Gabriele Romagnoli, el escritor que se enterró a sí mismo

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IMMA MUÑOZ

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Gabriele Romagnoli (Bolonia, 1960) se dio de bruces un día con unas cifras que le hicieron replantearse la existencia. Descubrió que, de media, en una vida de 80 años, nos pasamos 23 durmiendo, 20 trabajando, 6 comiendo, 5 esperando a alguien, 4 pensando, 228 días lavándonos la cara y los dientes... y solo 46 horas siendo felices. En una vida de 80 años, 46 horas de felicidad. 

Lo descubrió justo antes de sentarse en un pupitre para, a la luz de una vela, dejar escrito su testamento: unas últimas palabras para sus seres más queridos, acompañadas del reparto de sus bienes entre ellos. Solo media hora para pensar qué a quién. Media hora en la que solo cabe lo esencial. Después, se metió por su propio pie en un ataúd de madera, clavaron la tapa y permaneció en él, pensando en lo que había vivido, el tiempo suficiente como para que naciera un libro. 

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"Un día leí que en Corea del Sur hay un índice tan elevado de suicidios, 33 al día, que algunas empresas contratan falsos funerales para que sus trabajadores se den cuenta del valor de su vida. Me pareció una historia extraordinaria y, como periodista, pensé que tenía que contarla", explica Romagnoli. Cogió un avión hasta Seúl, otro hasta Gwuangju y un taxi hasta Naju, y se puso en manos de Korea Life Consulting para intentar averiguar si el sentirse cerca de la muerte, "aunque fuera a través de una puesta en escena, ayuda a comprender cuál es el sentido de la vida". De esa media hora a la luz de las velas salieron cuatro o cinco posesiones (entre ellas, una vieja Vespa) y otros tantos nombres. "Todos los demás son como los contactos del móvil: no son personas que de verdad nos importen". 

LA MOVILIDAD COMO FILOSOFÍA

Aunque la experiencia coreana le impactó, hacía tiempo que Romagnoli había decidido vivir la vida con lo que le cupiera en una maleta. De las de cabina de avión, por más señas. Desde el momento en que, en Kigali, la capital de Ruanda, adonde había acudido a hacer un reportaje, un muchacho le explicó por qué todo el mundo parecía ir por la calle como si llegara tarde a alguna parte. "Los blancos móviles son más difíciles de alcanzar", le dijo. Y él entendió que ese principio era aplicable a otras circunstancias de la vida: "Si te mueves, eres más difícil de abatir". 

Y empezó a moverse: "A los 20 pensaba que viviría y trabajaría toda la vida en mi pueblo. Pero después la puerta se abrió y nunca se volvió a cerrar". La cruzó para vivir en cuatro continentes, en ocho ciudades (Bolonia, Turín, Roma, Milán, París, El Cairo, Beirut y Nueva York), en 27 apartamentos. Dejó atrás lo primero de lo que cree que tenemos que desprendernos: las certezas. "La certeza es una ilusión. Cuando viajas, ves que todo es relativo. En el Líbano, conocí a una mujer que lloraba porque ninguno de sus hijos había muerto como un mártir. ¡Una madre llorando porque todos sus hijos están vivos y no ha podido entregar ninguno a la causa! Es algo impensable para nosotros, pero no para quien nace en un campo de refugiados palestinos. ‘Esto es así’ son palabras terribles. Y casi siempre sin fundamento". 

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Como "para siempre". "Hay quien se refugia en las cosas para toda la vida. Cree que estará a salvo con una casa para toda la vida, con una pareja para toda la vida. Pero ¿y si la casa no te gusta? ¿Y si ya no amas a esa pareja? Por no afrontar la inseguridad vas a vivir con cosas que no quieres. Y lo sabes".  

100 PAÍSES EN 50 AÑOS

No hay que temer, pues, al cambio. Ni a la pérdida. "Puedes perder todo lo que tienes y volver a empezar. El problema es que no estamos preparados para aceptarlo, y nos parece el fin. Y no: es el fin de un capítulo de tu vida, pero el libro no ha terminado. Continúa. Y tú tienes la oportunidad de seguir escribiéndolo". 

Escribir es, con viajar, el verbo clave en su trayectoria. Cuando cumplió 50 años, se prometió que visitaría 100 países en su vida. Lleva 75, y sigue sumando. También libros publicados: Viajar ligero es el primero que aparece en España, pero en Italia ya tiene siete. Y en septiembre llegará el octavo: "Es sobre el coraje. Ahora todos tenemos miedo: a viajar, a Estado Islámico, a la vida... El miedo tiene un gran departamento de prensa; el coraje, no. Yo quiero serlo. Ese es el segundo capítulo de este libro: ya tienes el equipaje de mano para vivir, ahora hazlo con coraje. En la masacre de Bataclan, en París, murió una chica italiana. El novio contó que estuvieron una hora tumbados en el suelo, escuchando, y al final decidieron escapar. Se levantaron y echaron a correr. Ella murió. Pero lo terrible no fue el minuto corriendo, fue la hora en el suelo. Si somos hombres y no monos es porque un día nos levantamos. Pues eso es lo que tenemos que hacer: siempre levantarnos". 

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