El instinto adolescente de Veronica Roth

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JUAN FERNÁNDEZ

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La adolescencia es ese periodo de la existencia en el que las emociones se viven con una intensidad solo comparable a lo poco que uno quiere saber de ellas cuando las ha dejado atrás. Náufrago en un mar de dudas, incomprendido y rebelde, el quinceañero asiste al crecimiento de su mundo interior como quien esconde un preciado tesoro. Es una edad difícil. En ese nicho biológico de la condición humana, la escritora norteamericana Veronica Roth (Chicago, 1988) ha encontrado una mina de oro. Sus obras dedicadas al público juvenil la han convertido en una millonaria con acceso a la lista Forbes y en toda una celebridad en el mundo literario de su país. Pocas firmas pueden presumir, como ella, de haberse mantenido en lo más alto del ranking de ventas de The New York TimesThe New York Times durante 47 semanas seguidas o de haber visto sus obras traducidas a más de 40 idiomas. 

Y todo gracias a la oculta pero sensible fibra que Roth ha sabido tocar en las legiones de púberes que a diario se revientan los granos del acné sin poder separar la mirada de sus libros. Mozos y mozas que montan colas kilométricas en ferias literarias y firmas de ejemplares para ver y tocar a la creadora de esos mundos imaginarios que tanto les absorben. “¿El secreto? No hay secreto. Escribo los libros que me gustaría haber leído cuando tenía la edad de mis lectores. En esa época andaba todo el día haciendo tests de personalidad. Estaba obsesionada con descubrir a qué categoría de chica pertenecía. Digamos que comprendo las dudas de los adolescentes y también sus curiosidades, emociones y ambiciones”, explica esta flautista de Hamelín de pimpollos. 

UN FUTURO DISTÓPICO

La bibliografía de Veronica Roth se limita a una saga de cuatro voluminosas novelas de más de 400 páginas cada una: 'Divergente' (2011), que da nombre a la colección, 'Insurgente' (2012), 'Leal' (2013) y 'Cuatro' (2014), todas publicadas en castellano por RBA y en catalán por Estrella Polar. Las tres primeras han sido adaptadas al cine con éxito, aunque la segunda parte de 'Leal' no llegará a la cartelera hasta el 2017. En sus páginas, la autora traslada a sus jóvenes lectores a un Chicago distópico en el que la sociedad ha quedado dividida en cinco facciones, cada una identificada con un rasgo de la personalidad: en Abnegación viven los que destacan por su entrega a los demás; en la facción de Verdad habitan los amigos de la honestidad; en Erudición, los que llaman la atención por su inteligencia; en Osadía, los valientes, y en Cordialidad, los conciliadores. 

En ese mundo posapocalíptico y deshumanizador, que recuerda remotamente al descrito en Los juegos del hambreBeatrice Prior, la adolescente protagonista de la saga, ha de afrontar las pruebas que dirimen en qué facción va a vivir el resto de su vida adulta, so pena de convertirse en una divergente: una suerte de paria rebelde al margen de la sociedad. El envite, relatado en primera persona, la lleva a afrontar múltiples aventuras llenas de peligro, momentos de pasión y giros inesperados, y a conocer a Tobías Eaton, su álter ego masculino, protagonista y voz narradora del cuarto título de la serie. 

ENSEÑAR EL PENSAMIENTO CRÍTICO

Con tantos valores morales en danza, resulta tentador buscarle una intención aleccionadora a la obra de Roth, pero nada hay más lejos de sus intenciones que indicarles a los jóvenes cómo deben comportarse o qué han de buscar en la vida. “Ese es el principal error que cometen los adultos al dirigirse a los adolescentes: decirles lo que deben hacer. Es más inteligente enseñarles a pensar de manera crítica por ellos mismos que marcarles lo que les conviene pensar”, aclara la novelista. 

Ella también devoraba los libros de George Orwell, Aldous Huxley y Orson Scott Card cuando tenía la edad de sus lectores y se paseaba por la calle vestida de negro, cargada de imperdibles y con actitud desafiante. “Era buena estudiante, pero siempre estaba a la defensiva y no era nada dulce. Sentía deseos de ser rebelde, pero no me atrevía a romper las normas. Más que rebelde, era un poco nerd. Leía literatura fantástica y ciencia ficción por los mismos motivos por los que espero que me lean a mí: porque me identificaba con esas historias y me atrapaban las emociones que vivían los personajes. Escribas fantasía o hagas realismo, si no hay drama, el lector no se engancha”, explica. 

FAMILIA DE ARTISTAS

Hija de una pintora de ascendencia polaca y un alemán que se separaron cuando ella era una niña, Roth está convencida de que el ambiente creativo en el que pasó su infancia, en la pequeña localidad de Barrington, a las afueras de Chicago, fue decisivo para despertar su afición a pergeñar mundos imaginarios. “Mi madre tenía una norma en casa: no nos dejaba aburrirnos ni un minuto, todos los días nos proponía algún juego para desarrollar nuestra inventiva. Quizá por eso mi hermano salió músico y a mí me dio por las letras. Mi otra hermana es la oveja negra: se dedica a los negocios. Me pasé la adolescencia escribiendo, pero no sabía qué debía hacer para convertirme en escritora”, relata. 

Asesorada en casa, al acabar el instituto se apuntó a la facultad de Escritura Creativa en la Northwestern University, pero no fue escuchando lecciones como le dio por construir el particular universo de la saga 'Divergente'. “Ocurrió de forma inesperada. Un día anotaba una idea, otro día apuntaba otra. Empecé a escribir y cuando vine a darme cuenta, componer el libro me importaba más que las asignaturas de la carrera, de las que empecé a pasar bastante”, relata. Precisamente, de los muchos placeres que le aporta la literatura, Roth se queda con la sensación de verse atrapada por la historia que está escribiendo. “He descubierto que mi mente funciona a través de la escritura. Cuando empiezo mis libros no sé qué va a pasar, lo descubro mientras escribo. Así que yo también vivo el suspense”, detalla.

ESCRIBIR LAS EMOCIONES

Veronica Roth transmite en persona una difusa sensación de fragilidad. Como si a sus 27 años hubiera decidido dejar a la vista el hilo que la une con su parte más delicada. Ya no hace tests de personalidad para saber qué tipo de mujer es, pero no disimula su interés por los puentes que unen la literatura y la psicología. No en vano, su primera novela coincidió en el tiempo con el comienzo del tratamiento de la ansiedad que padeció siendo adolescente. “Escribir no te cura, pero ayuda. He dedicado muchas horas a hacer terapia de exposición, que consiste en enfrentarte a aquello que te provoca miedo, y algo he aprendido de esas experiencias. Beatrice también ha de afrontar sus propias limitaciones, como les ocurre a la mayoría de mis lectores”, advierte. 

Sus libros descansan en los estantes de literatura fantástica de las librerías, pero Roth previene contra el despiste que a veces provocan las etiquetas. “En el fondo, los escritores escribimos sobre las emociones que conocemos. ¿Y quién no ha sido alguna vez en su vida un adolescente perdido?”, pregunta.