los años de Zapatero, ha vuelto a crecer en el primer trimestre y que la balanza por cuenta corriente todavía es positiva, pero puede dejar de serlo este mismo año.

La historia vuelve a repetirse. Rajoy, a pesar del más que susto electoral, mientras Rubalcaba convoca congreso extraordinario, no lo tiene todo perdido, pero España sigue sin cambiar su modelo económico y  en esta legislatura ya no lo hará. Los cambios de fondo tendrán que esperar otra oportunidad, si es que llega porque si se confirma el viraje del electorado hacia la izquierda radical, la reforma fiscal de Montoro será la última reforma y las contrarreformas huelen demasiado a naftalina. ¡Tiempos difíciles!.