EVOLUCIÓN ECONÓMICA

China relativiza su frenazo

La economía creció el 6,9% en el 2015, el aumento más bajo en varias décadas

Un hombre transporta vestidos en una calle de Pekín.

Un hombre transporta vestidos en una calle de Pekín. / WZ/tbr

ADRIÁN FONCILLAS / PEKÍN

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Pekín matizaba en el pasado el entusiasmo global por sus crecimientos de dos dígitos como ahora lo hace ante el pánico que despierta su desaceleración. Su economía aumentó en el 2015 un 6,9 %, según el dato hecho público este martes. Supone su peor rendimiento desde que las sanciones internacionales la estrangularon tras la matanza de Tiananmén de 1989. Hoy, como antes, todo responde al plan, dicen. El primer ministro, Li Keqiang, había pronosticado a principios de año "alrededor del 7 %".

La expansión del 6,8 % del último trimestre (la menor desde la crisis financiera del 2009) confirma la tendencia bajista anual tras el 7 % del primero y segundo y el 6,9 % del tercero. Pekín reaccionó con su calma. Es un crecimiento "razonable", juzgó el director de la Oficina de Estadísticas, Wang Baoan. El funcionario volvió a aludir a un contexto global complicado y volátil. Más allá de la gran cifra del PIB, el comportamiento del sector de servicios permite el optimismo: supone por primera vez más de la mitad de la economía nacional (un 50,48 % frente al 48,1 % anterior).

China ha repetido que aquellos crecimientos que epataban al mundo forman parte ya de la Historia y define el cuadro actual como "la nueva normalidad". Las expansiones son más terrenales y acordes con una economía que enfila a la madurez. El objetivo durante el quinquenio 2016-2020 es del 6,5%, que pondrá nervioso a los mercados internacionales pero será suficiente para erradicar la pobreza de un país en vías de desarrollo.

China está acometiendo la mayor trasformación de su patrón económico desde la apertura decretada por Deng Xiaoping en lo que supone un reto mayúsculo para el Gobierno de Xi Jinping. La segunda economía mundial intenta jubilar su modelo basado en la producción y exportación de manufacturas baratas y sustituirlo por otro que descanse en el autoconsumo. También reduce el peso del Estado, las empresas públicas y los grandes conglomerados energéticos para dejar paso a las fuerzas del mercado. Y ese complejo proceso en un país de 1.300 millones de habitantes coincide con un panorama global delicado.

El sector fabril ha perdido competitividad debido a los menores salarios en otros países asiáticos mientras el consumo interno y el sector privado, señalados como relevos, progresan menos de lo planeado. Los tozudos derrumbes bursátiles a pesar del intervencionismo también permiten preguntarse si Pekín ha perdido su férreo control. Tampoco han servido los seis recortes de los tipos de interés desde noviembre ni la política errática del banco central, que hoy devalúa el yuan y mañana frena su caída.

China no necesita un crecimiento epatante, le basta uno que no destruya empleo para ahuyentar las convulsiones sociales. Y el empleo, añadió ayer Pekín, es "estable".

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