Colin Farrell: "Durante mucho tiempo me ha costado seguir las normas"

Tras ganarse a pulso el título de 'Chico malo de Hollywood', dice que lo más gamberro que ha hecho en 10 años es cruzar la calle en rojo. Eso y protagonizar 'Langosta'

Colin Farrell

Colin Farrell / periodico

NANDO SALVÀ

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Si Colin Farrell fuera un gato, ya habría gastado sus seis vidas extra, todas ellas durante los años en los que lucía con orgullo el título oficial de Chico malo de Hollywood y hablaba sin tapujos de su voraz consumo de narcóticos, burbon y mujeres. “Si la consumes con moderación, la heroína está muy bien”, aseguraba en una entrevista, y en otra comparaba la utilidad de la prostitución a domicilio con el reparto de pizzas. “Sinceramente, no me acuerdo de nada –confiesa ahora, y añade con sorna–: Por suerte, ahí está internet para recordarme todas mis miserias”. Sin duda, es haber dejado atrás los años salvajes lo que le invita a la jovialidad al hablar de ellos. “Lo más gamberro que he hecho en diez años ha sido cruzar la calle con el semáforo en rojo”. Hoy, el actor irlandés es ante todo el padre orgulloso de dos hijos, James (12 años) y Henry (6), fruto de diferentes relaciones. 

Si la sobriedad y la paternidad han sido beneficiosas para su vida personal, han coincidido con una etapa profesional complicada. Mientras que durante los tiempos de excesos era uno de los intérpretes más solicitados, películas que ha protagonizado en los últimos años como 'Ondine' (2009), 'Noche de miedo' (2011), 'Desafío total' (2012) o 'Cuento de invierno' (2014) no convencieron ni a crítica ni a público. Particularmente feroces han sido los ataques a la segunda temporada de la teleserie 'True detective', aunque casi ninguno dirigido en concreto a su trabajo en la piel del agente Ray Velcoro. “Estas cosas pasan –comenta Farrell quitando hierro al asunto–. El teléfono no siempre suena cuando uno quiere, y, a decir verdad, últimamente no me ha resultado fácil encontrar buenos papeles. Pero las oportunidades acaban surgiendo cuando menos las esperas”.

La última de esas oportunidades le ha llegado acompañada de una ironía: si por un lado fuera de la pantalla luce la mejor versión de sí mismo –algo que durante nuestra conversación acentúan el bronceado y el fabuloso traje a medida–, por otro se ve obligado a castigarse el cuerpo por exigencias del guion. En 'Langosta', la sátira de título excéntrico que el próximo viernes estrena en España, Farrell exhibe una hechura a medio camino entre Homer Simpson y Ned Flanders. “Tuve tan poco tiempo para ganar peso que me dediqué a comer a todas horas, día y noche. Engullía hamburguesas con queso hasta para desayunar, y a las tres de la madrugada me despertaba para picar galletas de mantequilla con helado de chocolate y Coca-Cola. Mientras duró el rodaje me costaba respirar y, en líneas generales, me sentía como una mierda”. 

"ME HE SENTIDO MUCHAS VECES ESTIGMATIZADO"

'Langosta', el actor da vida a un hombre que se registra en un hotel al que las personas solteras son enviadas con la tarea de encontrar pareja en un periodo máximo de 45 días, y las que no lo logran son convertidas en animales como castigo. Es una premisa sin duda bizarra, aunque en todo caso él la considera representativa de las dinámicas de pareja en esta era nuestra de Tinder y otros servicios 'online' de citas. “Me parece muy narcisista buscar una pareja que tenga los mismos intereses que uno mismo, y eso es precisamente lo que esos servicios favorecen. Sin duda, sería más excitante encontrar a alguien que sea distinto de ti y te enseñe nuevas formas de ver el mundo, pero la mayoría de la gente prefiere ir a lo fácil”.

En buena medida porque, como 'Langosta' nos recuerda a su distópica manera, la sociedad nos nutre con nociones sobre la relación sentimental perfecta que no se corresponden con la realidad. “Me he sentido muchas veces estigmatizado”, reconoce Farrell acerca de su soltería, tan empedernida como reticente. “Jamás he logrado que una relación me durara lo suficiente como para permitirle evolucionar hacia algo trascendente. Me entrego sin moderación, y supongo que por eso pierdo la paciencia muy deprisa”.

UN TIPO MUY PROMISCUO

Durante años se dedicó a cultivar con tanto ahínco su fama de mujeriego, en ocasiones sirviéndose de cómplices tan ilustres como Britney Spears o Angelina Jolie, que como tal se le sigue catalogando hasta en la Wikipedia, a pesar de que lleva años sin dejarse ver con compañía femenina. “¿Qué puedo decir? Me encantan las mujeres y no me importa que se sepa”. En todo caso, matiza, hay algo perverso en el modo en que su promiscuidad ha sido tradicionalmente disculpada y hasta celebrada. “Si fuera una mujer, me tacharían de puta”. 

Sea como sea, lamenta haber dejado que sus hábitos amorosos se convirtieran en cotilleo. “De algún modo, mi comportamiento se magnificó y se distorsionó –aclara, aunque al instante se contradice–: Menos mal que por entonces los móviles con cámara no existían. De lo contrario, me habrían pillado en situaciones muy comprometedoras”. En realidad, las pruebas documentales existen y las capturó él mismo, aunque nunca pretendió que vieran la luz. En el 2003 grabó un vídeo sexual con la conejita de 'Playboy' Nicole Narain, y, poco después, para su sorpresa, recibió una oferta de 5 millones de dólares por permitir que el vídeo se distribuyera mundialmente. Se negó rotundamente –“imagínese que mi madre se aloja en un hotel, y entre la oferta de películas de pago hay una de su hijo que no ha visto... No podía permitir que eso sucediera”–, pero eso no impidió que las imágenes circularan por internet.

“Durante mucho tiempo me ha costado seguir las normas”, confiesa Farrell, y eso es algo que quedó claro desde el principio. A los 14 años ya era un bebedor asiduo, y a los 17 le daba al éxtasis a conciencia. Su preparación académica se vio interrumpida cuando le expulsaron de un exclusivo internado católico por amenazar a un profesor. Hollywood, pues, no provocó su tendencia al desmadre. 

"No sé si estaría aquí de no haber sido por el nacimiento de mi hijo James"

Por supuesto, tampoco contribuyó precisamente a mitigarla. Tras darse a conocer encarnando a un combatiente de Vietnam en 'Tigerland' (2000), de inmediato se convirtió en el rebelde de moda. “Y me sentí como un niño al que le abren la tienda de golosinas y le dejan comer todo lo que quiera. En cuanto quería algo, lo tenía”. Dos años después ya estaba trabajando para Steven Spielberg en 'Minority report' (2002), y al cabo de dos años más cobró 10 millones de dólares por protagonizar 'Alejandro Magno' (2004) a las órdenes de Oliver Stone. Si los rumores son ciertos, se los gastó todos en vicio. Tras completar 'Corrupción en Miami' (2006), decidió que era hora de decir basta.

Y LUEGO SE CENTRÓ

“En cuanto acabamos de rodarla me metieron en un avión y me mandaron a rehabilitación”. Y, por primera vez en 15 años, recuerda, redescubrió lo que era estar sobrio. “Mi problema siempre fue la compulsión. Cuando solo era un chaval en Dublín e íbamos al pub el martes por la noche, mis amigos volvían a casa después de cuatro o cinco cervezas. Yo, en cambio, seguía con mi whisky y mis polvos blancos hasta que amanecía”. 

En última instancia, fue el nacimiento de su primer hijo lo que hizo que replanteara sus prioridades. “No sé si estaría aquí de no haber sido por el nacimiento de James. Él desempeñó un papel esencial en todos los cambios que hice en mi vida”. James sufre el síndrome de Angelman, un desorden neurogenético que provoca un retraso en el desarrollo y afecta sobre todo a la capacidad lingüística y la coordinación motriz. “Contemplarlo superar las adversidades ha sido todo un ejemplo para mí. Los primeros pasos que dio a los 4 años, o las primeras palabras que pronunció a los 7… para mí no ha habido mayor fuente de inspiración que esas pequeñas victorias”.

Desde que hizo borrón y cuenta nueva, Farrell ha mostrado una reseñable falta de vanidad a la hora de asumir los desafíos interpretativos más dispares, ya fuera poniéndose en manos de Woody Allen en 'El sueño de Casandra' (2007), luciendo una peluca imposible en la comedia 'Cómo acabar con tu jefe' (2011) o atreviéndose con los virulentos diálogos de August Strindberg en 'La señorita Julia' (2014). Poco le importa que, como decimos, el éxito no siempre haya estado de su parte. “Soy un ser humano que a veces se confunde y trata de resolver las cosas y, a menudo, al hacerlo, mete la pata, pero no me arrepiento de nada. Sé cuáles son mis miedos, mis flaquezas y, sobre todo, mis grandes logros: mis dos hijos. A todo lo demás, que le den”

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