Maika Makovski: "He salido del infierno"

La artista vuelve con 'Chinook wind' y todos los ingredientes para instalarse en el firmamento pop-rock internacional

NÚRIA MARTORELL

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Es cuestión de tiempo, no de talento. Vale: en el arte no hay ecuaciones lógicas ni extrapolables. Pero en el caso de esta cantante hay términos incuestionables. Maika Makovski tiene aptitud y actitud, brillo y magnetismo para colocarse en el firmamento del pop-rock internacional. Lo tienen claro quienes la siguen de cerca, la discográfica multinacional que le acaba de fichar, y el superproductor británico y músico John Parish, que ha vuelto a pulirle un excelente nuevo disco: 'Chinook wind'. Parish es sobre todo conocido por sus trabajos con la catártica y excéntrica PJ Harvey (con cuya troupe se enrola en conciertos, como el del Primavera Sound). Y a Maika Makovski la comparan cansinamente, y sin fundamento musical, con la hechicera británica.

Pero no se lleven a engaño: nuestra hipnótica musa 'underground', esta mallorquina de sangre andaluza y macedonia, lleva demasiado tiempo exhibiendo una arrolladora y original personalidad propia (también en el ámbito teatral).

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Makovski no se doblega ante lo previsible ni lo estipulado por la industria. Ha esperado mucho, cuatro años, para publicar el álbum sucesor de 'Thank you for the boots'. Y hasta para justificar la tardanza anda sobrada de motivos. "He salido del infierno. Se me cayeron todos los pilares: personales, sentimentales, profesionales... Demasiados desengaños. La cabeza y el corazón me indicaban que tenía que irme a Macedonia. Y resultó que la tierra de mi padre [el multiinstrumentista Vangel Makovski] me abrió los brazos de par en par, mostrándome ¡quién soy en realidad! La parte de mí que había estado vacía durante 30 años la pude rellenar de las raíces de toda la familia paterna que no conocía. Fue entonces cuando el viaje pudo empezar a ir en ascenso: fui capaz de enamorarme, ¡de volver a escribir canciones! Parir este álbum ha sido una experiencia complicada, lenta, y muy bonita. Mi manera de acercarme a las canciones ha sido esta vez mucho más real, basándome precisamente en el amor", enfatiza.

El ADN macedonio está trenzado en el álbum. Y quiso hacerlo explícito bautizando 'Makedonija' una de sus piezas. Esta exrepública yugoslava ubicada al norte de Grecia tiene en su frontera a Idomeni, refugio desesperado de los sirios que huyen de la barbarie de la guerra civil. "Es horroroso. Y que esto esté pasando aquí mismo, en Europa, ¡cuesta tanto de creer! Me mortifica que en las puertas de Macedonia la policía haya actuado como lo ha hecho. Europa se lava las manos, obligando a que se encarguen Macedonia y Grecia. Pero también percibo muchas ganas de ayudar. Si se abriera una plataforma donde la gente pudiese dar, por ejemplo, los sofás a los refugiados, lo haría sin dudar. Es un escándalo: aquí hay viviendas vacías, y gente con segundas y terceras residencias. No podemos olvidar que, en gran medida, también somos responsables de que estos inmigrantes sirios abandonen sus hogares".

AUTORA PRECOZ

Makovski fue una autora precoz. A los 12 años ya componía. Con 14, actuaba. Y a los 20, debutó discográficamente: en 'Kradiaw' descorchó una esencia rockera que le propició una gira con artistas como Howe Gelb, The Dubliners y The Jayhawks. Dos años después, lanzó Kraj para Koferot, la antesala de su fundamental asociación con John Parish (no solo cómplice de PJ Harvey, también de Eels y de Tracy Chapman), cuyo primer fruto fue 'Maika Makovski' (2010).

Lo grabaron en Bristol (como este último) y una de sus hipnóticas piezas, 'Lava Love', fue la música de un anuncio de Victoria’s Secret. Aclaración: que ella rodara antes escenas del videoclip en sujetador fue mera casualidad.

En el 2001, Maika se alzó con el premio a la mejor artista independiente en los premios de la UFI (Unión Fonográfica Independiente). Y ese mismo año editó 'Desaparecer', que nació de la propuesta que Calixto Bieito le hizo para estrenarse como actriz, además de ponerle música a los textos que recitaba Juan Echanove. El provocador Bieito la volvió a reclutar luego para 'Forests'. Y una de las composiciones que escribió para esta obra la ha recuperado en 'Chinook Wind'. Se trata de 'Father'.

"Es una canción-adaptación de Shakespeare: el diálogo entre Ofelia y su padre, Polonio, cuando ella le habla ingenuamente de Hamlet. Decidí incluirla porque he vivido muchos episodios en estos cuatro años que me han llevado hasta mi padre, y hasta otras cosas de las que habla directa o indirectamente la letra (sí, también de la ingenuidad). Me pareció que el tema trascendía al teatro y se convertía en un bello guiño. Fue la pieza que grabé primero. Con una guitarra española del siglo XIX, chiquita, de señorita, que John Parish se encontró en el altillo de la casa de su tía", relata.

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En el tracklist del álbum está colocada justo antes de 'Makedonija' con una clara intencionalidad. "Justo antes de la nacionalidad de mi padre, y mía también, que tantas ganas tenía de descubrir". ¿Y cómo es que conocía tan poco su Macedonia? "Por un tema logístico, de distancia. Además, mi padre nunca me ha hablado en su idioma. Y las veces que iba allí, me perdía en la traducción. No pude experimentar cómo era el lugar, ni su rica cultura, su gente hospitalaria, su surrealista sentido del humor (ahora entiendo por qué me gustan tanto las películas de Kusturika), su exuberante naturaleza, su voluptuosa música. ¿Sabe? Me pasé la infancia buscando mi apellido en el listín telefónico. Nunca lo encontré. Y cuando en un cementerio vi lápidas donde rezaba Makovski, ¡me sentí tan bien! ¡Tan acompañada! Sí, todos eran muertos, pero ¡qué sensación!". 

INTUICIÓN Y TÉCNICA MUSICAL

La cantante tiene tanta intuición como técnica musical. E intercambia el piano por la guitarra según le pide el ánimo y según va reponiéndose de los estigmas. En 'Desaparecer' se reconcilió con los teclados –"superé un bloqueo que tenía con este instrumento por los muchos años que estudié clásico"–. Y ahora se ha volcado en las cuerdas. Y no solo en las de su guitarra. "A pesar de que no soy una gran guitarrista, quería esta crudeza en el disco. El piano lo llena todo. Quizá demasiado".

De hecho, en 'Chinook wind', en el disco y en los conciertos, le arropa el inspirado lirismo del Quartet Brossa. "En este álbum  he hecho unos arreglos que ni en mis más salvajes sueños. Hay tanta música sobre el escenario y tiene tanta entidad, que me permite desvincularme de los festivales, de la churrería festivalera, de formatos en los que nunca me he sentido cómoda", admite.

Maika se ha despojado de lo superfluo. De maquillajes, también vitales. "Recuerdo que fue Paul Fuster [el bohemio cantautor hijo del cardiólogo Valentín Fuster] quien me hizo ver que no le debes nada a tu don, a tu potencial. No has de ser nunca esclavo de nada ni de nadie. Tampoco de lo que la gente espera de ti. La vida pasa solo una vez, así que has de poder hacer todas las locuras que quieras".

En el videoclip del primer sencillo del compacto, 'Not in love', el realizador David Trueba la grabó en un plano fijo mientras se desmaquillaba. Bueno, antes se quita también un pelucón rubio mientras canta "It’s perfect like a circle" ("Es perfecto como un círculo"].

"La idea de Trueba me descolocó. No tiene nada que ver con mis videoclips. Normalmente tengo mucho que decir con las imágenes, con la estética que ya destila la misma canción. Pero cuando me lo propuso, le dije: ‘Vale’. Me fui a Madrid, estuve en su casa, lo grabamos en su comedor, y resultó ser el videoclip que he grabado más a gusto. En realidad, me desagradan los grandes despliegues y el rollo epiléptico de tantas imágenes por segundo. Prefiero menos y que te cuenten más. Que dejen ver qué hay detrás. Y Trueba lo ha conseguido".

La esencia de Maika es magnética, inquieta, seductora, adictiva. Impregnada de pasión.