Víctor 'Belén' y Ana 'Manuel' se entrevistan y comparten secretos

El disco 'Canciones regaladas' ha unido a la pareja de nuevo en un estudio, más de un cuarto de siglo después

NÚRIA MARTORELL / MADRID

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Aceptan el reto de entrevistarse mutuamente. Regalarse preguntas, respuestas, confidencias, sorpresas, risas. 'Canciones regaladas' es el compacto que les ha unido de nuevo en un estudio, más un cuarto de siglo después de 'Para la ternura siempre hay tiempo'. Antes del tête à tête más personal, toca hablar del disco. "La gente piensa que estamos grabando juntos continuamente, y ¡para nada!", aclara Ana Belén. "Nos unimos hace siete años para hacer una gira por América. Y fue entonces cuando alguien nos sugirió elegir canciones que nos gustaran, piezas de otros compositores, y reunirlas en un álbum", añade Víctor Manuel.

La selección de piezas que han hecho es arriesgada. Se sumergen (y no siempre salen igual de airosos) en clásicos de Billy JoelAstor Piazzola, Leonard CohenJosé Alfredo JiménezRubén BladesChico Buarque. "No ha sido fácil, no. Pero de eso se trataba, y no de hacer un disco con piezas tipo 'Yesterday", admite Ana. "Seguramente habría otros temas posibles, pero no mejores", remacha Víctor.

La producción del álbum ha corrido a cargo del hijo, David San José. "Cuando grabamos el disco anterior, tenía 9 añitos y correteaba por el estudio. Ahora lleva mucho tiempo trabajando con nosotros. Y no somos los únicos que le reclamamos –explica el papá, orgulloso–. ¡Este mismo año se ha encargado de la música de la gala de los Goya!".

David "es adorable, como todo lo que hace", subraya la madre. "¡Y es tan importante confiar en quien te produce! Hace poco ha grabado con un cuarteto de cuerda y me ha convencido para que cante con ellos las 'Cançons negres' de Montsalvatge. Él ha compuesto los arreglos. Me lo puso todo tan fácil, que accedí. Me dijo: 'No te va a requerir casi esfuerzo. Ninguna angustia, ya verás'. Y así ha sido".

'Canciones regaladas' tendrá su correspondiente gira, con Sevilla (Auditorio Municipal Rocío Jurado) como kilómetro cero (el viernes). Y con Valencia (Palau de les Arts, el 13 de junio) y Barcelona (Festival de Pedralbes, 14 de junio) como siguientes paradas. La lista de temas candidatos a formar parte del repertorio de los conciertos "es apabullante". "¡Hay tantos posibles! –exclama el cantautor–. Muchos serán muy conocidos. Otros, no tanto. Están estos regalos recién grabados y los antiguos, como 'El hombre del piano', e inevitables, como 'España, camisa blanca de mi esperanza' y 'Asturias'". La tierra de Víctor, tan presente en su fértil cancionero, inspira de hecho muchas de las primeras preguntas que le lanza Ana, compartiendo sofá.

Ana Belén: Creo que lo sé casi todo de tu vida, pero hay algo que siempre te he querido preguntar, Víctor. Cuando vivías en Mieres, Asturias… Sí, ya sé cómo te impactaban las películas que veías en el cine y lo que significó para ti ver por primera vez a Joselito... Pero: ¿en qué momento te diste cuenta de que querías ser cantante?

Víctor Manuel: Antes de ver a este y a otros muchos artistas en el cine, yo ya les seguía la pista a través de las revistas. De hecho, llegué incluso a escribirle una carta a Marisol para que me enviara una foto. En la carta, recuerdo que me atreví a contarle que yo quería ser artista. Ah, por cierto, ¡tengo esa foto firmada por Marisol!

A. B.: ¿Pero qué me estás diciendo? ¡Esto no lo sabía! [carcajada]

V. M.: Sí. La encontré hace poco, entre los papeles de mi madre [recientemente fallecida]. ¡Yo era tan fan de Marisol, bueno, de Josefa Flores! También me harté de escribir cartas a todas las compañías de discos, explicando que quería ser cantante. Pero eso fue más tarde.

A. B.: ¡Pero no te reconozco! ¡Eres una persona absolutamente desconocida para mí!

V. M.: Vivía en un lugar muy empozado. Lo que quería, lo que urgía, era salir de allí. Escuchaba a los cantantes por la radio y pensaba: yo quiero ser como ellos. Dejar de vivir en este pueblo. Estaba dispuesto a enrolarme en un circo. A todo, con tal de huir.

A. B.: Te creo. Y te entiendo. Era una constante en muchos niños, con esa infancia que nos tocó vivir, con tan poquitos horizontes. Había necesidad de salir. En mi caso, necesidad de darles a mis padres una vida mejor. De poder regalarles un piso, igual que veía en el cine que hacían los artistas. Era como una obligación. Y me metí de cabeza a ello. No me daba cuenta de todo lo que implicaba conseguirlo. Fui consciente después de la primera película, 'Zampo y yo', del primer disco, de la primera obra de teatro...

V. M.: Es curioso. Mi primer pensamiento era que sería algo provisional. Que me vendría a Madrid, que ganaría dinero, y luego regresaría a Mieres para montar una cafetería. Y eso ya me parecía más que suficiente. Pero luego descubres lo mucho que te gusta que te aplaudan, y todo cambia. Porque el aplauso es veneno puro. Y adictivo. Después no hay quien se retire. Mira, por ejemplo, Charles Aznavour. 

A. B.: Encuentras lo que andas buscando en el aplauso, es cierto. Pero, sobre todo, en la cercanía de la gente. Para mí fue clave la experiencia en el teatro. Gracias a la seriedad del teatro recuperé la fe en la profesión de artista. Fui una niña prodigio, pero, de repente, toparme con esa seriedad, con esos actores… Ya la primera vez que me subí a una tarima me marcó. Siempre te he dicho, me lo has escuchado muchas veces, lo determinante que fue para mí esa primera obra con Miguel Narros. Con esos actorazos: Julieta Serrano, Carlos Lemos… Tenía solo 15 años. Es ahí donde me di cuenta de que esto era realmente una gran profesión. Que tenía que prepararme mucho. Que requería un esfuerzo titánico. Y que, además, podía dedicarme a ella toda la vida.

A. B.: Víctor, ¿a ti quién te marcó?

{"zeta-legacy-destacado":{"strong":"V\u00edctor Manuel: \"A m\u00ed me marcaron\u00a0","text":"V\u00edctor Manuel: \"A m\u00ed me marcaron\u00a0los cantantes de mi \u00e9poca. Me demostraron que se pod\u00eda cantar mal y ser artista\""}}V. M.: Los cantantes de mi época: me demostraron que se podía cantar mal y ser artista.

A. B.: ¡Pero qué golfaina eres!

V. M.: También pensé que debería haber otro tipo artistas, más allá de esas voces engoladas, y no diré nombres. Que debía haber otra manera de expresarse. Fue un descubrimiento que me vino muy bien. Yo no sabía hacer nada. Por mucho que a las casas de discos les contara que cantaba muy bien y que sabía componer, no era en absoluto verdad.

A. B.: Te escucho y es como si te estuviera viendo. Pero cómo ha cambiado todo, ¿verdad?

V. M.: Muchísimo. 

A. B.: En nuestra época, nadie te enseñaba. Aprendías peldaño a peldaño. Un día subías y al otro te dabas una hostia tremenda. En cambio, ¡cómo sale ahora la gente de preparada! Ha sido un cambio absoluto, una revolución. Recuerdo cuando empecé a estudiar teatro en el TEM, una escuela pequeña al margen de la obsoleta Escuela Superior de Arte Dramático, la única que existía. En realidad, te convertías en actor si habías ido al TEM. Te enseñaban el método Stanislavski y era la rehostia. Ahora los actores dan un cursillo por aquí, otro por allá… Lo importante es tener un poso de sabiduría que luego has de confrontar en el escenario. Entonces, muchos actores funcionaban por la intuición. Y por la curiosidad. Por un lado, en nuestra época había una falta terrible de todo, de enseñanza pero también carencias de todo tipo. Y por otro lado, existía esa facilidad para trabajar, para ir aprendiendo a base de la propia práctica. Empezabas de la nada, sacando una bandeja con vasos al escenario, y te daban una frase. Ahora es muchísimo mejor: ¡hay tantos sitios y posibilidades para aprender!

V. M.: Cuando yo empecé, hace mil años, quería ser cantante por cojones. Y vivir de eso. Ahora vivir de la música es otro cantar. Es dramático. La música es esencialmente vocacional. Hay cantidad de gente que canta, pero se lo paga de su bolsillo. En este campo, en el de la música, el cambio ha sido a peor. 

A. B.: Cuántos conocemos que cantan solo algún fin de semana, en un pequeño local de Madrid y, encima, pierden dinero con el bolo. 

V. M.: Pero venga, Ana. Pregúntame más. ¿Qué más quieres saber de mí?

A. B.: Pues sí, hay más cosas que quiero saber. Me gustaría conocer detalles de esa especie de club que formasteis en Mieres y con los que te sigues juntando todos los años. Sois alumnos de la misma generación, pero ¿cuántos años teníais cuando nació?

V. M.: Pues algunos 16 y otros 17. Éramos del año 48. Y nos seguimos reuniendo solo los que sobrevivimos, claro. Cada año hay alguna baja. Siempre nos encontramos por las mismas fechas: en Navidad. Para beber, comer y recordar cuando éramos jóvenes.

A. B.: Entonces, ¿fue cuándo tenías 17 años?

V. M.: Sí, sí. En Mieres fue todo un acontecimiento. Nos llamamos El club de la Cucaracha. Era cuando estaba de moda la canción: "La cucaracha, la cucaracha, ya no puede caminar…" Esas cosas que pasan cuando eres tan joven…

A. B.: Y háblame de la vinculación del cura.

V. M.: El cura de la parroquia nos dejó los bajos de la casa rectoral. Nos dijo: “Si lo limpiáis, es para vosotros”. Lo dejamos niquelado. E hicimos una barra de bar con piedras del río, a las que pusimos los nombres de cada uno de nosotros.

A. B.: ¿Y todavía está?

V. M.: Sí, sí. De ahí se pasó a que entraran también las chavalas, y nos denunciaron. Vino la Guardia Civil a precintarlo. Les habían llegado voces de que tenían lugar escándalos varios ahí dentro. El cura, don Nicanor, les convenció de poner un candado para controlarlo él. Tiene 84 años y todavía viene a cada encuentro. En esa parroquia se han casado todos los de El club de la Cucaracha.

Menos ustedes, que se casaron por lo civil en Gibraltar, en verano del 72. A. B.: 

Cierto. Nos casamos por lo civil. Ni siquiera nuestro matrimonio es válido...

V. M.: El otro día sacaron como si fuera de nuestra boda una foto de la película 'Morbo', de Gonzalo SuárezGonzalo Suárez. Y es que no tenemos fotos de nuestra boda. Bueno, las de tu hermana, que las hizo con la camarita que llevaba, sin flas, tan oscuras… Podían estar hechas en Gibraltar o en Elche, vaya.

A. B.: Entonces era todo tan complicado... Ahora cualquier pareja se pone a vivir juntos y no pasa nada.

V. M.: El porcentaje de parejas que viven juntos sin ninguna intención de casarse es una brutalidad. Entonces, no casarte significaba apostatar. Te mandaban al cura que te bautizó para que te intentara convencer de lo contrario.

A. B.: Nuestra intención era ir a vivir juntos y listo. Pero, claro, qué horror para nuestras familias. No lo iban a entender de ninguna manera. Así que, para ahorrarles el disgusto, nos casamos por lo civil. Fueron a regañadientes, pero al menos vieron que había un papel. En inglés, sí, pero un papel ¡y firmado!. 

V. M.: Cuando a la madre de Ana le hablamos de nuestra intención de ir a vivir juntos se puso a llorar. 

{"zeta-legacy-destacado":{"strong":"Ana Bel\u00e9n: \"Cuando le dije a mi madre que me iba a casar,\u00a0","text":"Ana Bel\u00e9n: \"Cuando le dije a mi madre que me iba a casar,\u00a0me pregunt\u00f3: \"\u00bfCon qui\u00e9n?\". Cuando le respond\u00ed que con V\u00edctor, se puso a llorar \u00a1y\u00a0a gemir!\" [...] \"Es que es tan bueno\" [...] \"Entonces,\u00a0yo que soy, mala mal\u00edsima?\""}}A. B.: Fue peor. Mi madre había visto entrar y salir de casa a Víctor muchas veces con mis amigos. Cuando le dije que me iba a casar, me preguntó: "¿Con quién?". Cuando le respondí que con Víctor, se puso a llorar ¡y a gemir! "Pero ¿por qué lloras, mama?", le dije. "Es que es tan bueno", me soltó, entre hipidos. "Entonces, ¿yo qué soy, mala malísima?". "No, no", contestó. "Pero es que él es tan bueno…"

V. M.: Era todo muy complicado. Pero si en los años 70 lo sufrimos, imagínate en los 40, cuando nuestros padres eran novios y querían darse un garbeo… Ahora cuando quieres explicárselo a los jóvenes, les suena a batallita de abuelo cebolleta. Cuando Marina [la hija de ambos] vino a verme a esos conciertos en los que explicaba mi vida, se pasó la actuación llorando. 

A. B.: Es que es muy sentida. Es más como yo. Llora por todo. Tiene mucha facilidad.

V. M.: ¿Recuerdas cuándo hizo la obra de teatro 'El cartero de Neruda'?

A. B.: Ay, sí, pobrecita.

V. M.: Lloraba a moco tendido toda la función. Y cuando le pregunté: "¿Marina, de dónde sacas la emoción para llorar toda la obra?", me contestó: "Es que me acuerdo de cuando querías quitarme a mi perrita".

A. B.: Claro. Eran sus vivencias. Pero venga, Víctor, pregúntame tú a mí. Lo típico que te dicen tus amigos, por ejemplo: "¿En serio que no te importa que a tu mujer la besen, aunque sea en el cine?"

V. M.: Me hacía mucha gracia que me lo preguntaran. Y yo siempre les decía: "Si son besos de mentira".

A. B.: Es algo que nosotros ni nos planteamos. Pero quizá sí los que no son de nuestra profesión. Me viene a la memoria la película 'Mi mujer es una actriz', la de Charlotte Gainsbourg, que lo refleja muy bien. En el filme, ella tiene que rodar escenas subidas de tono, en la cama, desnuda y tal, y como le da algo de pudor, el director le dice que no va a haber ningún problema: “Yo también me desnudo. Y los cámaras. Todo el equipo”. Hasta el peluquero iba desnudo. Y justo ese día va y se presenta el marido al rodaje. No veas cómo reacciona: “¿Esto es una orgía o qué?”. ¡La vemos tantas veces y nos reímos siempre tanto!

En la película 'La pasión turca

Uy, sí. Me paso todo el rato en la cama. La cama voladora, en realidad. Vicente Aranda nos la hizo rodar en camas verticales. Tiene la teoría de que los cuerpos salen más favorecidos en esta posición. Así que, no veas, nos meábamos de la risa. Con lo rocambolesco que era todo, estábamos para pensar si estábamos desnudos o no... Es una película estupenda.

Y también posó cómpletamente desnuda para la carátula del disco 'Mírame'. A. B.:

 La idea fue mía. Estaba desnuda y poniéndome el leotardo en un camerino, me miré al espejo y me gustó lo que vi Estaba colocada de tal manera que no se me veía nada. Se lo comenté al fotógrafo y diseñador Juan Gatti y me dijo: “Sí, querida. Vamos a hacerlo inmediatamente. ¿Y el disco cómo lo titulamos, Ana-tomía?” Qué gracioso. Luego, en el estudio, la sesión fue de lo más divertida.

V. M.: Ojos que no ven...

A. B.: Víctor, si tú has venido a muchos rodajes, ensayos...

V. M.: Sí, pero no me apasiona. Es muy pesadito.

A. B.: Te entiendo.

V. M.: Bueno, Ana. ¿Qué tal llevas 'Medea'? [el estreno de la obra de teatro en julio en el Festival de MéridaMedeaFestival de Mérida]

A. B.: En proceso ando. Todavía estoy terminando la gira de 'Kathie y el hipopótamo' y estudiándome el texto. Estoy que no me hallo. Mira que es mala, Medea. Menuda bruja.

V. M.: Sus razones tiene para matar a los hijos.

A. B.: ¡Pero no hagas un spoiler! Creo que entraré en pánico ya. Es un personaje muy fuerte. Me tocará tomar mucha vitamina y Memoril. Pero bueno, tampoco me pongo muy pesadita.

V. M.: ¿Qué? ¿No te das cuenta de cómo te cambia el humor?

A. B.: ¡Pero qué dices! Si para estudiar me encierro.

V. M.: Tranquila, lo que se dice tranquila, tampoco vienes de los ensayos.

A. B.: Bueno, eso sí. Sobre todo cuando no doy pie con bola. Vengo alteradísima. Pero, aparte de esto, en casa tampoco os hago sufrir mucho.

V. M.: [Tose ostentosamente y ríe]

A. B.: Cambiemos de tema mejor. ¿Adónde te gustaría viajar?

V. M.: A Las Vegas.

A. B.: ¿En serio a Las Vegas? ¡Qué horror!

V. M.: Sí. Me gustan los sitios sin personalidad. 

A. B.: Como me toque la lotería, te llevo.

V. M.: O a Toquio. Me gustan los lugares en los que uno se siente extranjero. 

A. B.: A mí no. ¿No preferirías volver a los sitios otra vez?

V. M.: No. Y ya sabes que no soy nada de museos.

A. B.: Qué risa cuando fuimos a París con tu sobrino y no nos paraba de decir “yo quiero ir al Lúgubre”. ¿A mí sabes dónde me gustaría viajar? A Brasil. 

V. M.: Ir a Latinoamérica siempre es fantástico. Aunque ya conozcas los lugares. Pero coger un avión se ha vuelto muy desagradable. Y no hablo solo de este país. En ocasiones son tan desagradables que casi se puede hablar de maltrato. 

A. B.: Quién nos iba a decir de pequeñitos que íbamos a viajar tanto. Recuerdo a nuestros vecinos, que en verano se iban y nosotros no. Yo hasta los 10 años no vi por primera vez el mar. Lo recuerdo perfectamente: fue en Rota, Cádiz. Tú, en cambio, con tu padre ferroviario, viajabas mucho, ¿verdad?

V. M.: Sí. Nos metía en un tren y nos decía: “Hasta que llegues al final del trayecto y vuelvas otra vez, no te muevas”. La primera vez que me mandó solo a un viaje de estos fue a San Juan de Nieva. 

A. B.: Eso sí que debía de ser una aventura. Me hubiera encantado. 

V. M.: Bueno, me recuerdo solo, llegando al destino. Se bajaban todos menos yo...

A. B.: Victorín, tan delgadín que eras de pequeño. Ay, no te puedo imaginar…

Llevan más de 43 años juntos. Mucha vida y muchas canciones regaladas.