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Desendeudarse... y crecer
Antón Costas
Presidente del Consejo Económico y Social de España (CES)
ANTÓN COSTAS
¿Podemos esperar que la cumbre europea de hoy dé un giro a la política económica que permita concebir esperanzas de que, por fin, nuestros gobiernos escogen la salida adecuada del túnel de la crisis? Si queda algo de sensatez en los políticos europeos, pienso que sí, que veremos señales de cambio. Aunque si debo juzgar por anteriores cumbres, no descarto que sigan tercamente gobernando la crisis fundándose más en sus convicciones ideológicas que en el análisis pragmático de las consecuencias de sus decisiones sobre la economía, el empleo y las condiciones de vida de la gente.
Esta será la cuarta cumbre desde que en mayo del 2010 surgió el problema de la deuda griega. Entonces la economía había salido ya de la recesión del 2009 y caminaba, lenta y con dificultades, hacia la recuperación. Sin embargo, la política económica que se puso en marcha ha ido mermando el crecimiento, hasta recaer de nuevo en la recesión. Como han leído en este diario, el FMI pronostica para España una caída de la actividad del -1,7 % del PIB para este 2012 y del -0,3 % para el 2013. Y un estancamiento económico para el conjunto del área del euro.
¿Era inevitable volver a la recesión? Les aseguro que no. Pero entonces, ¿por qué han obrado de forma tan inepta? ¿Acaso no hay personas inteligentes dentro de los gobiernos? Miren, no es cuestión de inteligencia. Se trata de una obcecación provocada por una visión germánica de las causas de la crisis que está basada en prejuicios sobre la conducta de los países endeudados y en errores de análisis. Una visión, por cierto, compartida por buena parte de nuestras élites políticas y económicas.
En los países como el nuestro, donde el sector privado se endeudó hasta las orejas con el dinero que prestaba irresponsablemente la banca alemana, la explosión de la burbuja inmobiliaria dejó sobreendeudadas a familias, empresas, bancos y gobiernos. Por su parte, la crisis económica que vino a continuación acabó con el crecimiento y provocó una caída de ingresos que no permitía, en muchos casos, atender los pagos de la deuda.
Para salir de esta situación, nuestros países tenían que perseguir dos objetivos: desendeudarse y crecer. Sin embargo, los gobiernos optaron por centrar los esfuerzos en reducir el déficit público, y hacerlo, además, rápidamente. Esperaban que la austeridad llevase por sí sola al crecimiento. En realidad, ha sido un atajo para volver a la recesión y al paro.
Esta lamentable enseñanza debería llevar ahora a una nueva política económica capaz de conciliar desendeudarse y crecer, a la vez. Hay que reconocerlo: no es fácil. A los ministros les debe pasar lo que al personaje del boleroCorazón loco, deAntonio Machín, que se preguntaba «cómo querer a dos mujeres a la vez y no estar loco».
Hay que reducir el déficit y fortalecer la estabilidad presupuestaria, pero hay que hacerlo con un ritmo más pausado, que sin comprometer la credibilidad de buen pagador permita abrir una ventana al crecimiento. Este es el acuerdo que debería salir de la cumbre. Si no lo hacen, no tendrán, como se decía antes, perdón de Dios.
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