Eddie Redmayne: "Soy la viva imagen de mi madre"

El oscarizado actor protagoniza 'La chica danesa', película basada en la historia de la transgénero Lily Elbe

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NANDO SALVÀ

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Eddie Redmayne confiesa haber pasado mucho tiempo mirándose al espejo últimamente. No es, ojo, un problema de vanidad. Eso queda claro en cuanto te da cortésmente la mano con una sonrisa que parece estar pidiendo disculpas: he ganado un Oscar, lo siento, y tengo una nada desdeñable cantidad de posibilidades de ganar otro en unas semanas, perdón

"Quizá durante la entrevista escupa las palabras en lugar de pensármelas: los silencios me ponen nervioso", se disculpa de nuevo, esta vez en voz alta. La inseguridad, añade, es su gran defecto. "Hay una parte de mí sentada fuera de mi cuerpo, observándome. Solo soy buen actor cuando logro darle el esquinazo". Aún no se ha sentado y ya se ha sincerado varias veces.  

Habla, en efecto, de forma atropellada y entusiasta, con los ojos abiertos como platos y las manos incapaces de estarse quietas. Es increíblemente educado. 

Tiene unos labios gigantescos –gracias a ellos logró el papel de hijo de Angelina Jolie en 'El buen pastor' (2006)–. Combinados con  la piel llena de pecas, el pelo arenoso,  los ojos pálidos y los pómulos sobresalientes, le otorgan un aspecto atípicamente versátil, que igual le sirve para interpretar a un pedazo de pan como a un tarado –en 'Hick', por ejemplo, dio vida a un carismático 'cowboy' de Texas que resulta ser un psicópata homicida–. 

EN BUSCA DE LA PERFECCIÓN

En lugar de tomarse la descripción como un cumplido, la toma como excusa para justificarse de nuevo. "No recibí educación alguna para ser actor, y eso hace que en todo momento me sienta como un impostor a punto de ser descubierto. Siempre que consigo un papel la euforia inicial da paso al terror, porque siento que no seré capaz de hacerlo". 

Quizá por eso, su método interpretativo es muy simple: se prepara hasta que le revienta la cabeza, y luego se prepara aún más. "Mi abuela se pasaba el día preocupada, y yo he heredado eso de ella. Saber que voy a ser juzgado por mi comportamiento, enfrente de un público es algo que me mantiene siempre en estado de alerta. Y resulta francamente inspirador cuando afronto la tarea de meterme en la piel de un personaje". 

Es esa ardua labor lo que, decíamos al principio, lo ha tenido tantas horas frente al espejo estos últimos años. Primero, para encarnar al astrofísico Stephen Hawking en 'La teoría del todo' (2014), desde los años previos a que se le diagnosticara la esclerosis lateral amiotrófica hasta finales de los 80, cuando ya vivía postrado en una silla de ruedas. 

Segundo, para protagonizar la película que el próximo viernes lo trae de regreso a la cartelera, 'La chica danesa', dirigida por Tom Hoope y nominada a cuatro premios Oscar. "Mucha gente cree que, dado que he interpretado de forma consecutiva dos papeles que requerían transformaciones físicas radicales, estoy tratando de convertirme en el intérprete oficial de los personajes imposibles, pero juro que no es ese el caso".

LA HEROÍNA LILY ELBE

El nuevo personaje es el pintor Einar Wegener, que a principios de los años 30 se convirtió en una de las primeras personas de la historia en afrontar un cambio quirúrgico de sexo. Un día su esposa, la también pintora Gerda Wegener, le pidió que sustituyera a la joven que posaba como modelo para ella, y lo que empezó casi como un juego activó un anhelo en su interior. Einar empezó a vestirse con prendas femeninas y adoptó el nombre de Lili, primero en privado y luego, paulatinamente, también en público. Y tras enfrentarse a las consecuencias emocionales y sociales de aquella decisión, Lili afrontó la etapa final de la transición: la extracción de los órganos masculinos y la construcción de una vagina

"Sin duda Lili fue una heroína –asegura Redmayne–. Sabía que nació con un género distinto al que se le había asignado, pero en su época no existía una comunidad transgénero, ni un contexto social, ni siquiera un vocabulario con el que referirse a las personas como ella. Y superó obstáculos terribles con el fin de vivir de acuerdo con su identidad". 

"Los prejuicios, la violencia y la discriminación de los que estas personas son objeto explican que la tasa de suicidio en el seno de su comunidad alcance el 41%"

El actor estudió minuciosamente cómo su esposa, Hannah Bagshawe, se aplicaba el pintalabios, y la postura que adoptaba al sentarse. Pero meterse en la piel de Lili requirió mucho más que unos cuantos vestidos y unas capas de maquillaje. "Debo reconocer que era un ignorante –confiesa–. Confundía conceptos como travestismo y transgénero, y asociaba el género con la sexualidad". Para corregir eso, pasó tres años recibiendo "la más extraordinaria de las educaciones": conocer a numerosas mujeres transgénero y escuchar sus historias. "Resulta muy impactante comprender los prejuicios, la violencia y la discriminación de los que estas personas son objeto, y eso explica que la tasa de suicidio en el seno de su comunidad alcance el 41%".

Tampoco el cine ha acostumbrado a hacerles justicia y, al margen de alguna notable excepción –como el personaje que Hilary Swank interpretó en 'Boys don’t cry' (1999) y por el que ganó el Oscar–, comúnmente ha retratado a los trans como malvados freaks al estilo del asesino en serie de 'El silencio de los corderos' (1991).

UN PAPEL COMPLEJO

"Sentí una presión tremenda", explica Redmayne mientras se pasa la mano por el cuello de la camisa en señal de asfixia. La frontera entre un retrato convenientemente matizado y una nueva versión de la señora Doubtfire puede ser tan fina como un par de medias de encaje, pero en todo caso, no son sus habilidades actorales lo que le provocaban ansiedad. "Para mí es muy importante que la película mantenga vivos el debate y el diálogo, y obligue a la sociedad a educarse acerca de la materia. Cierto que la exposición pública que ha recibido últimamente gracias al caso de Caitlyn JennerCaitlyn Jenner –ex deportista y figura de la televisión estadounidense que fue padrastro de Kim Kardashian– ha supuesto un gran avance, pero no es suficiente". 

Hablando de avances, ¿no deberían papeles como el que él encarna en 'La chica danesa' ir a parar a intérpretes transgénero, cada vez más presentes en Hollywood? La pregunta hace que Redmayne se quede inmóvil y callado durante 20 segundos seguidos por primera vez en toda la entrevista. "Supongo que mi opinión al respecto es que creo que cualquier actor, transgénero o no, debería poder interpretar cualquier papel, transgénero o no".

Hay un halo de neutralidad en Eddie Redmayne que en todo caso lo hace idóneo para encarnar a Lili. Su aspecto no es abiertamente masculino. "Soy la viva imagen de mi madre", admite ligeramente ruborizado. "He interpretado a mujeres desde que era un niño, y me encanta", añade al tiempo que representa su propia versión del tipo de afables tics que le proporcionaron a Hugh Grant toda su carrera. 

Aunque los papeles que lo dieron a conocer internacionalmente son hombres heterosexuales –Marius en el musical 'Los Miserables' (2012), además de Hawking–, su catálogo incluye varios personajes de sexualidad problemática, como el atormentado adolescente gay que comete incesto con Julianne Moore en 'Inocencia salvaje' (2007) o el atormentado adolescente gay en la obra teatral 'La cabra', por la que fue ovacionado en Londres en el 2004 –y en la que pronunciaba la frase "¿Te estás follando a una cabra?" sin perder la compostura–. Redmayne, por cierto, es heterosexual. Su boda, a finales del 2014, elevó alarmantemente el índice de depresión entre los miles de redmayniacos que hay ahí afuera.

CAMINO AL ÓSCAR

Llegar a tener legiones de fans es algo con lo que el pequeño Eddie ni siquiera se atrevía a soñar cuando, a los 12 años, participó con un papel sin frase en una producción de 'Oliver!' dirigida por Sam Mendes y le pilló el gusto al teatro. Su padre es banquero y nadie en su acomodadísima familia entendía exactamente que, pese a gozar de la mejor educación posible –primero en el prestigioso internado de Eton, donde compartió aulas nada menos que con el príncipe Guillermo, y después en Cambridge–, el muchacho se decantara por una carrera tan poco segura como la interpretación. 

"Mi padre es muy bueno con los números, así que conocía las estadísticas de desempleo entre los actores, pero no puso pegas ni siquiera cuando era francamente dudoso que lograra salir adelante". Una década y media en permanente ascenso después, gracias a su trabajo en 'La chica danesa', Redmayne aspira a su segundo Oscar.

A la Academia de Hollywood, recordemos, le encantan los 'biopics', sobre todo cuando incluyen discapacidades o grandes transformaciones físicas. Ocho de los últimos 15 intérpretes masculinos que obtuvieron la estatuilla lo hicieron con retratos de gente real.

Y ciertos papeles en particular parecen haber sido creados para la velada de los Oscar: es el caso del retrato de Steve Jobs que Michael Fassbender ofrece en el biopic homónimo o del que Leonardo DiCaprio encarna en 'El renacido', por el que se dice que el actor comió el hígado de un bisonte crudo y durmió dentro de su carcasa. Y también, qué duda cabe, del que Redmayne interpreta en 'La chica danesa'

"Los premios me encantan, pero me hacen sentir culpable"

En cuanto se le menciona la posibilidad de volver a obtener el premio solo un año después de conseguirlo por 'La teoría del todo', el actor se protege dentro de su estricta modestia. "Los premios me encantan, pero me hacen sentir culpable. Los actores, no lo olvidemos, somos personas adultas a las que se nos paga un montón de dinero para disfrazarnos y pretender que somos otro. No curamos enfermedades, ni resolvemos los secretos del universo. No resolvemos nada", precisa. 

Ser consciente de la limitada trascendencia de su profesión, en todo caso, no previene a Redmayne de tomársela muy a pecho, en ocasiones demasiado. Parece ser que hace solo unos años, tras leer una crítica no del todo positiva sobre su trabajo en una obra teatral, su reacción más inmediata fue echarse a llorar. "Eso es rigurosamente cierto –admite entre risas–. Supongo que sigo teniendo la piel demasiado fina para este trabajo, pero poco a poco la voy endureciendo". La sonrisa le desaparece del rostro. 

"De todos modos, he trabajado con algunos actores que son inmunes a las críticas y que se creen extraordinarios. Así que ya no escuchan a los directores ni tampoco a otros actores y han dejado de aprender. Si dejar de ser un llorica significa convertirme en alguien así, prefiero seguir siendo un llorica".